El presidente de Colombia, Iván Duque, puso fin el viernes al moribundo proceso de paz con el ELN en Cuba tras la explosión de un coche bomba en Bogotá atribuido a ese grupo guerrillero, y lanzó una velada advertencia a Venezuela y a La Habana, países en los que, según el gobierno, se refugian líderes rebeldes.
Al día siguiente del ataque que mató a 20 jóvenes estudiantes de una academia policial y al presunto atacante, Duque anunció la reactivación de las órdenes de captura contra los negociadores de paz del ELN.
«He ordenado el levantamiento de la suspensión de las órdenes de captura a los diez miembros del ELN que integraban la delegación de este grupo en Cuba y he revocado la resolución que creaba las condiciones que permitan su permanencia en ese país», afirmó. Esto significa, agregó, «la terminación inmediata de todos los beneficios otorgados a ellos en el pasado por el Estado y la activación de las circulares rojas de la Interpol» para su ubicación y captura.
Por el momento, la guerrilla no se ha pronunciado sobre las acusaciones en su contra ni sobre la decisión del mandatario, que cuando asumió el poder en agosto había dejado en suspenso los diálogos que sostenía su antecesor Juan Manuel Santos con el ELN desde 2017, primero en Quito y luego en La Habana.
Anfitrión y garante de las frustradas negociaciones de paz, el gobierno de La Habana aseguró el viernes que cumplirá con los compromisos fijados ante la ruptura de las conversaciones abiertas en 2017 y que pretendían acabar con un alzamiento armado de más de medio siglo. Según Duque, Cuba no debería ofrecer ninguna garantía a los rebeldes, puesto que su gobierno no se sentó a la mesa de negociaciones precisamente a la espera de que «liberaran a los secuestrados y que cesaran los ataques terroristas».
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, dijo más tarde vía Twitter que el ministerio de Relaciones Exteriores «actuará en estricto respeto a los Protocolos del Diálogo de Paz firmados entre el Gobierno (de Colombia) y el ELN, incluido el Protocolo en Caso de Ruptura de la Negociación».
Según Duque, el gobierno redoblará la persecución a los guerrilleros y denunciará a «cualquier Estado que brinde respaldo o permita la presencia de miembros de este grupo en su territorio».
El mensaje supone en la práctica una notificación a Venezuela, donde según autoridades colombianas se esconden líderes del ELN.
Desde que Iván Duque asumió la presidencia en agosto, las denuncias sobre presencia de mandos del ELN en territorio venezolano han agriado aún más la disputa entre Bogotá y Caracas, que prácticamente no mantienen relaciones diplomáticas desde mediados de 2017.
Colombia ha acusado a Venezuela de albergar a los rebeldes y ha pedido al gobierno de Nicolás Maduro hacer efectivas las órdenes de captura internacionales en contra de comandantes guerrilleros. Caracas niega que haya rebeldes en su territorio, en unas acusaciones que vienen desde la presidencia de Álvaro Uribe (2002-10).
«El ELN tiene mucha tropa en esa zona. Entonces Venezuela va a ser un factor, para bien o para mal, determinante», apunta Ariel Ávila, de la Fundación Paz y Reconciliación.
Sin embargo, según el investigador Ronald Rodríguez, el ELN no sólo tiene presencia en Venezuela, sino que ha expandido recientemente sus actividades en varios estados venezolanos con la benevolencia del chavismo. Esto hace poco probable que mandos rebeldes puedan ser detenidos y extraditados en un proceso de cooperación, agrega el internacionalista del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.
Por ese motivo, añade, Colombia podría tratar de llevar la situación «a escenarios multilaterales como la OEA, donde se reclame al Estado venezolano una acción concreta contra este grupo», considerado terrorista por Estados Unidos y la UE.
Venezuela fue acompañante en los diálogos de paz con las FARC y garante en los del ELN, aunque Duque les revocó esta condición en septiembre.
El mandatario encabeza la oposición internacional contra el gobierno de Nicolás Maduro, quien acusa a Colombia de participar en un complot con EE UU y Brasil para derrocarlo y asesinarlo. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dio un primer aviso: «Nos gustaría que Venezuela no diera guarida, protección, a esos terroristas del ELN.»
Simultáneamente, la fiscalía reiteró las denuncias de que líderes del ELN se refugian en Venezuela. El líder chavista Diosdado Cabello negó la implicación de Caracas y condenó el ataque. «Los lacayos del imperialismo señalan a Venezuela, no tenemos nada que ver en esa guerra», afirmó.
Con unos 1800 combatientes y una extensa red de apoyo en ciudades, el ELN se alzó en armas en 1964 y es la última guerrilla reconocida en Colombia. Duque había impuesto condiciones de diálogo que fueron rechazadas por la guerrilla: cese definitivo de «actividades criminales» como el secuestro y los ataques a la infraestructura petrolera.
Aun así, los rebeldes insistían en retomar las conversaciones sin exigencias.
«El proceso estaba prácticamente acabado» y el ataque presuntamente perpetrado por el ELN «es una declaración de guerra», afirmó Ariel Ávila, de la Fundación Paz y Reconciliación.
Aunque los expertos apuntan a un escalamiento en el conflicto, también advierten de la limitada capacidad de fuego del grupo guevarista, que no se acerca a la que alguna vez tuvieron las disueltas FARC.
«Uno no puede hacer balances de fuerza a partir de acciones como esta (el atentado en Bogotá), que no requieren realmente de un esfuerzo militar considerable», explica el investigador Camilo Echandía, de la Universidad Externado.
Gobierno y expertos coinciden en que el ELN ocupó espacios dejados por las FARC e incluso reclutó disidentes, pero están lejos de tomar el poder. Sus acciones se centran principalmente en secuestros y ataques a la infraestructura petrolera.
Echandía sostiene que el haber trasladado los explosivos desde Arauca hasta Bogotá para el ataque del jueves es una señal de que el ELN no tiene la «posibilidad de hacer atentados en el centro del país a partir de sus propias fuerzas».
«Tiene que venir desde su sector más fuerte», que es el ubicado en la zona fronteriza con Venezuela, de donde provenía el autor material, agregó. Allí manda el comandante «Pablito», considerado de la línea dura opuesta a negociar una salida política al conflicto. El líder rebelde concentra buena parte de la capacidad militar del ELN además del control de esa región petrolera. A la imposición de la línea dura dentro de la guerrilla de la que alertan los expertos, se suma la dificultad histórica para negociar por su estructura federal, que concede vocería a cada frente y dificulta su unidad de mando.