La crema del empresariado refuerza sus filas de cara al regreso de un proyecto popular. Esta semana, luego de dos años de mantener las membresías congeladas, la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA) incorporó a seis nuevos integrantes. “Ellos contribuirán a brindarle a la asociación nuevas perspectivas y visiones. La AEA aspira a que se movilicen plenamente las energías del sector privado promoviendo así el desarrollo económico y social de la Argentina”, señaló en un comunicado la entidad que orienta la dupla Héctor Magnetto-Paolo Rocca (Clarín-Techint) y que integran, entre otros, la Sociedad Rural, Molinos (Pérez Companc), Coto y el Grupo La Nación.
A juzgar por los antecedentes, y teniendo en cuenta el ánimo levantisco que cunde en los campos de soja, las alusiones a la “movilización” del “sector privado” no suenan ingenuas: la asociación participó activamente en la movilización chacarera de 2008 que marcó el devenir del gobierno K.
Alberto Fernández conoce de primera mano aquella historia. Era Jefe de Gabinete de Cristina Fernández cuando las portadas y las pantallas divididas de los medios de AEA alentaban los cortes de ruta contra la resolución 125, que incrementaba la alícuota de retenciones a medida que aumentaba el precio internacional de los cereales. El error garrafal de aquella medida fue empoderar a las grandes cerealeras como agentes de retención -aún ocurre- y no segmentar entre productores, lo que se intentó hacer mal y tarde, cuando la protesta agropecuaria había escalado a “grieta” política y social.
Curiosidades de la historia: hoy el autor de la 125, Martín Lousteau, comparte bloque opositor en el Senado con el rostro de aquella protesta, el chacarero Alfredo D´Angeli. Y Alberto, que renunció al gabinete de Cristina luego de aquel episodio, hizo fórmula triunfal con CFK.
La dirigencia política, como es lógico, tiene plasticidad para amoldarse a las necesidades del momento. La crema de la dirigencia empresaria, en cambio, sigue apegada al dogma neoconservador que llevó a Mauricio Macri al poder. Y que provocó un desastre, incluso, para ellos mismos, con caída general de ventas, ganancias y el valor de sus activos.
Aún así fruncen el ceño cuando el presidente electo les dice, como el jueves en la Conferencia de la UIA, que “todos vamos a tener que poner algo para salir de esta crisis”. Lógico: están más acostumbrados a sacar (fugar) que a poner, salvo que el Estado garantice rentas extraordinarias.
El próximo presidente ya transitó por ese campo minado. Sabe que cualquier pacto de buena fe es inservible frente a la naturaleza del escorpión. “Para eso tengo las leyes de la Competencia, de Defensa del Consumidor y de Góndolas” suele responder cuando le preguntan cómo hará para mantener a raya a los sectores concentrados de la economía.
Frente a las leyes del Estado -que se suelen aplicar poco y lento- estará el Grupo Mediático de Acción Rápida, empoderado tras cuatro años de cogobernar a su favor. Como es usual, es probable que el gobierno de Alberto F. tenga unos días de tregua. Pero como se verifica en Bolivia y otros países de la región, no parece prudente confiar en que “la guerra ya terminó”.