El viernes apareció en los medios una declaración firmada por empresarios y ex presidentes que vale la pena comentar, porque deja entrever ciertos temas de fondo que exceden a la cuestión del coronavirus. Se sostiene, por ejemplo, que “a ambos lados del Atlántico resurgen el estatismo, el intervencionismo y el populismo con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado”. Salir públicamente a decir esto en un contexto como el actual suena al menos extemporáneo, pero no hace más que reflejar las mezquindades de un sector de la sociedad que se ha beneficiado del actual orden económico y no acepta que haya cambios.
La carta termina diciendo: “queremos manifestar enérgicamente que esta crisis no debe ser enfrentada sacrificando los derechos y libertades que ha costado mucho conseguir. Rechazamos el falso dilema de que estas circunstancias obligan a elegir entre el autoritarismo y la inseguridad, entre el Ogro Filantrópico y la muerte”.
El uso de la primera persona del plural constituye una falacia de primer orden. En realidad, los “derechos” de los que hablan son los de una élite que pretende estar a salvo de lo que denominan el Ogro (es decir, el Estado). Son los privilegios de una minoría que no duda en pedir subsidios cuando los necesita y que, por otro lado, brega por una reducción de los impuestos, a los que denominan una “carga” (también habría otras cargas, como la laboral).
Carolyn Goodman, alcaldesa de Las Vegas, lo dijo en términos más duros. “De eso se trata la competencia en este país, la libertad de emprendimiento. Se trata de ofrecerle al público lo que necesita. Si una boutique o un restaurante quieren abrir, más les vale saber cómo lo van a hacer. Es responsabilidad de ellos, no de la alcaldesa (…). Dejemos que abran (los casinos) y la libre competencia va a destruir el comercio en donde se haga evidente que circula el virus. Es así de simple”. Darwinismo social liso y llano: es la supervivencia del más fuerte en tiempos de pandemia, justo en momentos en los que se requiere, más que nunca, la presencia de un Estado regulador.
Pero estas expresiones, por suerte, son pocas, aunque no por ello inofensivas. Entre las que bregan por un mayor protagonismo del Estado podemos citar el reciente “Informe Especial Covid-19” de la Cepal, que sostiene que en la región se registrará la peor caída económica de la que se tenga registros desde 1900. Y que el volumen de comercio mundial caerá, en base a datos de la OMC, entre un 13% y un 32% en 2020.
Entre los desafíos a enfrentar, la Cepal destaca que “los paquetes fiscales anunciados en la región son la primera respuesta al impacto socioeconómico de la pandemia. Se requerirán esfuerzos adicionales en la medida que aumente la magnitud de la crisis. Por lo tanto, es necesario expandir el espacio fiscal, lo que requiere acceder a condiciones de financiamiento favorables”.
Pero también se sostiene que será necesario a nivel regional y nacional, por caso, adoptar “políticas industriales que permitan a la región fortalecer sus capacidades productivas y generar nuevas capacidades en sectores estratégicos”.
Otra de las cuestiones importantes que aborda el informe cepalino: “La condonación y el alivio del servicio de la deuda, incluido a los países de ingresos medios de la región que lo requieran, aumentaría significativamente su espacio fiscal. Las economías altamente endeudadas deben beneficiarse de alivios oficiales de la deuda o de suspensiones generosas de sus obligaciones, así como de reestructuraciones de deuda. Abordar la problemática de la deuda es urgente y debe ser liderada por acreedores oficiales para luego atraer a acreedores privados. Las quitas de deuda deberían combinarse con mecanismos innovadores de financiamiento cuando la deuda sea una característica estructural de las economías. En la mayor parte de los casos parte de los acreedores pertenecen al sector privado, por lo que es necesario establecer un mecanismo internacional de reestructuración de la deuda soberana”.
Noam Chomsky acaba de afirmar que estamos ante “otra falla masiva y colosal de la versión neoliberal del capitalismo. Si no aprendemos eso, la próxima vez que pase algo parecido va a ser peor (…). Tras el SARS (2003), los científicos sabían que vendrían otras pandemias, probablemente de la variedad del coronavirus. Hubiese sido posible prepararse en aquel punto y abordarlo como se hace con la gripe. Pero no se ha hecho. Las farmacéuticas tenían recursos y son superricas, pero no lo hacen porque los mercados dicen que no hay beneficios en prepararse para una catástrofe a la vuelta de la esquina”. En este marco, la economía de mercado no puede ser la solución a las pandemias, ni a la del covid-19 ni a la del capitalismo financiero globalizado. Lo que hace falta es un cambio de orden económico basado en los principios de la solidaridad, la igualdad, y el cuidado del mundo en el que vivimos.
Argentina contra las pandemias
El uso intencionado del lenguaje, del que ya hablamos, también se adapta a las situaciones particulares de nuestro país. Por caso, tiene que ver con la idea de que hay un dólar “libre”, “blue”, que intenta dar la idea de verdadero, pero que en realidad es ilegal, y altamente especulativo. Muchos dicen que los precios aumentan por ese dólar denominado libre, que cotiza muy en línea con el especulativo (el del contado con liquidación). Pero son operaciones de bajo volumen, y con valores muy volátiles que nada tienen que ver con el funcionamiento de la economía real. Seguramente su comportamiento tenga mucho más que ver con el proceso de renegociación de la deuda que está llevando a cabo el gobierno, al que se trata de condicionar.
Pero instalar este valor ficticio responde a conductas especulativas que muestran que la única razón por lo que podrían aumentar los precios es la puja distributiva, ya que ninguno de los costos relevantes de la economía hoy está aumentando, más bien lo contrario. En cuanto al dólar en particular, ninguna fábrica que utiliza insumos importados los compra por el valor del contado con liquidación, sino con el del dólar oficial.
De allí que a través de una serie de resoluciones de la Comisión Nacional de Valores, de la Unidad de Información Financiera y del Banco Central, se establecieron límites a las maniobras con la compra y venta de valores y a las operaciones que afectan el valor del contado con liquidación. Entre otras, prohibir las operaciones de caución bursátil en los bancos y poner límites a la tenencia de moneda extranjera en los Fondos Comunes de Inversión constituidos en pesos.
Más allá de todas estas discusiones, no hay que perder de vista que los temas relevantes son otros. Son los que verdaderamente inciden en el “nosotros” como sociedad, y no en el “nosotros” de los mercados. Miles de empresas están solicitando ayuda para pagar sueldos. Millones de personas se anotaron para cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia. Lo que ocurre con el tema del dólar es también un intento por desviar la atención de los temas que importan.
En lo que hay que pensar es en las dificultades de la coyuntura, pero también en las que vendrán tras la pandemia del coronavirus. Por eso, la aparente falta de sentido de oportunidad de ciertos sectores de la derecha no es más que una forma de intentar sentar posición sobre lo que ocurrirá después. Desde mi visión, tiene que ver con lo que habrá que hacer con la otra pandemia, la del capitalismo neoliberal globalizado y sus efectos de larga data.