El presidente habló ante la asamblea general de Naciones Unidas en el segundo día de su gira por EEUU.
Sr. Presidente:
Muchas veces en la historia, los magnicidios han sido prólogos de grandes tragedias. Fundados en el rechazo o el odio hacia las víctimas, quienes perpetraron semejantes acciones quebrantaron la paz pública y abrieron las puertas a enormes disputas sociales. Pueblos enteros sucumbieron detrás de esos profetas del odio.
Por eso mismo, poniendo en valor la racionalidad propia de la convivencia democrática, quiero comenzar estas palabras agradeciendo la solidaridad que la Argentina ha recibido del mundo entero por el intento de magnicidio perpetrado contra nuestra Vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
En la Argentina el intento de asesinar a la Vicepresidenta no solo afectó la tranquilidad pública. También buscó alterar una virtuosa construcción colectiva que el año entrante cumplirá cuatro décadas de vida. En 1983 recuperamos la democracia e iniciamos un largo ciclo histórico en el cual alternaron en el gobierno distintas fuerzas políticas.
Los argentinos construimos el acuerdo del “Nunca Más” al terrorismo de Estado y a la violencia política. Valoramos la democracia como un modelo de desarrollo social que exige respetar al otro en la diversidad. Estoy seguro que la violencia fascista que se disfraza de republicanismo no conseguirá cambiar ese amplio consenso al que adhiere la inmensa mayoría de la sociedad argentina.
Aprovechando la desazón que generó la pandemia y los efectos económicos de la guerra, los discursos extremistas y violentos proliferaron y encontraron tierra fértil para sembrar el sentimiento antipolítico en nuestras sociedades. Guardar silencio ante semejante evidencia puede conducirnos a poner en crisis el mismo Estado de Derecho.
Quienes buscan debilitar y erosionar las democracias, tienen intereses específicos que los lleva a promover la polarización extrema. No aceptemos resignados esa situación. Generemos un enérgico rechazo global a quienes promueven la división en nuestras comunidades.
Esta Asamblea General, es quien debe ver a tiempo las señales de alerta que hay en el planeta. Como sobrevivientes de una pandemia que azotó a la humanidad enfrentamos una disyuntiva. O aprendemos las lecciones de esa experiencia dramática o el mundo se encaminará a situaciones de enfrentamientos cada vez mayores.
La pandemia transparentó las enormes desigualdades que soporta la población mundial.
¿Es justo que la fortuna de solo 10 hombres representen más que los ingresos del 40 % de la población mundial?
¿Es ético que la pandemia se haya cobrado cuatro veces más vidas en los países más pobres que en los ricos?
No denunciar este modelo de acumulación que concentra el ingreso en pocos mientras millones quedan sumergidos en la pobreza, puede volvernos cómplices en la consolidación de tanta desigualdad.
Estamos a tiempo de frenar varias de las amenazas que enfrenta la humanidad. Las injusticias que observamos sólo se agravarán si las posiciones extremas se instalan, si las guerras se sostienen en el tiempo profundizando el hambre y si una inflación persistente termina por corroer los ingresos de los más débiles.
Debemos trabajar de un modo mancomunado y solidario. Debemos robustecer un multilateralismo cooperativo que nos asegure el fortalecimiento del Estado de Derecho, el imperio de la no violencia y una mayor equidad para reducir las brechas sociales.
Para enfrentar semejantes desafíos, debemos recuperar el imperio de la paz. Siempre hemos pregonado la solución pacífica de las controversias. Es imperioso que cesen todas las hostilidades desatadas. Por ese motivo, necesitamos trabajar unidos para imponer el diálogo y recuperar la paz en la disputa iniciada con el avance militar de la Federación Rusa sobre el territorio de Ucrania.
Mientras buscamos alcanzar el horizonte de la pacificación global, debemos abandonar las prácticas económicas y financieras que el mundo desarrollado exige cumplir al mundo que intenta desarrollarse. Sostener este presente, solo incrementará la pobreza y la marginalidad. Si no cambiamos no podremos edificar sociedades más justas y libres, estables, comprometidas con sus instituciones.
Las naciones endeudadas padecen mucho más los efectos del sistema establecido. Argentina está entre ellas. Por eso, quiero dar gracias a todos los Estados que nos apoyaron y nos apoyan en el complejo proceso de renegociación de nuestra deuda externa.
Es un endeudamiento que mi gobierno no generó pero que afronta con toda seriedad. Nuestros criterios son conocidos. Responden a lo dispuesto por esta Asamblea General en la Resolución 69/319 de 2015, cuando dispuso que las reestructuraciones de las deudas soberanas deben hacerse promoviendo el crecimiento sostenido e inclusivo, minimizando los costos económicos y sociales, garantizando la estabilidad del sistema financiero internacional y respetando los derechos humanos.
Aun cuando reclamamos que se cambien los paradigmas que rigen el sistema financiero internacional, sostenemos los mismos propósitos que animan los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de las Naciones Unidas.
La seguridad alimentaria debemos garantizarla a todos los habitantes del planeta. No podemos transitar este tiempo con hambrunas. Los recientes informes de la FAO alertan sobre el impacto de la excesiva volatilidad de los precios de algunos alimentos y sobre la alteración de los mercados de insumos que influyen en la producción de los mismos. Todo esto tuvo y tiene un efecto importante en el aumento de la inflación mundial. Todo va en detrimento de los más postergados.
La Argentina cumplirá su rol como productor y exportador confiable de alimentos nutritivos y de calidad. También como proveedor de tecnologías aplicadas a la producción de alimentos para mejorar su rendimiento.
Debemos garantizar un sistema de comercio internacional de productos agrícolas más justo, transparente, equitativo y previsible. Si consolidamos ese sistema, los países productores de alimentos podrán hacer las inversiones necesarias para aumentar la producción y contribuir a paliar el hambre.
Así como debemos garantizar la seguridad alimentaria, debemos acceder en condiciones de seguridad y previsibilidad a la energía. Argentina seguirá estando presente para contribuir a enfrentar ese gran desafío. Estamos incrementando la producción para proveer al mundo de energías limpias y de aquellas que, como el gas natural, permitan reducir las emisiones de carbono durante la transición.
Contamos con la segunda reserva mundial de gas no convencional y la cuarta de petróleo no convencional. Contamos con una gran reserva de litio y con el potencial para desarrollar la energía solar y eólica, así como el hidrógeno de bajas y nulas emisiones.
Trabajamos para garantizar que este camino de sostenibilidad ambiental y seguridad alimentaria y energética sea posible. Pero todo esfuerzo será en vano si no transitamos ese camino en un marco de desarrollo económico y social más equitativo.
Con esa convicción, desplegamos nuestras capacidades industriales y generamos valor agregado a lo largo de toda la cadena de producción. Debemos insertar en cada una de ellas a nuestros proveedores industriales, científicos y tecnológicos. La producción que convoca al trabajo digno es el camino que elegimos para desarrollarnos.
Así como estamos obligados a buscar un desarrollo que llegue a todas y todos, la situación ambiental de nuestro planeta nos exige con urgencia una acción firme y decidida en favor de las generaciones futuras. Los problemas ecológicos necesitan el involucramiento de todos. Precisan una relación constructiva entre Estados y sociedades. Una asociación vital, sin la cual el desarrollo sostenible se vuelve ilusorio.
Cuestiones impostergables como el cambio climático, la biodiversidad y la contaminación por plásticos, convocarán nuestros esfuerzos con la esperanza de poder construir consensos amplios para asegurar la preservación del planeta y de la humanidad.
No todos somos igualmente responsables de la crisis climática. Ni América Latina y el Caribe ni África revistan en la primera línea de emisión de carbono. Las responsabilidades definitivamente deben ser diferenciadas y ello exige aliviar en la emergencia el esfuerzo de quienes no fueron culpables.
Sr. Presidente:
Queremos seguir fortaleciendo la tradición de Argentina basada en los principios del Derecho Internacional Humanitario, en el respeto irrestricto de la soberanía de los Estados, en la autodeterminación de los pueblos, en la perspectiva de género y en la cooperación.
Desde la CELAC, ejerciendo la presidencia pro tempore, consolidamos los principios de colaboración, promovemos el pluralismo democrático y fomentamos la Cooperación Sur-Sur y triangular.
La Argentina tiene una activa presencia en las operaciones de mantenimiento de la paz, instrumento esencial de la Organización de las Naciones Unidas. Seguiremos en ese camino.
Quiero llamar la atención por la utilización de medidas unilaterales de coerción. De acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, las únicas sanciones legítimas son aquellas impuestas por el Consejo de Seguridad para hacer cumplir sus decisiones en materia de mantenimiento de la paz y la seguridad. En virtud de ello, Argentina se suma al reclamo de los pueblos de Cuba y Venezuela para que se levanten los bloqueos que esas naciones padecen.
Sr. Presidente:
Quiero agradecer a todos los Estados miembros por haber confiado en la Argentina para ejercer la presidencia del Consejo de Derechos Humanos durante este año.
Para nosotros, la defensa de los derechos humanos forma parte de nuestra identidad y de nuestra historia. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo nos enseñaron a persistir y a luchar. Ellas nos marcaron el camino para que, con voluntad política y consenso social, pudiéramos llevar a cabo un proceso de erradicación de la impunidad único en el mundo, basado en la memoria, la verdad y la justicia.
Con ese mismo espíritu, nuestro país ha ampliado los derechos ciudadanos generando leyes y políticas públicas promotoras de la igualdad de las mujeres y diversidades, desde un enfoque interseccional, intercultural y de derechos humanos.
La igualdad social tan declamada, reclama que todos podamos acceder a las ventajas que ofrece el presente. En la era digital en que vivimos, consideramos que es prioritario universalizar el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación y promover acciones que reduzcan las brechas de desigualdad que hoy se ven.
La ONU es el ámbito propicio para que la comunidad internacional encuentre los acuerdos necesarios que garanticen mantener un ciberespacio libre, abierto, estable, seguro y sobre todo pacífico, donde desde el anonimato no se siembre el odio y la violencia.
Sr. Presidente:
La Argentina condena al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones. Deben ser combatidos en el marco del estado de derecho y del pleno respeto al derecho internacional.
Seguimos luchando contra la impunidad, investigando los atentados que sufrimos en 1992 a la Embajada de Israel y en 1994 a la sede de la AMIA, que se cobraron la vida de 107 personas y cientos de heridos. Queremos que los responsables de tan atroces ataques sean identificados, juzgados y eventualmente condenados.
Una vez más, instamos a la República Islámica de Irán a que coopere con las autoridades judiciales argentinas para avanzar en la investigación del atentado contra la AMIA. También instamos a la comunidad internacional, a que nos acompañen en nuestra lucha evitando recibir o cobijar a cualquiera de los imputados aun cuando gocen de inmunidad diplomática. Debemos recordar que sobre ellos pesan solicitudes de captura internacional y alertas rojas de Interpol.
América Latina y el Caribe forman una región de paz. Trabajamos para que también sea más justa e igualitaria. Sabemos de la ventaja comparativa formidable que tiene el MERCOSUR en particular y toda América Latina en general, en la producción de alimentos y en la provisión de energía de manera sostenible.
Tenemos una gran oportunidad para desarrollarnos. Si mejoramos la calidad de vida de nuestra gente mediante la creación de empleo genuino, podremos erradicar los bolsones de pobreza que hoy persisten en nuestras sociedades.
Sr. Presidente:
Quiero reafirmar los legítimos e imprescriptibles derechos de soberanía de la República Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Forman parte del territorio nacional argentino y se encuentran ocupados ilegalmente por el Reino Unido desde hace ya casi 190 años.
El pedido formulado a través de la resolución 2065 del año 1965 se ha mantenido vigente y ha sido renovado en múltiples ocasiones.
El Reino Unido persiste en su actitud de desoír el llamado a reanudar las negociaciones respecto de la disputa territorial. Más aún: agravó la controversia por sus llamados a la explotación ilegal de los recursos naturales renovables y no renovables en el área. La acción es contraria a la resolución 31/49 de esta Asamblea. También insiste con la injustificada y desmedida presencia militar en las Islas, que no hace más que traer tensión a una región caracterizada por ser una zona de paz y cooperación internacional.
Solicitamos al Secretario General que renueve sus esfuerzos en el cumplimiento de ese mandato y que el Reino Unido se avenga a acatar el llamado de la comunidad internacional y ponga fin a esta anacrónica situación colonial.
En este contexto, deseo reiterar la plena disposición de mi país de retornar a la mesa de negociaciones y buscar una solución que permita poner fin a esta prolongada disputa de soberanía.
Sr. Presidente:
Vivimos en un mundo donde las injusticias y desigualdades se incrementan. Al mismo tiempo, crecen los riesgos para las democracias, se resquebraja la paz y se potencia la incertidumbre.
Tenemos un deber ético impostergable. Es ahora. Debemos trabajar e implementar acuerdos globales efectivos que erradiquen el hambre, que reduzcan de modo drástico las desigualdades, que aseguren la estabilidad democrática, la paz y la convivencia.
La humanidad está en riesgo. Con humildad, la Argentina extiende un llamamiento a todos los países del mundo para construir un nuevo paradigma global que asegure la prosperidad con justicia social.
Muchas gracias.
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