Parece que el presidente brasileño Jair Bolsonaro no le teme al Coronavirus, pero esquiva la fiebre electoral de las municipales de noviembre próximo. Es que a pesar de ser un jugador de peso en el escenario político en las elecciones locales, y contar con un apoyo popular importante, por el momento se pone al margen de la contienda y acota su participación a hostigar a candidatos de izquierda y comprometer su apoyo en segunda vuelta a candidaturas estratégicas, en ciudades de alto caudal electoral, como San Pablo o Belo Horizonte, de cara a las presidenciales de 2022. Tras una enmienda constitucional, la fecha de elecciones de octubre mudó al 15 de noviembre para la primera vuelta y dos semanas después para el ballotage en las 95 ciudades.
Es claro que el resultado político, que arroje la elección de los 5470 intendentes y casi 59 mil concejales, marcará un posicionamiento de los partidos y las candidaturas de cara a la presidencial de 2022. En ese marco, Bolsonaro es más prudente para jugar su popularidad y presenta mucha cautela, más allá de seguir tejiendo por lo bajo la “Alianza por Brasil”, donde estaría buscando acuerdos con al menos tres partidos. Lo paradójico es que a pesar de los números desastrosos de su política frente al COVID-19, donde ya superó los 4 millones de contagios y acumula casi 130 mil muertes, la popularidad del mandatario estaría en alza. Según la consultora Data Folha, el apoyo a la gestión de Bolsonaro alcanza el 37%, dándole una base importante para buscar la reelección. El peso del apoyo está centrado en el núcleo duro del poder concentrado, que recibe fondos estatales casi 300 billones de reales para lucro financiero, y de gran parte de los receptores de la ayuda de emergencia otorgada, que temen perder ese beneficio, a pesar de los recortes que está realizando.
Quien pretende aprovechar ese apoyo es el vice Hamilton Mourao, quien apuntala al PRTB (Partido Renovador Trabalhista Brasileiro), su fuerza política, para debutar desde cero en la arena electoral y cosechar ese apoyo a la gestión. A su vez, los partidos de centro y de derecha intentan aprovechar la influencia de Bolsonaro, especialmente en la pobreza de los municipios del Nordeste, donde el presidente repuntó en encuestas, con posiciones conservadores que atraen al electorado de Lula y que se acercan a partir de las políticas de emergencia.
En tanto que la oposición también se apresta a dar batalla, como el PT, que intenta resurgir del Impeachment a Dilma Rousseff y de la derrota de Fernando Haddad en la última presidencial. Busca alianzas competitivas, especialmente en los principales centros urbanos, como su acuerdo con el Partido Comunista do Brasil, apuntalando a Manuela D´Ávila, la excandidata a vice de la fórmula petista.
La estrategia se ve fortalecida con las victorias judiciales que está teniendo el exmandatario Luiz Ignacio Lula Da Silva, quien esta semana recibió la quinta causa que cae por falta de pruebas, la referida a tráfico de influencias para favorecer con créditos de la banca pública a la corporación Odebrecht. La defensa de Lula explicó que interpuso recursos para anular los procesos que le impidieron ser candidato en 2018, por considerar imparcialidad de parte del exjuez y exministro de Bolsonaro, Sergio Moro y de su sucesora en la causa. Es un dato relevante, especialmente cuando Moro, al igual que el presentador de la TV Globo, Luciano Huck, con prudente distancia electoral y con cara de independientes, pero dependientes del poder fáctico, se muestra nen el debate político buscando visibilidad para el 2022.
Los espectros de centro también juegan. La centro izquierda intenta articularse en un acuerdo entre el Partido Socialista Brasileño junto al Partido Democrático Brasileño de Ciro Gomes, y busca una alianza con Rede Sustentabilidade de Marina Silva. En tanto que la centroderecha, expresada por el Partido Social Democrático Brasileño, intenta retener el bastión electoral de San Pablo con Bruno Covas. «