Aislar. El verbo, con tintes carcelarios, se hizo cuerpo en los protocolos sanitarios desde que comenzó la pandemia por el maldito Covid-19. Aún sin vacuna ni tratamiento efectivo, las personas que se contagian son apartadas de la sociedad, separadas de sus familias. Incluso estigmatizadas. Aislarse es sinónimo de calvario.

¿Es posible resignificar el aislamiento? “Ese fue el primer desafío a la hora de crear este espacio. Repensar la lógica del aislamiento. Humanizar al destinatario y construir un vínculo social”, destaca Laura Braiza, directora del Parque Sanitario Tecnópolis, durante la recorrida por el emblemático predio de Avenida de los Constituyentes y General Paz. Antes de ingresar en una de las naves, la joven concejala de Vicente López se acomoda el barbijo con la imagen de Evita que siempre la protege, y agrega: “En el parque se unen la salud, la contención social y la solidaridad. Son las tres patas de un Estado activo, que cuida. Es muy fuerte tener que aislarte, dejar tu casa, el trabajo, ir a un espacio donde no conocés a nadie. El desafío entonces es enorme, con un dispositivo inédito por la escala y los recursos”.

Con la llegada de la peste al país, el predio de Villa Martelli, consagrado a la tecnología, la ciencia y la cultura, devino  en un espacio dedicado al cuidado de la salud de las personas con síntomas leves y asintomáticas, que pueden ser más de un 60% de los casos, pero que son también los más difíciles de identificar y convencer para que se aíslen.

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(Foto: Edgardo Gómez)

Cómodo, Tecnópolis es el parque sanitario más grande de la Argentina en la lucha contra la pandemia: dedica 12 de sus 52 hectáreas al dispositivo, una superficie cubierta de 28 mil metros cuadrados. Bajo la tutela de los ministerios de Salud de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires, con la gestión de la Cruz Roja Argentina, cobija 2000 camas (350 listas y un promedio de 40 ocupadas) distribuidas en 821 habitaciones. El Ejército y los Cascos Blancos participaron de la puesta a punto y la logística. Cuenta con farmacia y áreas recreativas donde se brindan talleres de manualidades, yoga, mesas de ping pong, videojuegos y aceitados metegoles. La cultura tiene su lugar, con una sala de cine centrada en films nacionales y una biblioteca con 12 mil volúmenes, donados por el Plan Nacional de Lectura, la Biblioteca del Maestro y la del Congreso. Incluye una colección especial dedicada a la siempre vigente Mafalda. ¿Qué diría Libertad sobre el aislamiento?

Antes de ingresar a la zona verde, donde transitan los profesionales y voluntarios del operativo sin las estrictas medidas de bioseguridad que exigen las áreas amarilla y roja, Braiza aporta: “También tenemos 7000 metros de parque, y en días de sol se puede salir a caminar por los sectores permitidos. No venís a estar encerrado en un cuarto de 3×5 los cuatro o cinco días que te tocan pasar en Tecnópolis. La gente llega con temor y muchas dudas, hubo desinformación y también estuvieron las imágenes del predio de Costa Salguero, donde hubo problemas. La respuesta cuando dejan el parque para volver a sus casas es de agradecimiento. Salen por el arco de Tecnópolis. Es su triunfo. Le ganaron al coronavirus”.

Un mimo de la salud pública

Inundaciones, incendios, deslizamientos de tierra. Con décadas de trabajo en la Cruz Roja, Daniel Russo le hizo frente a catástrofes de todo color. “Pero este escenario es distinto –resalta–. No es el agua, no es el fuego. Tuvimos que adaptarnos y capacitarnos”. Ante un enemigo invisible, la información e instrucción son claves para cuidar la salud de las personas contagiadas y de los trabajadores que los cuidan. “El principal desafío es la bioseguridad. La primera misión del rescatista es no convertirse en víctima”, precisa Russo.

En el espacio previo al ingreso a la zona roja, médicos, enfermeros y operadores sociales siguen al pie de la letra el protocolo. Camisolín, antiparras, pantalla facial, guantes, barbijo, overoles, botas: “Yo me siento más seguro acá que cuando vengo en el colectivo”, aclara Federico, voluntario de la Cruz Roja. Fiorella, voluntaria scout, destaca el compañerismo y sueña: «Pasa todo esto y festejamos con un asado”.

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(Foto: Edgardo Gómez)


Agustina Seihlan es psicóloga. Fue convocada para coordinar el abordaje psicosocial: “La clave es la mirada multidisciplinaria. Establecer un vínculo y acompañar. Que se sientan cuidados. Las personas llegan con la angustia de la enfermedad y también con sus derechos vulnerados después de cuatro años de abandono. Falta de trabajo, de acceso a la salud, malas condiciones habitacionales. Muchas veces la persona aislada es el sostén del hogar. Por eso articulamos también en el territorio y se asiste a familiares”.

Erika y Mariano coordinan a los operadores sociales. Pusieron el cuerpo en las barriadas populares durante el macrismo: “Acá vienen nuestros vecinos. Este espacio es un derecho ganado. Tener una ducha caliente, una cama confortable en este tiempo difícil, después de tanto olvido, es un mimo de la salud pública”.

El doctor Juan Cruz Diez Beltrán está curtido en batallar pandemias. Estuvo en Sierra Leona y Mozambique peleándole al ébola y al VIH. Acaba de dar un taller para los pacientes que dejan el predio: “Es clave sacarles el miedo, necesitan herramientas para volver al barrio informados. Para sacarse el estigma y que cuiden a su comunidad. Así se resignifica la experiencia, porque vuelven con oro en sangre. Pueden donar plasma. Salvar vidas”.  «

«Llegué y se me fueron todos los prejuicios»

Ya lograron salir de la zona roja del aislamiento, cumplieron con los protocolos desinfectantes en la amarilla y, apostados en la zona verde, piden pista para dejar Tecnópolis.

Son tres muchachos los que egresan esta tarde del parque sanitario de Villa Martelli. Vuelven a casa y al afecto de los suyos. Confiesan que una sonrisa radiante se les dibuja abajo del barbijo. Están curados.


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(Foto: Edgardo Gómez)

Cristian Rodríguez es vecino de San Fernando. Arrancó con algo de fiebre, y después perdió el olfato y también el gusto (disgeusia), algo que les ocurre a seis de cada diez infectados. El hisopado confirmó todos sus temores: positivo de Covid-19. “Estaba con miedo, pero me cuidaron mucho –cuenta–. Cuando me dijeron de venir a Tecnópolis, tenía prejuicios. Sin embargo, desde que llegué se cayeron todos los mitos. Me cuidaron más que mi vieja. Me saco el sombrero y voy a estar agradecido toda la vida”.

Gabriel Farías se enfermó el jueves 16 de julio. Reclama que la obra social miró para otro lado cuando le pidió asistencia: “Me dejaron a pata. Menos mal que la salud pública se acuerda de nosotros. No me alcanzan las palabras para contar lo bien que nos atendieron. También cómo asistieron a mi familia”.

Antes de partir, Arnaldo Andrés deja un mensaje a los trabajadores del predio donde por estos meses la ciencia le deja paso a la salud: “Sé que se exponen, que ponen el cuerpo. Gracias por estar, por cuidarnos. Siempre”. El aplauso final es para los que le ganaron al virus. También para los que la siguen peleando.