El 31 de enero de 2009 desapareció Luciano Arruga. Su hermana Vanesa y un grupo de familiares y amigos lo empezaron a buscar en un derrotero similar al que más de 30 años antes habían hecho los familiares de los desaparecidos. Y si bien no llegaron a golpear la puerta de las iglesias o de las Fuerzas Armadas, pudieron sentir la indiferencia del Estado, incluidos todos sus estamentos gubernamentales, para esclarecer la desaparición forzada de Luciano. En octubre de 2014 su lucha los llevó a encontrar los restos del menor (tenía 16 años) enterrados sin identificación en el cementerio municipal. Unos meses antes, Vanesa y el grupo conocieron a Ana Fraile y Lucas Scavino, que se acercaron a ellos para proponerles “hacer una especie de demo para un programa de Al-Jazeera que se llama Witness; tenía que ser una peliculita de media hora sobre el impacto de un grupo o un personaje en la sociedad”, explica Scavino. Era el momento en el que se estaban apropiando del destacamento en el que había estado Luciano (que el documental registra). Comenzaba un largo camino.
“Filmamos la preparación del viaje a Ginebra, después la marcha y después el viaje en Ginebra –sigue ahora Fraile–. El abogado nos había dicho que en el 2010 Naciones Unidas a través del Comité por el Derecho de los Niños obligó al Estado Argentino a buscar, investigar y encontrar a Luciano. Así que mandamos un mail explicando que todo seguía igual y que queríamos hacer una entrevista y que estuviera Luciana. Nos dijeron que sí, y fuimos. Estuvimos dos días y medio nada más y filmamos el encuentro.” Hasta ese momento el mayor conocimiento que tenían de Luciana y el grupo que la acompañaba era a través de los archivos que ellos habían armado a forma de “documentación y memoria”, y que facilitaron a los realizadores. El viaje sirvió para afianzar el vínculo entre las partes, fundamental para el trabajo que recién empezaba. “Pudimos filmar los cinco días del juicio, más los de los alegatos y el veredicto: creo ahí conocimos mucho más al grupo que en todo el proceso previo –resume Fraile–. Ahí fue mucha la exposición.” “Y nos abría líneas de relato muy interesante”, agrega Scavino.
-¿Cuáles?
S: Por un lado teníamos el juicio, por el otro la lucha y por otro una especie de conductor del relato que era una imagen que habíamos pensado, que es la del registro de todos los movimientos nocturnos sobre los lugares donde se supone la policía paseó a Luciano, hechos en base a las construcciones que los mismos familiares y amigos hacían de los móviles policiales que habían tenido en funcionamiento los GPS. Eso nos daba una línea visualmente fuerte.
F: Esas líneas confluyen, se mezclan. El juicio no la teníamos como línea de relato inicial, pero no sirvió mucho por varias cosas. Una para no tener que hacer otras vez entrevistas que en realidad nadie quería: hacer volver sobre ciertos lugares a las familiares no siempre resulta bien y es doloroso. Además nos hizo conocer a (el policía de la bonaerense Diego) Torales y a los policías y a los médicos. Fue como un paquete.
S: El recorrido nocturno también da la idea de frontera de la General Paz, que es algo que a nosotros no nos pasa todos los días pero al que vive en el Conurbano sí. Y era nuestra manera de acercarnos y que no era desde afuera, sino filmar los lugares donde había estado Luciano; ése era nuestro lugar. Pasar por su lugar y mirar continuamente también nos da la magnitud de lo atroz de la muerte de Luciano, que estaba solo ahí, y lo simbólico que se volvía.
-La película se llama ¿Quién mató a mi hermano? pero no es un relato en primera persona.
S: Esa pregunta es una enunciación, una estrategia narrativa para llevar al espectador a cuestionarse.
F: Con los años también lo empezamos a sentir así nosotros, pero desde un lugar muy solitario. Porque en realidad el tiempo que pasamos con los entrevistados ellos no lo pasaron con nosotros: los vimos horas y horas en la pantalla y generamos un montón de vínculo pero con eso, no un vínculo real qué es lo que suele suceder. Entonces lo sentimos así, pero es otra lectura: tenemos una distancia. Que al principio no la teníamos claras, se fue generando. Sirvió que seamos dos, porque yo tal vez era la que más filmaba, volvía y decía: esto es una porquería, y se lo daba a él, que lo veía de otra manera.
S: Yo estaba como un paso atrás. Profesionalmente me forme como editor y montajista, y esa distancia siempre la tenés que tener, si no, perdiste; no podés evaluar, saber en qué te estás equivocando.
¿Quién mató a mi hermano? Un documental de Ana Fraile y Lucas Scavino. Estreno: 26 de septiembre.
Nueva realidad
“Nosotros arrancamos así, no conocemos otro escenario que este de hoy del cine argentino”, sintetiza Fraile cómo se enfrentaron a las dificultades de financiamiento –por falta o porque llega demasiado tarde e incompleto– que vive el cine argentino. “En un momento se convirtió en una obsesión terminarlo y dijimos: vamos a terminar esto como sea y se la vamos a mostrar a todo el mundo de la manera que sea más allá de conseguir los fondos”, agrega Scavino.
“Mostrar que películas sobre política y Derechos Humanos se pueden hacer y con buenas narraciones –aporta Fraile–. No es un relato militante o una bajada política, es una historia de una persona que tiene un recorrido y que busca algo esencial: saber qué pasó con su hermano.”
Ese lugar elegido para la narración también los llevó por senderos no conocidos. “Nos sirvió para ver mejor nuestro entorno social –señala Fraile–. Es cierto que estamos rodeados de un montón de gente que conoce el caso de Luciano, pero hay otro montón que no sabe quién es y que se cruzaría de vereda si lo ve en la calle. Esa visión a nivel personal te hace crecer un montón, porque te ves a vos mismo en esos estereotipos.”
Si había dudas sobre la forma elegida, se disipó totalmente cuando lo mostraron en una maestría Derechos Humanos ante “gente de todo el mundo que no tenía idea del caso de Luciano –dice Fraile–. Pero todos conocían una hermana, un hermano, una madre y entendían hasta los cartelitos, los rituales de las búsquedas. Y tampoco hubo que explicar a la policía: sabían que la policía hace eso en cualquier lugar del mundo.”