El sociólogo portugués analiza el contexto mundial en que se realizará esta cumbre, al tiempo que desentraña la nueva guerra entre EE UU y China.
-Estamos en un interregno de dos globalizaciones, siempre caracterizadas por una rivalidad potenciada entre países. Ahora son EE UU y China. Desde los ’60, las globalizaciones están sostenidas en una innovación tecnológica, con enorme rentabilidad financiera; luego, esa rentabilidad decae y llega la crisis. En Europa, asistimos a la crisis de los ’70 que derivó en un periodo que casi nos lleva a dos guerras. Luego esta globalización que vemos finalizar, que empezó con la caída del Muro de Berlín y se desarrolló con una gran innovación: la aparición de la internet, las PC, los celulares. Se está desvalorizando y ya se conoce la próxima innovación tecnológica de una nueva globalización: la inteligencia artificial, la automatización, la robótica. China está muy bien posicionada: los EE UU reaccionaron tarde por la crisis de Medio Oriente. Lo certifican incluso documentos internos de la CIA, de 2008, producidos para Barack Obama, que proyectan que en 2030, China será la primera economía del mundo a partir eso. Esta puja se desata abiertamente. La paradoja es cómo llega una gran acreedora de EE UU: de U$S 20 trillones de deuda, seis están en manos chinas. No la pueden atacar directamente.
-Pero sí indirectamente.
-Neutralizan a Rusia de uno u otro modo; neutralizan a Brasil, aliado de China en los Brics; buscan una articulación con Corea del Norte, aliada incondicional de China y empiezan a romper con un acuerdo muy extraño. Además buscan aislar a China como gran inversor, comercial y estratégico, no sólo en granos y minería en América, desde Venezuela hasta Brasil y Argentina.
-Quebrar el Brics es clave.
-Vivo la mitad del año en EE UU: Wall Street sintió la gran amenaza de los Brics de crear un mercado alternativo, un banco mundial, una canasta de monedas. Ahí se encuentran algunas razones del golpe a Dilma. Por otro lado, los EE UU no consideran que la UE pueda ser un aliado natural contra China, entre otras cosas porque no apoya el acuerdo nuclear con Irán. Trabajan para desintegrarla: co gobiernos de derecha de Polonia o Hungría, y financian a ONG y a eurodiputados. El único país que le interesa y temen es Alemania.
-En ese es el contexto se da la pelea de fondo en el G20.
-Al G20 los líderes vienen a decir cosas caóticas y estúpidas sobre nuestro mundo: en un momento que necesitábamos de una agenda ecológica ya que la crisis es tremenda, dicen que el cambio climático no es un problema. Bolsonaro acaba de nombrar un ministro que dice que el cambio climático es una conspiración marxista. No se sabe cuál va a ser la rentabilidad de la inteligencia artificial, pero sí que no va a destruir el trabajo de los Ceos y las grandes empresas, pero que se va a cargar muchos puestos de trabajo. Y no saben cómo frenar a China. Y están desesperados para renovar las formas de explotación de la naturaleza, de la madre tierra, quieren hacerlo a cielo abierto, sin control ecológico ni de consumidores. Además, Europa no cedió del todo la cuestión de los transgénicos que destruyen la comida. Enfrentaremos brutales problemas ecológicos. Y la proyección es que haya cada vez más refugiados ambientales.
-¿Para qué les sirve, entonces, la cumbre?
-El alineamiento: de qué lado están los diferentes países en esta guerra. Tratan de volver al libre comercio en términos de un nuevo nacionalismo de derecha impulsado por EEUU. Si esta cumbre decidiera al menos una autoregulación del capital financiero internacional para evitar una crisis próxima, ya sería algo. Pero no lo hará. Ya en Davos se mostraron totalmente insensibles a cuestiones como la de la pobreza.
-La lucha por la democracia, en estos tiempos se da en otros términos. Es un tema que siempre le interesó.
-En los ’60 había cuatro o cinco tipos de democracia, al menos, pero en este siglo sólo quedó la democracia liberal. Esta democracia no se defiende de los fascistas. Hay muchos ejemplos de cómo se destruye democráticamente la democracia con la manipulación electoral. Hoy millones tienen como fuente de información el Whatsapp, por ejemplo, y en Brasil, dos firmas (desde Miami y Lisboa) lograron producir fake news, con perfiles automatizados, con bots. Crean una idea que destruye la democracia. En algunos países entramos en una etapa de post democracia. Las próxima elecciones en Europa serán una prueba clave. El capitalismo ahora promueve la idea de que no es compatible con la democracia, porque este capitalismo ya no es productivo: lo vemos en la desindustralización de Argentina, Brasil y toda la región. El capital financiero global tiene como único objetivo pagar bien a sus acreedores e inversores: lo primero que hizo Macri fue pagar a los fondos buitres. Comparemos la deuda que dejó Cristina y la que hay ahora.
–En un capitalismo en reconversión ¿qué alternativa de mundo plantean las fuerzas progresistas, el socialismo?
-Hay que reconstruir la democracia. Unir a las izquierdas. Que no pase como en Europa en los ’30, que cuando se unieron fue tarde. Acabo de publicar en España un libro: «Izquierda del mundo, unios». Necesitamos dos tipos de frentes, uno democrático y amplio, incluso con gente de derecha. Y uno de izquierda, sin muchos de sus dogmatismos y sectarismo. Debemos volver a la lucha anticapitalista. Ya no se habla del socialismo del siglo XXI en América Latina. Sólo aparece en EE UU, con Bernie Sanders, con las mujeres, con los jóvenes que hablan que el “socialismo no es una palabra fea”. Hoy serían muy importante nuevas alianzas regionales, que justamente es lo que no quiere Trump.
-Hay también una creciente militarización de la región.
-Es un tema la reinstalación de bases militares. Por ejemplo la militarización de la Amazonia en Brasil. Tiene una relación muy fuerte con lo que pase con Venezuela. No pudieron invadirla aún por la política chavista de distribución de armamento. Va a ser muy difícil entrarle y tomar el poder. Aun cuando controlen Colombia, la Israel de América Latina. La relación: Israel tiene un gran poder, domina la Casa Blanca y quiere destruir a Irán, a su vez, cliente de China.
-Usted disertó sobre cómo hablarle al 1% que maneja la mayor parte de las riquezas.
-Hay dos formas: una es la de Gandhi. En 1946, Nehur estaba a favor de la reforma agraria en India, pero Gandhi no, decía que al ser hindúes, por lo tanto religiosos, los convencería de donar sus tierras, sin necesidad de reformas estatales. Soy muy gandhiano. Pero no en este caso. No se le puede pedir al 1% que manejan las riquezas que las distribuyan…
-No es nuevo la distribución de la riqueza y de los saqueos de los recursos naturales.
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