La derecha ya tiene candidato para las presidenciales de 2023. Es Horacio Rodríguez Larreta. Es cierto que falta mucho y que en política todo puede cambiar una semana antes del cierre de listas. Sin embargo, aunque falten 41 meses, y en el camino esté la contienda de medio término del año que viene, Rodríguez Larreta es el favorito. La «derecha» no es Juntos por el Cambio solamente. Es todo el bloque de poder que se opone al gobierno del Frente de Todos.
Sus figuras más visibles son los medios de comunicación tradicionales. Encarnan el núcleo más visceral del antiperonismo. Son los grandes promotores de la marcha que en medio de la pandemia realizarán mañana las bases sociales que consideran al peronismo una especie de enfermedad autoinumne (ahora que todo se ha vuelto tan biológico). Algo que debe ser extirpado para que el país tenga alguna esperanza de sobrevida.
El principal objetivo del bloque de poder es diferenciar a Rodríguez Larreta de quien fue su padrino político, el expresidente Mauricio Macri, cuya imagen negativa supera el 60 por ciento. El trabajo en tándem con los medios puede tener cierta eficacia. Los medios se encargan del bombardeo cotidiano. Son la gota en la roca que todo el día machaca con una idea central: la Argentina es un desastre, nada funciona. De pronto volvió la inseguridad, aunque las estadísticas indiquen que disminuyó por el aislamiento social. Cuando no había acuerdo con los bonistas lo más importante era cerrar el acuerdo. Y una vez que se logró, dejó de ser tan relevante y ahora hay que ver “de qué le sirve a la gente”. Machacaron durante meses con que el gobierno sólo utilizaba la cuarentena para contener el virus y no buscaba una solución científica. Ahora que la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford se fabricará en la Argentina, cambiaron la agenda y volvieron para defender a los jueces que el macrismo ascendió violando la Constitución para premiarlos por haber encarcelado kirchneristas.
En el medio, Larreta se ahorra el trabajo de cuestionar al gobierno, lo hacen los medios, y en apariencia se corre al centro. No se trata de no reconocer que Larreta se plegó a la exitosa estrategia sanitaria impulsada por el gobierno nacional. Porque, además, parte del éxito de la estrategia es que se hizo con amplios consensos políticos. Sería infantil no reconocer que en el modo de enfrentar la pandemia, la política argentina se recostó en una de sus buenas tradiciones: dejar de lado las disputas ancestrales frente a un tema que podía (aún puede) terminar en una gran tragedia.
Sin embargo, Rodríguez Larreta es el candidato del mismo bloque de poder que gobernó durante los cuatro años de Macri: los grandes medios, los especuladores financieros a escala global, la embajada americana, el sector más retrógrado de la argentina agropecuaria. Larreta es eso. Su visión del país y los sectores que se aglutinarán detrás de su candidatura son los mismos que llevaron al actual tomador de sol en saint tropez a la Casa Rosada.
¿Es posible que el jefe porteño tenga una vocación democrática mayor a la del expresidente? Ojalá su proyecto no incluya encarcelar a todo el que piense diferente acusándolo de corrupto. Son misterios que sólo se develan cuando alguien llega al poder. Pero su visión de la economía, del rol del Estado, del lugar de argentina en el mundo, del modelo productivo y social, es la misma. Porque no sólo es la visión que defiende Larreta. Es lo que defiende el bloque de poder sobre el que Larreta se recuesta. Es un juego de espejos: Larreta es Macri. «