Para llegar al estudio de Alejandro Grimson hay que caminar el pasillo de un típico PH del barrio de Villa Crespo. Es una oficina no muy grande con bibliotecas en la mayor parte de las paredes. Doctor en Antropología de la Universidad de Brasilia, profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) –a la que siente como propia y de la que comenta con orgullo la labor académica en cárceles bonaerenses–, Grimson acaba de lanzar un libro que le llevó cinco años de trabajo.
Cuando arrancó se propuso estudiar en profundidad al kirchnerismo. Terminó embalado en una revisión general de toda la historia del peronismo, desde el 17 de octubre de 1945 hasta este 2019 de coyuntura cambiante y con acontecimientos que se precipitan. Grimson hizo la presentación el martes pasado, en la sala Caras y Caretas, acompañado por la socióloga e historiadora Dora Barrancos, el periodista Mario Wainfeld y el filósofo Darío Sztajnszrajber.
Como sucede también en el libro, que lleva el título ¿Qué es el peronismo? De Perón a los Kirchner, el movimiento que no deja de conmover a la política argentina, la charla con Grimson transita de modo natural entre pasado y presente. En la entrevista con Tiempo, el docente e investigador del Conicet profundiza en torno a las disyuntivas que atravesó el peronismo para hablar sobre la actualidad. Buena parte de sus reflexiones están cargadas de urgencia. Surgen varias advertencias que, se lo proponga o no, suenan como si estuvieran dirigidas a quienes encabecen las estrategias electorales del conglomerado opositor. Grimson pone énfasis en la condición «intersubjetiva» de la política y aconseja no caer en un «determinismo sociológico» que adjudica a cada votante un comportamiento uniformizado por su posición económica y social.
«Tenemos que pensar en los imaginarios, en los deseos, en las posibilidades, en las emociones. Sólo va a capitalizar la angustia que se percibe en la sociedad aquel candidato o candidata que tenga un proyecto para des-angustiar a la sociedad. Necesita entender esas angustias, dialogar con ellas y poder construir un horizonte en el que sea posible una sociedad sin esas angustias y donde los deseos múltiples tengan, por lo menos, posibilidad de desplegarse», dice. «Los peronismos en general, y el kirchnerismo en particular, tienen un desafío: repensar su relación emocional con todos los sectores de la sociedad», agrega en otro tramo de la conversación.
En el libro, Grimson contradice lecturas establecidas sobre el surgimiento del peronismo, como aquella que describe a los trabajadores que protagonizaron el 17 de octubre como miembros de una «clase obrera homogénea». «Había una gran heterogeneidad de la clase trabajadora argentina», subraya. Otra clave de su texto es la paradoja de que el imaginario social que el peronismo promovió entre los trabajadores es la autopercepción de estos como miembros de la clase media.
–En el ’45 había desigualdades hacia adentro de la clase trabajadora, pero no se pueden comparar con las que existen hoy…
–Claro. Crece la heterogeneidad. En la medida en que avanza cierta dinámica del capitalismo. Pero en este momento la pregunta que las fuerzas populares tienen que hacerse es cuál de todos los sectores sociales salió ganando con el plan económico neoliberal de Macri. La respuesta es ninguno. Los trabajadores precarizados, los trabajadores de la economía popular, los trabajadores sindicalizados que están en peores condiciones y los que están en mejores condiciones. Todos perdieron. Y las clases medias tradicionales, de profesiones liberales, también. Esto hay que relacionarlo con algo que yo desarrollo en el capítulo 8: si uno va a los mundos sindicalizados, esos trabajadores se consideran a sí mismos trabajadores y al mismo tiempo de clase media. Ojo con esto. Porque mientras que los manuales de la teoría tradicional dicen que uno pertenece a una sola clase –o sos trabajador o sos clase media– lo que muestra el análisis de la auto-percepción es que para las personas reales no son identidades excluyentes, como lo son River y Boca. Si el 80% de los argentinos se considera a sí mismo de clase media, hay que entender que clase media no quiere decir lo que significa para la teoría sociológica tradicional. Por el contrario, lo que quiere decir es: «Yo no estoy totalmente excluido». Esto supone un problema para el lenguaje de los discursos políticos de las fuerzas populares y por supuesto del peronismo. Si quieren representar sólo a los excluidos van a representar –desde el punto de vista de la auto-percepción– exclusivamente al 20% de los argentinos y las argentinas. La pregunta, entonces, es: ¿a quiénes se quiere representar? ¿Y quiénes serían los integrantes de ese «pueblo»?
–El lenguaje que se utiliza en una campaña también tiene que tener en cuenta estas auto-percepciones, sobre todo si quiero reunir una mayoría electoral…
–Esta es una cuestión central para el libro. Recordemos que fue el peronismo el que instituyó un horizonte de clase media como el imaginario deseado de los sectores populares en la Argentina. (Lo aspiracional) no es un imaginario nuevo. Al contrario, es el imaginario específicamente peronista. Nunca fue el sueño de los votantes del peronismo vivir en monoblocks. El sueño de esos votantes es vivir en su propia casa con su propio jardín. El riesgo político, o el pecado político, es el desconocimiento de cómo piensan las clases populares. Sobre todo si querés hacer política en las clases populares. Por eso yo digo que la única chance que tienen el peronismo, el kirchnerismo y las fuerzas populares en general, de representar a la gran mayoría de la Argentina, a dos tercios del país, es justamente si construyen una alteridad. Como fue la alteridad que se construyó el 17 de octubre de 1945. La que se construyó en febrero de 1946 (NdR: por las elecciones que ganó la fórmula Perón-Quijano). Hay que detectar con claridad lo Otro: que es el que está destruyendo el poder adquisitivo y las condiciones de vida. Justo en 2019 no es muy difícil detectarlo a ese Otro. En el ’45 lo que sucedió fue lo siguiente: Perón tenía un plan, que era ser el que dirigiría el Estado y desde el Estado ser el árbitro entre las dos clases. Ese plan lo anunció muchísimas veces. Pero el poder económico rechazó con violencia ese plan. Entonces, cuando las clases trabajadoras vieron que ese plan estaba en serio riesgo, con Perón preso, lo que sintieron fue «ahora vienen por nuestros derechos». Y no se equivocaban. Lo que hicieron fue salir a las calles a exigir que lo liberen a Perón.
–El famoso «queremos a Perón» del 17 de octubre…
–Todo esto explica parte de la complejidad de origen del peronismo. Porque es la combinación compleja de ese plan de Perón –conducir el Estado y desde allí ser árbitro entre las dos clases– con el rechazo violento de los poderes económicos a ese plan, más la intervención activa y masiva de la multitud ocupando la ciudad de Buenos Aires. Luego, en febrero del ’46, Perón gana las elecciones. Con Braden o Perón. ¿Por qué? Porque Estados Unidos hace una intervención abierta en todo el proceso político, con el Libro Azul. Y él contesta con el Libro Azul y Blanco. Es un contraataque de enorme lucidez estratégica. Mucha gente, con la aparición del Libro Azul, hubiera retrocedido y se hubiera asustado. Perón hizo un contraataque magistral en términos políticos. Pero gana por un porcentaje que no es apabullante. No saca el 60%. Enfrente había un Otro. ¿El Otro quién era? Los Estados Unidos. Muchos años después, en el ’73/’74, nos encontramos con otro escenario. El mito se hace realidad: 18 años luchando por la vuelta de Perón y Perón vuelve. Pero a partir de eso, erróneamente, por todo lo que se desencadena, se cree que el peronismo va a gobernar por muchos años. Y entonces la disputa del sistema político se reconfigura en torno a quién se queda con ese poder. Deja de haber una Alteridad política. Ese es el riesgo que enfrentamos hoy. El gran riesgo de hoy es si el peronismo, o los peronismos, se ubican en la disyuntiva del ’46 o en la del ’74. Si van a lidiar una guerra entre ellos perdiendo de vista la Alteridad, con el riesgo que implicaría la continuidad del proyecto neoliberal. O si van a hacer una articulación de toda la heterogeneidad de los peronismos, de las clases trabajadoras, con todas sus desigualdades y con las clases medias, para presentar una oposición clara frente al riesgo que implica lo Otro: la continuidad del neoliberalismo. Hoy estamos viviendo un riesgo muy serio. Está en juego el Estado de Derecho en la Argentina, claramente. Por eso yo creo que hoy es necesario articular un frente diverso y heterogéneo contra el neoliberalismo y contra el autoritarismo que viene a destruir la democracia.
–¿Por qué, en su opinión, está en riesgo el Estado de Derecho?
–Hay una distribución generosa de prisiones preventivas a dirigentes opositores. La prisión preventiva es un instrumento que priva de la libertad a personas que según la Constitución Nacional son inocentes porque no se ha comprobado lo contrario. Y esa distribución generosa es para todos los dirigentes opositores y no es nunca, jamás, en ningún caso, para un dirigente oficialista. Si ellos (por Cambiemos) vuelven a triunfar todo esto se va a radicalizar. Todos estos rasgos autoritarios se van a radicalizar. Se está abriendo un proceso –para llamarlo de alguna manera– de bolsonarización. Por eso creo que hay poco tiempo. Hay que entender la urgencia del momento. Y eso implica tratar de articular las diversas candidaturas, como se pudo hacer en muchas provincias. Hay gente que está trabajando en eso. Pero es muy importante que eso se dinamice y se concrete lo más pronto posible. Porque, insisto, es muy urgente. Y porque, además, no se trata sólo de candidaturas sino de todo lo que veníamos conversando antes. Entender que, más allá de quién sea –aunque, obvio, para el peronismo nunca va a ser un tema menor quién sea o quiénes sean los candidatos–, también es clave que las fuerzas que se opongan al neoliberalismo sean fuerzas capaces de interpelar a toda esa sociedad múltiple y heterogénea. «