Su intensa agenda podría confundir a algún desprevenido. Este viernes se estrenó Ofrenda a la tormenta, el cierre de la Trilogía del Baztán, la obra de la escritora Dolores Redondo que primero desde la literatura y luego desde el cine se transformó en un fenómeno de ventas en España. Hace apenas semanas hizo lo propio La red avispa, la audaz película del francés Olivier Assayas que retrata las acciones de un grupo de agentes cubanos que intentan desbaratar en Miami acciones terroristas contra su país. Mientras tanto, es parte del proyecto cooperativo Amor de cuarentena, una construcción ideada y concretada en plena pandemia en un formato que podría definirse como radioteatro de WhatsApp. Y los proyectos, a corto y largo plazo, no quedan ahí. Así las cosas, parecería que Leonardo Sbaraglia encontró la vacuna contra la parálisis de la industria audiovisual.
Pero claro, las explicaciones son bastante menos estridentes. «Tengo la suerte de trabajar mucho y particularmente los últimos meses habían sido muy intensos. Varias de esas producciones ya realizadas se están estrenando directamente por las plataformas de streaming porque hay una gran demanda de la gente y se ven mucho más. Y hay otras todavía agazapadas, esperando el mejor momento para salir. Soy una persona que ama profundamente su profesión y me cuesta mucho estar quieto. No me había tomado ni vacaciones, así que cuando empezó la cuarentena me ayudó a parar después de muchísimo tiempo. Pude empezar a ver y disfrutar muy seguido de mi hija y reconectarme con mi casa. Pero, al mismo tiempo, ya estoy pensando e ideando proyectos porque de eso también se trata mi vida», revela el actor.
Sbaraglia lleva más de 30 años en la actuación y logró edificar una carrera rica e intensa de los dos lados del Atlántico. Tanto en nuestro país como en España es una figura convocante y de reconocido prestigio. Desde La noche de los lápices (Héctor Olivera, 1983) hasta Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019), pasando por Caballos salvajes (1995, Marcelo Piñeyro), Plata quemada (2000, Piñeyro) y El otro hermano (Adrián Caetano, 2017), entre muchas otras, construyó un camino de gran crecimiento profesional en base a prepotencia de trabajo y versatilidad.
Profundizar los lazos familiares, reencontrarse con la sensación de hogar y los beneficios de levantar el pie del acelerador no clausuran el impacto de una pandemia sin fecha de vencimiento. Sbaraglia reflexiona: «Las nuevas tecnologías ayudan y me las arreglo. Desde hace dos años me gusta correr y mientras no podía salir corría en mi casa. Vivo en un departamento. Debería ser un poco raro verme trotar entre el balcón, el cuarto y el living, pero me hace bien. Más allá de todo eso y de la onda que le pongo, la incertidumbre pesa. Armo planes A, B, C y D. Pero no sabemos cuándo se va a poder volver a trabajar más o menos normalmente. Yo soy un privilegiado. El 95% mis colegas, iluminadores, sonidistas y vestuaristas, entre otros oficios ligados a la profesión, está pasando momentos muy, muy duros».
–¿Qué te atrajo para participar de Ofrenda a la tormenta?
–Fui convocado mientras filmaba Dolor y gloria con Almodóvar y se acomodó todo muy naturalmente. Es una trilogía y filmamos las últimas dos películas al mismo tiempo, en 2018: Legado en los huesos (2019) y Ofrenda a la tormenta (2020). Son películas de género, pensadas para el entretenimiento, con un público muy grande que las espera. Se calculaba una gran llegada en cines y, producto de la pandemia, Ofrenda a la tormenta se estrenó por Netflix y se calcula que la verán millones de espectadores en todo el mundo. Los libros de Dolores Redondo en España generaron un fenómeno comparable con Harry Potter. La historia juega con elementos del terror, basado en cierta mitología que tiene que ver con lo demoníaco y las brujas. No quiero spoilear mucho, pero mi papel expresa una mirada romántica en su acepción más clásica.
–¿Cómo surgió sumarte a La red avispa?
–Fue una historia genial en todos los sentidos. Primero, por cómo se dio. Un productor me había comentado de la posibilidad de trabajar con Rodrigo Teixeira, pero después el tema quedó en suspenso. Yo estaba en el medio de la grabación de la serie Maradona, sueño bendito para Amazon, en donde hago de (Guillermo) Coppola. ¡Y me llamaron un viernes para ver si me quería sumar a La red avispa el lunes! Era todo una locura. Tener que estudiar el guión, viajar, interpretar a un gusano y hablar con acento cubano… Casi imposible. Me mandaron el fin de semana el libreto en inglés y tardé horas en poder leerlo bien. Imaginate, todo eso en tan poco tiempo y para laburar con Teixeira, Penélope Cruz, Gael García Bernal y tantos otros: todos primera A. Era como entrar a la final de un mundial faltando 15′ y con la obligación de hacer un gol. Pero me trataron con tanto cariño y respeto que decidí hacerlo. Incluso me arreglaron para que aquellas primeras tomas fueran casi sin diálogos y con la posibilidad de más tarde regrabar las voces. Después tuve un mes para prepararme antes de volver a filmar. Fui a una fonoaudióloga, me ayudó un director cubano, me tiró una mano Adrián Caetano… Dejé todo y creo que se nota en los resultados. Cuando volví a las grabaciones el equipo estaba muy sorprendido con mi acento cubano.
–Y en plena pandemia hiciste Amor de cuarentena.
–Sí, fue una forma muy linda de ponernos en movimiento y una posibilidad de trabajar con Santiago Loza y Guillermo Cacace, además del grupo de actores. Formamos una cooperativa que también incluye a La Casa del Teatro, que en estos momentos está sufriendo una situación económicamente muy delicada. Obviamente, sabemos que los ingresos que se generen no van a permitir salvar a nadie, pero surgió un boca a boca muy interesante y tuvimos muy buenas devoluciones. Es un proyecto muy original y sigue funcionando porque cada vez más gente paga la inscripción para recibir estas performances en su celular.
Saludable desmesura
Una de las particularidades de Sbaraglia es la generosidad para con sus colegas. En un medio donde los egos y las estrategias publicitarias dominan el discurso de los artistas, el actor no duda en brindar palabras elogiosas sobre proyectos en los que no participa: «En este tiempo pude ver y casi obsesionarme con una película que es una maravilla. Se llama La Flor (2018, disponible en www.wearekabinett.com), es de Mariano Llinás y dura 14 horas. Es un trabajo de una saludable desmesura, genuino y de una gran belleza. Me parece que es una expresión muy lograda de un cine argentino que se corre de las leyes del mercado. Eso es muy valioso. Hay que protegerlo, valorarlo y mirar la película, claro», propone el actor.
–Hace muy poco Lucrecia Martel alertó sobre la baja calidad de la mayoría de los contenidos de las plataformas de streaming y el momento conservador de las industrias audiovisuales actuales. ¿Qué opinión tenés al respecto?
–No leí todo lo que dijo Lucrecia, pero lo que vi lo comparto plenamente. Es una persona muy inteligente, muy sensible, que ama el cine y me parece que lo que está haciendo es invitarnos a reflexionar para que las cosas se hagan mejor. Las plataformas digitales son la nueva televisión o van camino a serlo. Tienen producciones clase A, B, C y D. Pero la mayoría no son clase A. Hay que saber buscar. Por otro lado, permiten que las películas lleguen a millones de personas, mientras que el sistema de exhibición en salas es tan cruel que un film que exigió años de esfuerzo puede estar en cartel apenas una semana. Es necesario reflexionar y rediscutir todo. También me preocupa que en la Argentina las plataformas de streaming no pagan derechos de intérprete, cosa que es muy grave. En España Netflix comenzó a hacerlo hace poco. Sé que la gente de Sagai, que es de las mejores cosas que nos pasó a los actores argentinos en los últimos tiempos, está negociando para resolver ese problema. No olvidemos que esas empresas facturan muchísimo dinero y el contexto de la pandemia las favoreció aun más.
–¿El cine de calidad está en riesgo?
–Tenemos que encontrar la forma para que el cine de autor no se extinga. Sería una enorme pérdida cultural para nuestro país. El mercado nunca se va a preocupar por el cine de autor y el escenario global está cada vez más centralizado. No tengo nada contra el cine pochoclero, pero como espectadores necesitamos tener opciones y poder decidir.
–La pandemia comenzó con preocupación, pero también con ciertas expectativas de que los argentinos nos íbamos a unir ante el enorme desafío que implica el coronavirus. ¿Qué sentís cuando ves manifestaciones anticuarentena o en favor de una empresa que estafó al Estado y a miles de productores?
–Creo que tenemos que ser sobre todos realistas y tratar de sumar cierto espíritu optimista, pero sin exagerar. Afortunadamente contamos con un gobierno que se preocupa por los que menos tienen y con el que me siento identificado plenamente en su dirección general. Pero también hay una cantidad de gente importante, no sólo en la Argentina, a la que sólo le preocupan sus privilegios y no le preocupa que la mayoría de la sociedad quede fuera del sistema. Creo que hay una gran cantidad de argentinos que creen en los valores solidarios y trabaja para la justicia social. Desgraciadamente una pandemia no alcanza para terminar con todos los egoísmos. Pero está bueno seguir pensando que se pueden cambiar los valores de un sistema que tiene mucho de feroz e inhumano. «
Sbaraglia por tres
-Ofrenda a la tormenta. Dirección: Fernando González Molina. Elenco: Marta Etura, Leonardo Sbaraglia, Imanol Arias y Francesc Orella. Disponible en Netflix.
-La Red Avispa. Dirección: Olivier Assayas. Elenco: Penélope Cruz, Édgar Ramírez, Gael García Bernal y Leonardo Sbaraglia. Disponible en Netflix.
-Amor de cuarentena. De Santiago Loza. Dirección: Guillermo Cacace. Con: Leonardo Sbaraglia, Dolores Fonzi, Jorge Marrale, Cecilia Roth y Camila Sosa Villada. Tickets por Alternativa Teatral.
El carisma de Coppola
Otro de los importantes proyectos en los que Sbaraglia está involucrado es Maradona, sueño bendito, la serie de Amazon Prime Video en la que interpreta a Guillermo Coppola. «La primera temporada ya está terminada. Íbamos a empezar a filmar la segunda en mayo y la pandemia obligó a suspender todo. Es una gran producción, se filmó en siete países durante seis meses. Todos los involucrados dejamos todo para que los resultados sean los mejores.
–Coppola es un personaje muy icónico. ¿Cómo trabajaste la composición del personaje y los riesgos de caer en una imitación?
–Es una pregunta que me hice y trabajé mucho para resolverla de la mejor manera. Primero vi muchos videos de Coppola, lo conocí personalmente y gracias a su generosidad compartimos muchos momentos. Es una persona de un gran carisma y magnetismo. De todo eso se absorbe y aprende. Hay un Coppola en el inconsciente colectivo de los argentinos y no se lo puede ignorar porque la gente va a esperar algo de eso. Pero al mismo tiempo, no hay que caer en la trampa de la mueca o el gesto. Eso es más del orden de la imitación y ya hay muchos imitadores que lo hacen muy bien. Se trata también de tomar la información y desarrollarla a través del guión primero, y de la experiencia personal después, para así poder darle a la actuación una carnadura más profunda. Es importante eludir los trazos gruesos y hacer focos en las pequeñas cosas que permiten construir personajes más reales.
Dos historias muy diferentes
Poco antes de que se desatara la pandemia y con ella la parálisis total de la industria audiovisual, Sbaraglia logró filmar y terminar dos películas. Sus fechas de estreno son completamente inciertas por motivos obvios, pero el actor se muestra particularmente entusiasmado con los resultados: «La primera se filmó entre Buenos Aires y Río de Janeiro. El director es Leonardo Brzezicki, la película se llama Corazón vagabundo y está buenísima. Trabaja Miranda de la Serna, la hija de Rodrigo y Érica (Rivas), una potencial maravillosa actriz. Me dieron un papel exquisito, de esos que hacía rato no encontraba y el guión es maravilloso», señala.
La otra película está dirigida por Ariel Winograd: «Es una comedia familiar que se llama Hoy se arregla el mundo. Creo que se trata de la primera película apta para todo público que hago. Es muy graciosa y tiene mucha ternura. Se centra en la relación entre un padre y su hijo de nueve años. Creo que le va a gustar a mucha gente».