Dos potencias se saludan: Bruno Gelber y Leila Guerriero. Él, uno de los 100 mejores pianistas del siglo XX. Ella, una de las plumas más exquisitas del nuevo periodismo latinoamericano. De la amalgama surgió Opus Gelber, el delicado, detallista y extenso perfil consagrado a dibujar el presente, también el pasado y por qué no el futuro, de una de las figuras y genios de la música argentina contemporánea.
Opus Gelber es un libro descomunal sobre un artista descomunal. El perfil íntimo y conmovedor que teje Guerriero deja en un segundo plano al personaje divo de cejas delineadas y gestos extravagantes, y pinta de cuerpo entero las andanzas y desandanzas de un hombre de casi ochenta años que, después de codearse durante décadas con la realeza, el jet set y los vips, está bastante solo.
Pero también es la historia del nene que se inició en el instrumento a los tres años. El mismo que a los siete, cuando contrajo la polio que le paralizó la pierna izquierda, les pidió a sus padres que encajaran el piano en la cama para poder estudiar. El amiguito de Martita Argerich. El muchachito que a los 19 pirulos se fue a hacer la Europa para formarse con Marguerite Long, la mejor maestra, y al poco tiempo los críticos hablaban de él como un milagro. El hombre que durante décadas tocó con las mejores orquestas y directores del planeta. El pianista de una fortaleza hercúlea que superó miles de adversidades: desde las clases de su temible y genial maestro Vicente Scaramuzza hasta un accidente de auto que le fracturó la mano en mil partes. El artista que, pese a haber podido radicarse en los lugares más refinados de París o Mónaco, donde reinaba sin adversarios, decidió volver a sus pagos para ser un modesto, misterioso y seductor monarca del Once.
Más allá de echar luz sobre la vida y obra de Gelber, el libro de Guerriero, de más de 300 páginas, se convierte en un juego de seducción por entregas. Suerte de novela de folletín ambientada en el coqueto departamento que el pianista tiene a pasitos de la popular estación del Once. Aunque en profundidad, es un excelso y vital retrato periodístico, de esos que ya no abundan en estos tiempos de crónica moribunda.
“Si su arte consiste en ser el mejor vehículo de la obra de otros, él es su mayor composición. Y nadie puede interpretarla”, ensaya Guerriero sobre el maestro Gelber en su opus magnum. Un trabajo que da muestras certeras, como afirma el escritor Patricio Pron, de que el buen periodismo y la buena literatura son una y la misma cosa.
Opus Gelber es una obra maestra que parece escrita a cuatro manos. Mágicas.