“Cárcel, común, perpetua y efectiva, ni un solo genocida en las calles argentinas”, cantó el público apenas los jueces dieron por concluido el juicio. El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°5 de la Capital acababa de condenar a prisión perpetua a 29 represores y a penas de entre 8 y 25 años a otros 19, por los crímenes cometidos en la dictadura cívico militar en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). 

La pena máxima recayó sobre represores con condenas a cuestas como Jorge “Tigre” Acosta, jefe del grupo de tareas 3.3.2 (GT332), y Alfredo Astiz, pero también sobre los dos pilotos que condujeron los vuelos de la muerte desde los que fueron arrojadas las monjas francesas y el grupo de familiares y madres, al que se conoce como el grupo de la Santa Cruz. 

También hubo seis absueltos que, con otros cuatro condenados a bajas penas saldrán en libertad de inmediato.

“Estoy satisfecho. Con una sensación agridulce, pero esto sigue”, resumió Víctor Basterra, testigo y querellante en el debate. “Evidentemente no es malo porque hay 29 condenas a perpetua, pero me quedó flaco que le den 8 años a tipos que yo conocí y que eran verdugos ahi”, completó el sobreviviente que sacó del centro clandestino cerca de 90 fotos de los represores.

Durante tres horas y media los jueces Daniel Obligado y Adriana Palliotti, secundados por su par Leopoldo Bruglia, leyeron las condenas que recayeron sobre 48 de los 54 imputados que tiene este tercer tramo de Esma, que comenzó hace cinco años, el 28 de noviembre de 2012. Apenas pusieron un pie en la sala Acosta y Astiz para ir a ocupar su silla en el banquillo de los acusados, la planta alta de la sala Amia de los Tribunales de Comodoro Py estallaron en aplausos y ovaciones. Ahí estaban los familiares de los represores, con Cecilia Pando en primera fila.

Debajo, el público también explotó: con las fotos de sus desaparecidos en alto gritaron “asesinos” y cantaron que como a los nazis les va a pasar, que a donde vayan los irán a buscar. El presidente del tribunal amenazó con desalojar la sala si no hacían silencio, y cuando los gritos amainaron se escuchó, solitaria, la voz de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo: “Ladrones de bebés”, les espetó.

A medida que el Tribunal leía las sentencias, las cifras de casos de privación ilegal de la libertad, aplicación de tormentos y homicidios por las que los magistrados condenaban a los acusados sumaban de a cientas, doscientas o trescientas víctimas y permitieron dar cuenta de la magnitud de la masacre que fue la Esma.

Las penas máximas cayeron sobre los marinos Acosta, Astiz, Randolfo Luis «Tano» Agusti Scacchi,Ricardo Miguel Cavallo; Rodolfo Oscar Cionchi; Daniel Néstor Cuomo; Hugo Enrique Damario; Francisco Armando Di Paola; Adolfo Miguel Donda Tigel; Miguel Ángel García Velasco; Pablo Eduardo García Velasco; Alberto Eduardo González; Orlando González; Rogelio José Martínez Pizarro; Luis Ambrosio Navarro; Antonio Pernías; Jorge Carlos Radice; Francisco Lucio Rioja; Juan Carlos Rolón; Néstor Omar Savio; Hugo Héctor Siffredi; Carlos Guillermo Suárez Mason y Eugenio Bautista Vilardo.

También sobre los prefectos Mario Mario Daniel Arru y Alejandro Domingo D’Agostino, los dos pilotos de los aviones Skayvan desde los que arrojaban detenidos vivos y adormecidos con “pentonaval” al mar, y el prefecto Juan Antonio Azic; los agentes de la Policía Federal Claudio Orlando Pittana y Ernesto Frimón Weber, y el civil Gonzalo Dalmasio Torres de Tolosa.

La sobreviviente de la Esma y periodista Miriam Lewyn se hundió en un abrazo con una compañera cuando el juez leyó la condena a perpetua a Arrú. Todos en el público festejaron: estaban condenando los vuelos de la muerte.

“Es un juicio histórico, sin precedentes en la Argentina y el mundo, que duró cinco años y es la primera vez en la historia del juzgamieto del terrorismo de Estado que condena a dos pilotos de un vuelo de la muerte”, resumió Ana María Careaga, ex detenida e hija de Esther Ballestrino de Careaga, fundadora de Madres de Plaza de Mayo.

La madre fue secuestrada en diciembre de 1977 por el GT3.3.2, bajo el mando de Astiz, junto a un grupo de 12 personas, entre ellas otras fundadoras como Azucena Villaflor y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Las condenas de Arru y D’Agostino terminaron de certificar la existencia de los vuelos en los que las arrojaron al mar. “Es importantísimo porque nunca se había condenado a los pilotos”, concluyó.

“Se terminó con un juicio muy largo y volumnioso”, destacó el titular de la Procuraduría de crímenes de lesa humanidad, Jorge Auat. Y aunque consideró bajas las penas divisibles destacó la condena a perpetua para los pilotos. “En general satisface, en algunos casos, las expectativas del ministerio público. Esto ha sido un trabajo de muchos años”, resumió.

En el mismo sentido opinó el abogado querellante Pablo Llonto: “Es una sentencia con muchas condenas a perpetua que implica el reconocimiento que participaron de todos los delitos incluyendo el homicidio, y si bien queda el sabor amargo de seis absoluciones y cuatro que han cumplido la pena, mayoritariamente esto es una demostración que cinco años de juicio oral sirvieron para que la prueba fuera contundente”.

El sabor amargo

El juicio ESMA III terminó con un festejo en la calle con pantalla gigante por las condenas. Pero con un regusto por las absoluciones y las penas bajas que permitieron que los marinos Miguel Enrique Clements, Miguel Ángel Alberto Rodríguez; Julio César Binotti y Mario Pablo Palet -condenados a 8 años- fueran liberados por haber cumplido la condena.

“Es un sabor agridulce. Solo se condenó a la cadena de mando”, se quejó María Isabel Prigione, nacida en la Esma. Junto a la mujer, la Madre de Plaza de Mayo -Línea Fundadora, Nora Cortiñas, apuntó hacia adelante. “Ellos no se imaginaban cuando cometieron esos crímenes horrendos que el mundo los iba a ver en el banquillo de los acusados. Desde este momento sigue la lucha para adelante. Vamos a seguir, la historia continúa”, dijo.

Los jueces absolvieron al funcionario civil de la dictadura, Juan Alemann, al marino Ricardo Lynch Jones y al militar Roque Martello. Pero también liberaron de culpa a dos pilotos y un mecánico de avión que confesaron haber participado de los vuelos de la muerte.

Se trata de Julio Alberto Poch, que como piloto civil en Holanda dijo durante una cena en Bali que quienes arrojaban al mar “estaban drogados”. Otro es el piloto de helicópteros Emir Sisul Hess a quien sus compañeros escucharon contar que “la gente caía como hormigas”. El tercero es el mecánico Ricardo Ormello, a quien años más tarde en un hangar de Aerolíneas Argentinas lo escucharon contar su participación en los vuelos.

A las 19.30 los jueces dieron por concluido el juicio. Para conocer los fundamentos de la condena habrá que esperar hasta el 5 de marzo del año entrante. Algunas querellas ya advirtieron que apelarán las condenas bajas y las absoluciones.