El presidente desafió todos los pronósticos opositores. Desarrolló una política cruel y sin embargo construyó músculo político para la etapa que viene. La mesa chica, clave del proceso.
Siempre respetando la palabra final del presidente, hace 365 días que cada paso del gobierno se define en una mesa tripartita en la que sólo se sientan el primer mandatario, su hermana Karina y el asesor Santiago Caputo. Casi como si se tratase de un sólo cerebro, el Triángulo de Hierro confecciona las ideas que luego un segundo círculo de cercanía se encarga de acondicionar y poner en marcha.
Este pequeño grupo de funcionarios trabaja día y noche para cumplir los más alocados deseos presidenciales. Se trata de alfiles que llegaron a la gestión pública por primera vez de la mano del libertario y tienen, en su mayoría, un muy estrecho vínculo con el principal asesor presidencial. El caso más concreto es el de la secretaria de Planeamiento Estratégico, María Ibarzabal.
Fuertemente respetada en la estructura libertaria, la abogada está a cargo de la confección de todos los proyectos de ley que el oficialismo lleva al recinto. Desde la Ley Bases a la eliminación de las PASO, la amiga personal de Caputo analiza en detalle la redacción de los proyectos que escriben una decena de jóvenes abogados que trabajan bajo su órbita en el primer piso de la Rosada. Ibarzabal cumple el rol de una virtual secretaria Legal y Técnica, dejando a Javier Herrera Bravo dedicado a sólo cuidar la firma del presidente en los festivales de DNU que gustan llevar adelante.
Desde su llegada a la gestión trabaja codo a codo con el vicejefe de gabinete, José Rolandi, el único sobreviviente de la estructura de Nicolás Posse, el segundo ministro en ser eyectado de la gestión. “Cochi”, como lo apodan en su círculo íntimo, se convirtió en uno de los nexos más importantes entre la Casa Rosada y la oposición, siendo un factor fundamental para conseguir los apoyos necesarios para aprobar las últimas leyes que el Ejecutivo envió al Congreso en los últimos días. A ellos se les suma el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, el principal operador judicial del oficialismo. El ex empleado de la Corte es el encargado de llevar adelante la ambiciosa reforma jurídica que el gobierno busca alcanzar poniendo a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla en el supremo tribunal y reformando el código procesal penal, mientras un agotado Mariano Cúneo Libarona ruega que lo dejen ir.
Aunque todavía con ganas de estar activo, el rol de la jefatura de Gabinete, ejercida por Guillermo Francos, también sufrió modificaciones. A pesar de su capacidad conciliatoria, que expuso en las decenas de reuniones que mantuvo durante los primeros seis meses de gestión para aprobar la Ley Ómnibus, la cualidad no es particularmente reconocida por las altas esferas de la gestión. Si bien el exfuncionario del BID continúa formando parte de la llamada “mesa chica del gobierno”, alguien más está ejerciendo el rol con el que fue bendecido.
El adolescente que gustaba de agarrarse a trompadas dentro de un local de comida rápida en Belgrano casi dos décadas después se convirtió en el jefe de Gabinete en las sombras de un gobierno libertario. Santiago Caputo conoció a Milei en 2021 y desde ese momento supo que aquel economista con un temperamento notablemente alterado sería el próximo presidente. La relación entre ambos se extrapola a algo más que una simple amistad. Comparten un vínculo simbiótico en el que las ambiciones de uno se construyen con las ideas del otro. Todo, bajo el estricto control del vértice más importante del Triángulo de Hierro, Karina.
A diferencia de su hermano, quien al día de hoy reniega de sus responsabilidades como el hombre más importante de la República, El Jefe aprendió en tiempo récord a manejar los hilos del noble arte. Apuntalada por Eduardo ‘Lule’ Menem y Sebastián Pareja, alumnos destacados de la academia de rosca menemista, Karina trabaja con una lógica diametralmente opuesta a la de su compañero de banco. Mientras él se obsesiona con Las Fuerzas del Cielo y la construcción de una narrativa digital abrazada a la violencia, ella dialoga y camina el interior con el manual de campaña tradicional bajo el brazo. Los choques son, inevitablemente, cada vez más notorios.
El manejo de la juventud y su rol en la consolidación del espacio es el principal punto de quiebre entre ambos vértices. No son pocas las fuentes que reconocen que Karina habría hecho saber su descontento ante la creación de la orga que tiene como líderes a Daniel Parisini, conocido digitalmente como Gordo Dan; el legislador Agustín Romo; el secretario de Cultura, Nahuel Sotelo y al director titular de Intercargo, Lucas ‘Sagaz’ Luna. “No son buenos los exabruptos”, dijeron cerca de la hermana presidencial sobre la sobreexcitación que no esconden los miembros honoríficos del Salón de los Próceres.
Lejos de sólo moverse con trascendidos, Karina juega a fondo. Desde hace varias semanas sumó a sus apariciones públicas la compañía de Sharif Menem, director general de la Secretaría Privada de la Presidencia de la Cámara Baja, su elegido para conducir la juventud. El presidente, mientras tanto, no se mantiene al margen. “Yo no voy a streamings, pero “La Misa” se ganó un lugar en el corazón”, dijo esta semana. El respaldo al Gordo Dan y, por transferencia, a Caputo, todavía retumba en las paredes del Hilton.
Con este nada inocente apoyo al tuitero, además, el presidente dejó expuesto a su vocero y potencial candidato a senador, Manuel Adorni. El encargado de llevar las riendas de la comunicación del gobierno mantiene una pelea silenciosa con el ejército de Caputo, quienes en varias ocasiones le ganan la pulseada a la hora de anunciar nuevas medidas y/o noticias importantes para la gestión. En la división de bienes, el experiodista quedó del lado del karinismo, una instancia que despoja de toda culpa al asesor presidencial que gusta tanto de “limar” a sus cercanos como de hidratarse con Mango Loco.
A pesar de los desencuentros, los une el espanto. Ambos quieren ampliar lo más posible el cerco perimetral que evita que Mauricio Macri desembarque en un gobierno que, aunque fuerte en lo político, continúa con una evidente debilidad institucional que el calabrés promete poder recuperar. Si bien dentro de la estructura mileísta reconocen que el Pacto de Acassuso fue un envión importante para alcanzar los votos necesarios para dar vuelta el balotaje, están convencidos de no necesitar al expresidente en la mesa.
Los números acompañan esta teoría. La imagen del presidente no sólo se mantiene por arriba del 45% -en algunas mediciones incluso supera el 50%-, sino que además logró quedarse con gran parte del electorado del PRO, totalmente obnubilado por la potencia del león. En las últimas encuestas en las que se midieron posibles escenarios electorales en la Provincia de Buenos Aires, el macrismo no supera los 5 puntos de intención de voto.
En la cabeza de Caputo no hay margen para concretar una fusión entre espacios. Dicen quienes lo conocen que no está dispuesto a ceder el sello de La Libertad Avanza para rescatar al PRO y que, por el contrario, quienes deseen competir deberán acoplarse al oficialismo. El plan electoral de la mesa chica es simple. Bienaventurados serán todos aquellos que se alineen a la figura del supremo y juren lealtad dentro y fuera del palacio. Afuera quedarán quienes expongan sus ambiciones por sobre el proyecto. Incluso si se trata de la vicepresidenta.
La relación entre los Milei y Victoria Villarruel atraviesa su peor momento. No sólo el vínculo está completamente roto, sino que desde el edificio de gobierno reconocen que no hay voluntad alguna por recuperarlo. La agenda separatista de la presidenta del Senado, sus recorridas a solas por las provincias y su latente vínculo con Macri aumentaron la desconfianza que ya había iniciado horas antes del cierre de listas del 2023. Javier Milei cerrará su primer año de gestión alejado del panorama catastrófico que la oposición auguraba desde enero. Centrado en los logros de la macroeconomía y el «control» de la inflación, el presidente tendrá su propio mensaje de fin de año por cadena nacional, donde repasará sus logros de gestión. Esquivando las acusaciones de un pacto con el kirchnerismo, el león peinará su pelaje y saldrá a escena a demostrar lo que ningún partido pudo en los últimos años: músculo político. «
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