Puede decirse que este primero de marzo el presidente Alberto Fernández definió en una frase la visión de su gobierno: “Vengo a proponerles que construyamos juntos un nuevo acuerdo para que la Argentina no recaiga más en un Estado ausente. Aquello que las argentinas y los argentinos esperamos, un país justo, que crezca y distribuya la riqueza, donde haya trabajo y lugar para todas y todos”. Si algo ha quedado claro luego de más de un año del inicio de la gestión de gobierno de Alberto Fernández es que el eje de sus políticas radica en el bienestar de la totalidad de la ciudadanía, no sólo de unos pocos.
En aras de lograr una mayor progresividad, el proyecto de modificación del Impuesto a las Ganancias, que ya se encuentra en tratamiento en la Cámara de Diputados, apunta a que cerca de 1,3 millones de los trabajadores/as en relación de dependencia y jubilados/as dejen de pagar el impuesto. En 2015, alrededor del 12% de los trabajadores/as eran alcanzados por este impuesto. Entre 2016 y 2019 este guarismo prácticamente se duplicó. Y esto ocurrió a pesar de que hubo una pérdida importante en el nivel real de los salarios, generando una situación en la que se ganaba menos y se pagaba más impuesto.
De allí que la iniciativa plantea que los salarios mensuales brutos inferiores a $150.000 dejarán de pagar Ganancias, y tampoco quedaría alcanzado el aguinaldo para este grupo. Habrá un intervalo de entre $150.000 y $173.000 mensuales que también verían reducido su aporte aunque de modo progresivo, es decir, la reducción del impuesto va a ser menor cuanto mayor sea el ingreso hasta el límite citado, de forma que no existe un salto entre los que ganan, digamos, $172.500 brutos y los que ganan $173.500, ya que los salarios mayores a $173.000 no tendrán modificación en sus deducciones del tributo.
Para darnos una idea de lo que implicará este nuevo esquema en el bolsillo de los trabajadores: un salario de $150.000 de una persona soltera y sin hijos paga en la actualidad unos $115.000 anuales de Impuesto a las Ganancias. Adicionalmente, una de las modificaciones producto del debate legislativo fue la inclusión de la retroactividad de esta mejora a enero de 2021. Es decir, los trabajadores que han tenido descuentos con el régimen vigente hasta ahora, y están alcanzados por el proyecto de ley, van a obtener una devolución de los anticipos realizados.
En resumen, quedaría sólo un 7% de los trabajadores registrados alcanzados por el impuesto, quienes representan un 26% de la masa salarial total.
Esta normativa también implica un beneficio para los haberes jubilatorios y pensiones, ya que se eleva de 6 a 8 haberes mínimos el piso para quienes estarían alcanzados por el gravamen y se flexibiliza la restricción de que tengan otros ingresos por fuera de la jubilación. Según los cálculos mencionados por la directora de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont, en la comisión conjunta de Diputados que trata el tema, la proporción de haberes jubilatorios alcanzados por Ganancias era del 5,2% en 2019, 5,3% en 2020 y con esta reforma sería del 2,4%.
Otra de las modificaciones propuestas que pasó bastante desapercibida en los medios es que se incorpora la posibilidad de deducir al concubino, en vez de sólo el cónyuge, en función de la modificación de 2014 del Código Civil, poniéndose a la altura de todos los cambios que la sociedad argentina ha planteado en la materia.
El costo fiscal de esta reforma sería de aproximadamente $42.000 millones, los cuales se traducirán en mayores ingresos reales de los trabajadores/as y pensionados/as. Allí es donde se genera el círculo virtuoso en el que los asalariados destinan esos recursos al consumo y, por ende, al mercado interno. Este mayor consumo genera a su vez una mayor recaudación impositiva por otras vías, como el IVA, y por lo tanto aminora significativamente el efecto del costo mencionado en las cuentas fiscales.
Pero lo importante es que el equilibrio fiscal no debería ser el principal objetivo de las políticas públicas, sino el bienestar de la población. Desde esa premisa, por supuesto, es necesario ir construyendo “una posición fiscal más robusta”, en palabras del ministro Martín Guzmán. Sin perder de vista, no obstante, el importante rol del Estado en resolver las cuestiones que el mercado por sí solo no soluciona. No debemos confundir este enfoque de equilibrio fiscal con el que suelen apoyar los sectores de derecha, que piden un Estado mínimo, con poca presencia en la economía, que debe apuntar a bajar los impuestos y dejar aspectos clave como el desarrollo de la ciencia, la educación, la salud, la innovación en manos del sector privado, lo que suele generar importantes inequidades sociales. Por el contrario, este gobierno se propone que la sostenibilidad fiscal debe ir alcanzándose con políticas a favor de la ciudadanía y no a costa de ella.
Entonces, vale la pena destacar que esta propuesta de reforma del esquema del Impuesto a las Ganancias es congruente con los principales objetivos del actual gobierno. Al incrementarse el ingreso disponible de los trabajadores y trabajadoras se genera mayor demanda, si además este proceso viene acompañado de políticas que protegen la producción nacional, esa mayor demanda genera mayor empleo y esto tiene un efecto multiplicador en la actividad.
Queda aún mucho camino por recorrer, luego de haber atravesado la pandemia neoliberal y la pandemia sanitaria. Uno de los últimos datos sobre el sector industrial que publicó el INDEC esta semana da cuenta de que la utilización de la capacidad instalada de la industria llegó al 57,2% en enero, 1,1 puntos porcentuales más que en el mismo mes del 2020. Tomando en cuenta los resultados de los últimos meses, los datos indican que aún existe una capacidad instalada ociosa de más del 40%, lo cual permite un rápido crecimiento de la producción sin necesidad de inversión.
Está claro que el gobierno tiene una firme postura de no resolver la situación de déficit fiscal a través del ajuste o la reducción del gasto público, sino con más ingresos que provengan de combatir la evasión impositiva, la subfacturación en el comercio exterior y otros aspectos que están contemplados en las leyes vigentes y que tienen que ver con los ingresos del fisco. Pero, principalmente, a través del aumento en la recaudación que genera el crecimiento de la economía, algo que viene ocurriendo durante los últimos cinco meses, en cada uno de los cuales el aumento interanual de los recursos tributarios ha superado a la inflación del período.
Queda pendiente una reforma impositiva integral que tienda a subsanar las inequidades en el actual sistema, achicando el peso de los impuestos horizontales (como el IVA que deben afrontarlo todos y todas por igual, independientemente de su nivel de ingresos) e incrementando el peso de aquellos tributos progresivos que gravan con mayor intensidad a la población de mayor capacidad contributiva.
Para cerrar, otra frase del Presidente el primero de marzo en su discurso ante la Asamblea Legislativa: “Debemos hacer que los salarios crezcan y los precios se estabilicen. El sistema capitalista fracasa en el mismo instante en que los que consumen son expulsados del mercado”.