Aun antes de que se conocieran las medidas anunciadas por Alberto Fernández, la brusca suba de contagios ya estaba ampliando la divisoria de aguas en las escuelas: entre las familias defensoras de la presencialidad a toda costa y las que juntaban firmas y preparaban escritos para exigir virtualidad ante el avance de la segunda ola de coronavirus. Igual que entre el presidente y Horacio Rodríguez Larreta, la puja no terminó: de cada lado analizan medidas para reclamar el retorno inmediato a las aulas o defienden la interrupción de la presencialidad hasta que bajen los casos.
En la primaria pública de Balvanera a la que asisten las hijas de Gabriela Di Felice, el martes de la semana pasada las familias habían consensuado armar una nota para pedir virtualidad “hasta que baje el pico”. El miércoles, el anuncio presidencial de dos semanas sin presencialidad les ahorró el trámite. Algo similar ocurrió en la secundaria de Flores donde estudia la hija de Gustavo Alonso: “Tenemos una comunidad bastante dividida, pero a esta altura, con la cantidad de contagios, se había unificado bastante la idea de que era una locura seguir así”. “La baja de presupuesto, el cierre del Plan Sarmiento, esta prioridad de la educación de la que hablan, es una gran mentira”, cuestiona Gustavo. “Las clases presenciales no tendrían ni que haber empezado”, agrega Gabriela. Ambos integran el grupo Familias por un Retorno Seguro.
Para María José Navajas, en cambio, “la experiencia de la vuelta a la presencialidad fue absolutamente positiva. Fue todo felicidad”. Mamá de una nena en sala de cinco y un chico en cuarto año en escuelas privadas de Núñez, le parece “una decepción espantosa que aun haciendo todo lo que había que hacer y viendo que los chicos estaban felices, estemos en este escenario”. María José forma parte del grupo Padres Organizados, que surgió a partir de reclamos en Twitter y adquirió visibilidad sobre todo por el espacio que le dan los grandes medios. “En cuanto se conoció el decreto, los padres que pudieron se movilizaron a la Quinta de Olivos”, protesta de la que también participó Patricia Bullrich. De cara a las próximas dos semanas, planean “sentadas pacíficas en los colegios, y si podemos nos sumaremos a algún amparo: están todas las familias activando de todas las maneras posibles”.
“Yo el lunes iría a la puerta de la escuela y dejaría en claro que la voluntad de los chicos y las familias es que las clases continúen”, dice Débora Vasallo, mamá de una nena de 5° grado en una escuela pública de Balvanera y ferviente defensora de la presencialidad. Desde la vuelta a las aulas, el 17 de febrero, la experiencia le pareció “espectacular en varios sentidos, pero primero por el impacto en la salud mental de los chicos: es como que volvieron a vivir”. Sobre los riesgos de contagio, asegura: “El cumplimiento del protocolo es maravilloso”.
Rosalía Arroyo destaca la buena implementación del protocolo en el jardín público de Villa Crespo al que asiste su nene de cuatro años, pero, aclara, nada exime del riesgo de contagio en medio de la pandemia. Dos semanas atrás, repentinamente, la voz de su hijo cambió. Pensaron que habría gritado mucho. Luego, lo notaron cansado. Nunca tuvo fiebre. Solo le dolía el cuello. Con dudas, decidió llevarlo a una guardia. El nene tenía un absceso retrofaríngeo, una infección grave. Quedó internado y debió ser intervenido. Aunque no tenía síntomas de Covid, fue hisopado y dio positivo. “El pediatra dice que el Covid fue la puerta de entrada para esa infección”, cuenta Arroyo. Quiere que se sepa, que la gente tome conciencia. “El discurso es que a los chicos no les pasa nada. Pero el virus te agarra, y no te das cuenta, porque los chicos son asintomáticos. Por ahí algunos lo pasan perfecto, pero otros no y eso es un garrón”.
Tampoco es feliz la mirada de Sandra Gil, mamá de un nene de siete años en una primaria pública de Villa Crespo, de doble turno. El retorno a las aulas implicó cursar dos horas 40 minutos, por lo que “las tareas que hacen cotidianamente son muy pocas”, un esquema “muy difícil de sostener”. Sumado a eso, los contagios: el primer positivo detectado fue un nene de una burbuja del turno mañana. Luego se contagiaron su mamá y su abuela, que finalmente falleció. “La muerte está re presente. Yo le voy contando a mi nene, los chicos son conscientes. Si uno explica, ellos entienden”. Socióloga, Gil advierte que “las estadísticas que dan (desde el GCBA) no tienen sentido”, y se pregunta si aparecerán en los relevamientos casos como el de esa abuela “contagiada por la escuela”.