En lo que respecta a la Argentina, la Cumbre de Presidentes del G20 estuvo entregando grandes dosis de posverdad. Para la titular del FMI, Christine Lagarde, «los esfuerzos están comenzando a dar resultados y deberían sentar las bases para el retorno de la confianza y el crecimiento».
Es una frase que podría entenderse como un reconocimiento a que la recesión argentina y las tensiones sociales, con el aumento del desempleo y el empeoramiento en la distribución del ingreso, son resultados que se adecuan a las expectativas del Fondo. Otra reflexión que se desprende es que el gobierno no cuenta con «la confianza» de los mercados.
En sintonía con Lagarde, Mauricio Macri sostuvo ante el G20 que «después de un 2018 difícil, hay buenas noticias sobre el rumbo de nuestra economía». Y aseguró que «ya se están viendo signos de leve mejoría, empezando a dejar atrás la recesión y los desequilibrios que afectaron a nuestra economía durante años». En verdad, sobre la recesión y los desequilibrios, debería referirse a los cuatro años de su gestión, con un PBI que caería un 3,4%, una disparada del dólar del 356% entre que asumió y los últimos datos de este mes, y otros números que desarrollaré más adelante.
Debería haber dicho «la mejoría te la debo», porque las estadísticas que se van conociendo no la reflejan. Aunque, tratando de «sacar agua de las piedras», los funcionarios y analistas afines sostienen que la caída de la actividad económica del 1,3% interanual en abril es un signo de mejora «porque está cayendo a un ritmo menor».
No obstante, el Estimador de la Actividad Económica (EMAE) de abril está fuertemente influenciado por la actividad agrícola, debido a la baja producción del año anterior influenciada por la sequía. Si analizamos la contribución por sector a esa caída del 1,3% interanual en abril de 2019, esta se compone de un aumento del 3,47% aportado por el sector de agricultura y ganadería, y un 4,77% de caída en el resto de los sectores, siendo las actividades que más contribuyeron a esa merma la industria manufacturera y el comercio mayorista y minorista. Si lo comparamos con el mes anterior, en términos desestacionalizados, el EMAE creció un 0,8%, cifra que no alcanza a compensar la caída del 1,4% en marzo. En resumen, poco para festejar, y mucho menos para considerar un cambio de tendencia.
La recesión instalada también se expresa en la evolución del comercio exterior de mercancías, principalmente por el derrumbe de las importaciones, pero también por el escaso crecimiento de las exportaciones. Los análisis de aquellos que desean mostrar hechos positivos dieron otra visión: el fuerte crecimiento de las exportaciones en mayo, gracias al efecto del agro, que mejoraron el saldo comercial (exportaciones menos importaciones).
Sin embargo, comparando mayo de 2019 con igual mes del año anterior, el saldo comercial mejoró en U$S 2656 millones (M), pero esto se debió a un aumento de U$S 853 M en las exportaciones y una disminución de U$S 1803 M en las importaciones. Lo mismo sucedió con el acumulado de los cinco primeros meses. La mejora fue de U$S 9080 M (se pasó de un déficit de U$S 4552 M en 2018 a un superávit de U$S 4528 M en 2019); pero ese resultado fue producto de un aumento de exportaciones de U$S 628 M y una fuerte reducción de importaciones de U$S 8452 M.
La caída en las importaciones fue severa, y se produjo en los bienes más ligados a la actividad económica; así, las compras externas de bienes de capital cayeron un 37,4%; los bienes intermedios un 16,0%; los combustibles y lubricantes un 41,5% y las piezas y accesorios para bienes de capital un 15,1%. También se redujeron los bienes de consumo en un 22,1% y los vehículos automotores de pasajeros en un 58,6%. Y si bien hay una mejora en el resultado comercial, las razones por las cuales se produjo este «alivio» son más que preocupantes.
La evolución del saldo comercial de mercancías también impacta en la Cuenta Corriente del Balance de Pagos, que es la suma del ítem mencionado, más el saldo de los servicios y de los pagos netos de renta, especialmente de los intereses de la deuda. Los datos conocidos esta semana indican que la Cuenta Corriente sigue mostrando saldo negativo en el primer trimestre de 2019, menor que igual período del año anterior, gracias al saldo de mercancías, pero con déficits en el rubro servicios y montos importantes de pagos por intereses, que rondaron los U$S 3500 M en el primer trimestre de 2019, cuando en igual período de 2015 llegaban a U$S 1160 M.
¿Por qué el saldo negativo de Cuenta Corriente es preocupante? Porque indica la «necesidad de financiamiento externo», como lo define el Indec, que tiene la economía en cada período. Y para el primer trimestre de 2019 esta necesidad fue de U$S 3817 M, divisas que se deben conseguir a como dé lugar, incluso con la reducción de reservas internacionales.
Lo tratado hasta el momento tiene un fuerte efecto en los indicadores sociales. Al problema de la desocupación, se sumaron los datos en la reducción del empleo registrado, que indican que en abril de 2019 se perdieron 203.900 puestos de trabajo, comparados con igual mes del año anterior. La disminución afectó a los asalariados privados (141 mil puestos menos) y a los autónomos y monotributistas (98.500 menos). Sólo se incrementaron los trabajadores del sector público (18.800) y los de casas particulares (16.800).
Esta situación no está desvinculada de la evolución del salario. Hace once meses que los salarios registrados vienen descendiendo en términos reales, medidos en forma interanual. El índice de salarios del Indec muestra que en los primeros cuatro meses de este año, los salarios privados registrados evidenciaron una reducción en términos de poder adquisitivo del 2,2%, que se suma a la pérdida del 11,7% que tuvieron durante todo 2018. En el caso de los salarios privados de los trabajadores y las trabajadoras no registrados, la pérdida en el primer cuatrimestre del año fue del 5, 4%, que se suma a una caída del 12% durante 2018. Parece que a las remuneraciones de los trabajadores no llegó la leve mejoría que anuncia Macri.
Se conocieron los números de la distribución del ingreso para el primer trimestre de 2019, que muestran un incremento en la concentración del ingreso. No sólo aumentó la participación del 10% más rico en los ingresos totales, sino que el coeficiente de Gini, que mide la concentración del ingreso (a mayor valor mayor concentración) fue el más alto de los primeros trimestres de la gestión Macri. Debido al apagón informativo del Indec, sólo se puede comparar esta variable desde el segundo trimestre de 2016. Pero igual medición del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. indica que el 10% más rico incrementó en 5 puntos su participación (del 28,0% al 33,1%) entre el primer trimestre de 2019 e igual período de 2015; el 40% más pobre perdió un 1,5% de participación, y el 40% del clase media también relegó 2,8 puntos. Todo dicho.
Queda claro entonces que, tanto los planes del FMI que avalan la gestión actual, como los del propio gobierno argentino sólo pueden prometer «bienestar» hacia un futuro ficticio, porque ni hoy ni mañana podrán generar un crecimiento económico con equidad, sino todo lo contrario. Incluso la prometida «confianza» de los mercados, que solucionaría todos los problemas, nunca durante estos años de macrismo ha llegado. Una importantísima cuestión a tener en cuenta a la hora de votar. «