«Tengo en claro cuál es el camino para salir de esta tormenta», aseguró hace dos meses, en el Día de la Industria, el presidente Mauricio Macri ante más de cien industriales. Pero parece que falló el GPS ya que nadie en el sector ve la salida a una crisis que se profundiza y que prevé una mayor destrucción de empleo.

Según los últimos datos de la Secretaría de Trabajo, los puestos de trabajo del sector industrial cayeron en 107.900 entre septiembre de 2015 y el mismo mes de 2018.

Pero la perspectiva es aún peor. Después de esta sangría laboral, los industriales prevén más despidos. Según la última encuesta periódica que realiza el Indec al publicar su Estimador Mensual Industrial (EMI), correspondiente a octubre pasado, casi el 30% de los grandes empresarios industriales estimó que va a disminuir su dotación de personal en los siguientes tres meses. Apenas el 6% contestó que piensa aumentarla y el 64%, que se mantendrá. Estos números replican los de las tres anteriores encuestas (ver infografía), pero no son habituales. En épocas que pueden calificarse como normales, cerca del 95% de los grandes industriales planea mantener el personal y el resto se reparte en porcentajes similares entre aumentar y disminuir. De hecho, esta es la primera vez en los ocho años de la encuesta que publica el Indec en su portal que se observan previsiones de despido de esta magnitud.

La pérdida de empleo industrial va de la mano con otros datos que hablan de la profundidad del hundimiento fabril. La capacidad industrial ociosa casi alcanza el 40%, con un extremo en el sector textil, donde la mitad de la maquinaria industrial está parada.

Los datos del EMI indican que la producción industrial cae en picada desde mayo, con una alarmante baja del 11,5% en septiembre, seguida de otra del 6,8% en octubre.

Los especialistas consultados por Tiempo coincidieron en que las causas que llevaron a esta situación son múltiples, están íntimamente relacionadas con políticas económicas impulsadas por el gobierno y se basan en cuatro aspectos: inflación y devaluación, que nunca pudieron ser controladas por la actual administración; altas tasas de interés marcadas por el Banco Central que condicionan la capacidad de financiamiento de las empresas (sobre todo, de las pymes) y ni siquiera lograron controlar la inflación; apertura de importaciones, que en un contexto de contracción de las ventas agravaron el escenario; tarifazos eléctricos, que repercutieron de manera negativa en la estructura de costos de las empresas.

Mariano Kestelboim, economista y consultor, consideró que «los empresarios en general pensaban que la situación iba a ser mejor de lo que es, por haber estado fuertemente influenciados por la mayoría de los analistas económicos, que planteaban un crecimiento en la economía para este año y para el que viene. Pero, poco a poco, una buena parte se está dando cuenta de que eso no va a ocurrir y ahora piensan que van a tener que reducir personal».

Para Pablo Dragún, director del centro de estudios de la Unión Industrial Argentina (UIA), «es bastante generalizada la caída de la industria; de 12 grandes rubros, en 11 veíamos caída». Dragún advirtió: «Este mes puede llegar a empeorar aún más. Puede llegar a haber alguno que suba, pero sobre una base baja. De todas formas, no va a generar una mejoría en materia laboral porque, además, los costos laborales son de mucha relevancia en muchos casos».

Paula Español, directora de Radar Consultora, fue contundente: «Hay una destrucción sistemática del empleo industrial. Aún en 2017, en la ventana en la que la industria tuvo una recuperación económica heterogénea –sólo de algunos sectores, pero que ayudaban a que los números de Indec mejoraran–, la industria siguió destruyendo empleo registrado y formal, según los propios datos de Sistema Integrado Previsional Argentino», conocido como SIPA. La especialista explicó que «tanto en períodos de contracción como de recuperación, el análisis desagregado da que la industria destruyó empleo. Si se toma el primer trimestre de 2015-2018, de los 26 bloques industriales, 25 destruyeron empleo».

Las pymes industriales son las más dañadas del sector. Leo Bilanski, presidente de la Asociación de Empresarios Nacionales para el Desarrollo Argentino (ENAC), apuntó: «Pasamos de 10 pymes que cerraban por día, en junio, a más de 25 en la actualidad, luego de la recesión y de la brutal devaluación». La ENAC realiza una encuesta periódica en el sector pyme. La misma arrojó en octubre que la capacidad instalada utilizada de las pymes industriales es del 51,4%, es decir, 10 puntos porcentuales menos que el bajo porcentaje que registra el Indec. La misma encuesta determinó que el 96% de los empresarios no piensa aumentar el personal. De estos, el 14% adelantó que despedirá gente.

Para Dragún, «no se ve una salida sencilla», ya que «las mismas incertidumbres de hoy parecen mantenerse a futuro». A inicios de este año, el gobierno «decidió sacar la línea de crédito a la inversión productiva o inclusión financiera. De ahí venía buena parte del financiamiento de las pymes y ahora la tasa de interés de referencia subió mucho más. Hay algunos planes, pero son paliativos. Lo mejor que podría ocurrir es que crezca la demanda, pero se ve difícil».

Kestelboim advirtió que «el gobierno no tiene planeado cambiar el rumbo. Los funcionarios lo ratifican públicamente». Además, «materialmente, ya no tiene la posibilidad de cambiar esta situación, con las políticas económicas que ha tomado». El especialista analizó que «el país tiene un desequilibrio externo muy importante» y que «este año va a ser el récord de déficit de cuentas corrientes desde 1981», lo cual «implica que no va a tener capacidad de financiamiento, dentro de un eventual crecimiento». Con todo, «materialmente, el gobierno no tiene recursos para conseguir una reactivación de la economía el año que viene». De la única manera que podría lograrlo, es con «una fuerte redistribución del ingreso, que implique ir en contra de sectores de poder que lo han apoyado», cosa que «difícilmente vaya a suceder». El consultor insistió en que «evidentemente, han fracasado las políticas económicas y los empresarios lo vieron tarde, a pesar de que muy poquitos analistas decíamos que esto iba a ocurrir. Pero les creyeron a los analistas más oficialistas y a los postulados del gobierno».

Español previó que «de cara a 2019, el panorama es negativo para casi la totalidad de los sectores industriales. Será peor a 2018. Según el EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica, que publica el Indec), el primer cuatrimestre de este año fue positivo. Eso no va a pasar el año que viene. De hecho, comenzará con un arrastre muy negativo y, en el agregado, no hay ningún ‘driver’ que haga pensar que va a haber un sector que funcione como traccionador de la actividad».

Para Bilanski, el problema central es ideológico. «En el gobierno, creen que la ortodoxia es un modelo económico sustentable, lo cual está cambiando en el mundo. El ejemplo más claro es la lucha por el trabajo que están dando Donald Trump y Xi Jinping, aplicando aranceles de restricción del comercio exterior al otro. Ninguno de los dos quiere que el otro le importe. Y nosotros insistimos con una política económica vieja, vetusta y que no tiene efectos positivos. Por ejemplo, las Lebac no sólo no redujeron la inflación, sino que generaron una deuda de 140 mil millones de dólares.» En ese sentido, opinó que el rumbo actual «es el mismo que tomaron en 2016: un año de recesión que flexibiliza la actividad laboral, luego inyectan dinero en obra pública y después, cuando pasan las elecciones, vuelve el mismo ciclo». Sin embargo, «ahora es más brutal y lo que viene es un año pésimo porque ya no hay espalda». En ese orden, Bilanski vaticinó que  «hay que ver cuánto aguanta la economía hasta que se quiebre. Nosotros advertimos que ese quiebre va a ser más duro que en 2001».

Español, por su parte, hizo hincapié en las consecuencias a largo plazo de este tipo de procesos. «Frente a una contracción de tantos años, del cierre de empresas, de la pérdida de trabajo y de las capacidades técnicas, las pérdidas del capital humano y productivas requieren de mucho esfuerzo e inversión para recuperarse. No se resuelve con un par de medidas. Las capacidades productivas se destruyen rápido y se construyen lento. Esto tiene un costo dinámico muy fuerte», concluyó. «


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El plan de la UIA

Los pronósticos de la UIA para el año que viene son ominosos: prevén un año peor que el actual.

Con esta casi certeza en mente, la central fabril debatirá el próximo martes un plan de acción que prevé presentárselo al gobierno nacional en el transcurso de esta semana o en la siguiente.

De acuerdo con lo publicado en el diario Perfil y el portal Infobae, el plan incluye 35 puntos divididos en seis áreas sobre las cuales la UIA pone el foco: financiamiento, energía, comercio, fiscal, ley pyme y mercado interno.

Respecto del primero, trascendió que la entidad pedirá la reinstalación de las líneas de crédito productivo que impulsó el gobierno de Cristina Fernández y que el actual canceló en noviembre del año pasado.

El paper también apuntará contra las retenciones, pero a fin de no golpear las estimaciones de recaudación del año próximo, propondrá que las nuevas exportaciones fabriles no tributen derechos de exportación.

El otro aspecto central es el de la tasa de interés. Existe consenso entre los industriales acerca del fuerte impacto negativo que tiene sobre el aparato productivo. Y, en ese sentido, la reducción de 10 puntos porcentuales del último mes no los satisface. José Urtubey, de Celulosa Argentina, advirtió que esa reducción «no alcanza». Pero en el Banco Central no opinan lo mismo.