La economía sigue en recesión, la pobreza y la inflación en alza, aunque el programa económico no se modifica, más allá de ciertas medidas transitorias que el gobierno está implementando con la mira puesta en la campaña electoral. Mientras continúe dominando el ajuste fiscal y la baja del salario, no se podrá esperar otro resultado.
En este marco, Christine Lagarde fue consultada por la situación argentina y reconoció que la inflación está demorando «más de lo anticipado en caer». Según la directora gerente del organismo «es una situación económica increíblemente complicada que creo que muchos jugadores, incluidos nosotros mismos, subestimamos un poco cuando empezamos a tratar de armar con las autoridades argentinas un programa para abordar lo que había sido crítico con la economía» (en alusión a la posición fiscal y de cuenta corriente). Las declaraciones son interesantes por donde se las mire.
Por un lado, no es cierto que la posición fiscal global del país mejoró desde la llegada del FMI. Esto es lo que se desprende de analizar lo ocurrido con el resultado financiero, más que con el primario (excluidos los intereses de la deuda), que sí se ajustó, y mucho. El financiero es la variable que importa a la hora de hablar de mejora de los números fiscales, y sólo se redujo de -6,4% del PBI en 2015 a -5,2% en 2018. En el medio, crecieron fuertemente la deuda y sus intereses.
En segundo lugar, no resulta razonable creer que el FMI haya subestimado los problemas. De hecho, en el primer texto del acuerdo ya se afirmaba que la deuda era sostenible con una «baja probabilidad». Queda claro que no son errores.
Suena inverosímil que el FMI disponga de una cantidad de recursos y equipos técnicos y así y todo no termine de acertar nunca con sus predicciones. No sólo pasa con Argentina.
El historial de autocríticas acaba de engrosarse con un nuevo documento, «Revisión del diseño y condicionalidades de los programas del FMI», que analiza la situación en una serie de países. El texto sostiene que se incurrió en «optimismo» en las revisiones de crecimiento, en «subestimación» de los efectos negativos del recorte del gasto, y en «sobreestimación» de las consecuencias de las reformas estructurales. No hay dudas: con este accionar que siempre se equivoca para el mismo lado, está el objetivo de siempre, que es condicionar a los gobiernos de los países a los que les presta.
«Agua de las piedras»
Continuando con Lagarde, también dijo estar «razonable y esperanzadamente positiva». Pero los datos de la economía no acompañan las expectativas de una recuperación. Más allá de la estrategia del gobierno de «sacar agua de las piedras: cada noticia económica se intenta difundir como una señal de reanimación», como lo define Marcelo Bonelli (Clarín 7/6/19). La recuperación no está ni a la vuelta de la esquina, ni tampoco al final del túnel.
En esta estrategia se inscriben los anuncios de exportación de gas natural a Chile por gasoducto; «por primera vez en la historia exportamos gas licuado», reza el anuncio de YPF. Este excedente exportable se produce por la caída en la demanda para generación de electricidad por parte de las centrales térmicas (que utilizan el gas como principal combustible). En el acumulado, al mes de marzo el consumo de gas natural se retrajo 6,3%: el peor registro desde 2001, año con un desplome del 6,9% (Federico Bernal, Ámbito 7/6/19).
Sucede que en el primer cuatrimestre de este año se observa una caída interanual del 9,2% en materia de generación eléctrica. Además, como dice Bernal, «durante el primer trimestre de este año el consumo residencial de electricidad cayó en 18 provincias de las 22 interconectadas, mientras que el industrial en 19».
En lo energético, vamos a un modelo muy similar al de los noventa, en el cual la recesión y la falta de políticas industriales originaron una baja demanda, y los lógicos excedentes exportables, tanto en la generación de energía eléctrica como en la producción de gas natural. De allí que la mayor exportación de gas, sea natural o licuado, no es en este caso una buena noticia.
En paralelo, se conoció el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) del Indec para el mes de abril, que releva una caída interanual del 8,8% para el total de la industria. La producción acumulada del primer cuatrimestre se redujo un 10,6% respecto a igual período del año anterior. El dato desestacionalizado, que permite comparar la evolución de este indicador con el mes anterior, arrojó una variación positiva del 2,3%: es el agua extraída de las rocas para los funcionarios oficiales. No obstante, en el mes anterior, la comparación con febrero muestra una caída del 4,6 por ciento.
Lo cierto es que en el análisis del cuatrimestre todos los sectores muestran una caída interanual. Los que menos merma presentan son Alimentos y Bebidas con un -3,0% (incluye molienda de oleaginosas con resultado positivo) y Productos Químicos (-1,6%). Entre los que más cayeron están Vehículos Automotores (-21,3%) y Maquinaria y Equipo (-30,6%), más otros rubros que también aportan elevado valor agregado.
Esto ocurre tan sólo una semana después de que el presidente volviera a ratificar lo hecho hasta el momento: «Si queremos sacar de la pobreza a los argentinos, este es el camino». Difícil coincidir con esta afirmación cuando, según el último documento del Indec (28 de marzo de 2019), en el segundo semestre de 2016 el 30,3% de las personas se encontraba en situación de pobreza, mientras que en el segundo semestre de 2018 la pobreza alcanzó al 32% de las personas.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA acaba de consignar que «la pobreza monetaria en la infancia y adolescencia alcanzó en 2018 al 51,7%. Es decir, que en el último período interanual se incrementó la pobreza infantil en un 11,2% (…). El riesgo alimentario en la infancia se incrementó en el último período interanual, 2017-2018, en un 35%. La proporción de niños/as en hogares que no logran cubrir las necesidades alimentarias de todos sus miembros por problemas económicos, se estima que en 2018 alcanzó al 29,3%». Son las cifras más elevadas de la década, según la UCA. Ningún futuro promisorio puede alcanzarse siguiendo el camino que señaliza el presidente Macri.
Entre las medidas que apuntan a la superficie, pero que no mueven el amperímetro, está el anuncio del plan «Junio 0km», que totalizaría una erogación fiscal de unos mil millones de pesos, destinada a las terminales automotrices para subsidiar el precio de venta de autos, durante un mes. La medida fue anunciada como una forma de apuntalar al mercado interno, pero sin privilegiar la producción y el empleo del sector, básicamente porque no se diferencia entre los autos producidos localmente y los importados. De hecho, esta semana se conoció que por la caída de las ventas General Motors suspenderá a 1550 trabajadores y trabajadoras durante un mes, quienes cobrarán el 70% de sus sueldos.
Queda claro que en una economía en la que las estadísticas reflejan una difícil realidad, no resulta extraño que el «marketing económico» sea el elegido para tratar de sumar votos de cara a la contienda electoral. Pero, respondiendo a aquella frase de Alfonso Prat-Gay (2016), en octubre es preciso colocar en las urnas los votos necesarios para que los ajustados no estén sujetos a que se les siga comprimiendo el zapato. «