¿Dónde están los desaparecidos?, dice la consigna que, con la misma traza de los reclamos históricos, los sobrevivientes del asalto al Regimiento de La Tablada en enero de 1989 se preguntan por Iván Ruiz, Carlos Samojedny, Francisco Provenzano, y José Díaz, los cuatro militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) desaparecidos a manos del Ejército Argentino que recuperó la guarnición después de treinta horas de combate. Ese reclamo reverdecerá a partir de este 10 de diciembre, cuando el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de San Martín comience a juzgar el homicidio del santiagueño José Díaz. El debate llegó casi treinta años después y tendrá en el banquillo de los acusados al militar que comandó la recuperación: Adolfo Manuel Arrillaga, un genocida cinco veces condenado por crímenes de lesa humanidad cometidos en la dictadura cívico militar, entre otros, por “La Noche de las corbatas”.
“En lo personal rescato que vuelva a hablarse del tema”, dice Sergio Paz, uno de los 16 militantes del MTP que sobrevivieron a la toma del cuartel. Como otros miembros del MTP, pediré justicia por Díaz. Pero también por sus otros cuatro compañeros desaparecidos.
Porque para Paz está claro que la continuidad del genocida Arrillaga en la dictadura y en la democracia ocurre en la recuperación del cuartel en 1989: asegura que se aplicaron los mismos métodos que las Fuerzas Armadas usaron durante el Terrorismo de Estado.
El juicio comenzará a un mes y medio de que se cumplan tres décadas de aquel 23 de enero de 1989, cuando militantes del MTP coparon el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano (RIM 3) del Ejército, ubicado en La Tablada.
-Yo soy uno de los sobrevivientes del operativo y voy participar del juicio como testigo. -dice Paz a Tiempoar a días de la primera audiencia.
-El juicio se inicia casi tres décadas después de los hechos. ¿Cómo llegan a esta instancia?
-Hay cuatro compañeros que permanecen desaparecidos. Hay registros de dos compañeros que son detenidos en el episodio del incendio de la guardia de prevención donde salen cinco o seis colimbas y desertores, y entre ellos tres compañeros. A uno lo matan y los otros dos salen vivos, que son José Díaz e Iván Ruiz. Se consigue ir a juicio por Díaz y no es por desaparición sino por homicidio. Y el responsable primero es Arrillaga que ya está detenido por causas de lesa humanidad y es el que estaba a cargo del operativo de recuperación. Nosotros lo que hacemos es ir por eso y tratar de incorporar otras pruebas y elementos que podrían permitir juzgar la desaparición de los otros compañeros.
-¿El objetivo es iniciar un camino de justicia por todos los desaparecidos?
-Nosotros estamos incorporando todo lo de la causa nuestra en el ’89, que es cosa juzgada. Pero se van a incorporar nuevos elementos. Nuestra idea, además de conseguir la condena de este asesino, es poder incorporar elementos que en el futuro impliquen la apertura de las causas por los otros tres compañeros. Los compañeros están filmados cuando salen de la guardia, hay testigos, están los nombres de quienes son los oficiales que intervinieron, está la declaración de los pibes que estaban con ellos en detención. Pero pasa que la historia que armaron ellos dice que un oficial se los llevó detenidos y en el traslado lo matan y se escapan. Nuestra intención es voltear esa versión que es inverosímil. Ellos dicen que se fugaron pero los compañeros no están.
-El imputado es un genocida de la dictadura condenado. ¿Además del imputado, también estará en juicio la continuidad de los métodos del Terrorismo de Estado?
-Esa es nuestra estrategia. El objeto procesal es muy concreto: habla del homicidio de José Díaz. Nosotros vamos a intentar incorporar la cuestión del método que se usó. Y se usó en general, porque a mí me torturaron, me violaron con un fusil; a las compañeras las hicieron mierda, hubo fusilamientos y estamos trabajando con las autopsias porque calculamos que hubo, por lo menos, veinte compañeros asesinados en ejecuciones sumarias. Las desapariciones, los interrogatorios: hay una metodología.
El juicio tendrá sentado en el banquillo a Arrillaga, procesado como coautor del homicidio de Díaz por haber comandado las tropas conjuntas (Ejército, Policía Federal y Bonaerense). El otro acusado, Eduardo Varano, ya murió.
El expediente llegó al debate oral después de un largo trajín judicial: la causa fue declarada prescripta y se reabrió a fines de 2014 por la Corte Suprema de Justicia a instancias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que en 1997 señaló que el Ejército incumplió su obligación de investigar las ejecuciones de Díaz y Ruiz.
De acuerdo al cronograma, después de la primera audiencia el juicio continuará el 12 y 14 de diciembre y seguirá en enero y febrero. El veredicto, se estima, será en marzo. El abogado Pablo Llonto es querellante por la familia de Díaz.
La rendición y el aquelarre
-La Tablada ocurrió en el siglo pasado. Era otra Argentina, es un tiempo muy lejano. Si uno lo mira desde hoy, por suerte, parece algo difícil de comprender. –dice Paz, a casi tres décadas de aquel hecho.
El 24 de enero del ’89, 19 militantes del MTP se rindieron dentro del RIM3 de La Tablada. “Del cuartel salimos dieciséis, que somos los que fuimos a juicio”, recuerda Paz. Esa operación fue la última acción guerrillera en el país, realizada a cinco años de recuperada la democracia. Fue comandada por el ex jefe del ERP, Ernesto Gorriarán Merlo, quien aseguró que tuvo por objetivo frenar un inminente golpe militar que buscaría derrocar al presidente Raúl Alfonsín.
Los militantes sobrevivientes fueron condenados. En total, hubo tres juicios a miembros del MTP: 23 personas fueron sentenciadas a prisión perpetua y a 11 años de prisión. El último juicio fue en 1997 a Enrique Gorriarán Merlo, quien fue capturado en México y condenado a perpetua.
-Una cosa fue el tiempo de combate, pero cuando nosotros nos entregamos empieza otra historia en La Tablada. Nosotros fuimos condenados por los daños causados durante esas treinta horas de combate, pero no hay responsables de las muertes de nuestros compañeros. No se indagó qué pasó, por qué hay fotos de compañeros vivos que después aparecen muertos, acribillados. Muchas cosas de estas no se van a poder ver en el juicio, pero nuestra intención es incorporar la cuestión del método represivo para que esto abra en el futuro las otras causas.
-Es la primera vez que se buscará justicia por los caídos del MTP en La Tablada…
-Es la primera vez que se toca este tema que uno lo sintetiza como “las violaciones a los derechos humanos en La Tablada”. Es un tema delicado y el Tribunal es nuevo, sin experiencia. La defensa (de Arrillaga) hace mucho hincapié en el objeto procesal para que no se meta todo el resto en el juicio, pero nosotros vamos a declarar. Somos sobrevivientes y vamos a hablar.
-¿Cuáles son las expectativas con el juicio?
-Desde lo personal creo que es muy importante porque sería la primera vez después de treinta años que se tocaría este tema. Es importante, porque esto pasó. Nosotros hacemos mucho hincapié en que una cosa fue la etapa del combate, donde hubo un enfrentamiento entre, digamos, dos bandos. Pero después de la rendición comenzó el aquelarre. Está la declaración de un suboficial que denunció dentro de la fuerza que había recibido las órdenes de matar a los compañeros. Hizo una denuncia y dio una conferencia junto al Pelado Gorriarán y dice una cosa interesante: “Ustedes eran mi enemigo y los combatí, pero lo que vi que hicieron con los detenidos, con las mujeres, no lo puedo dejar pasar”.
-¿Qué implica que se haga este juicio?
–Creo que es importante porque llega en un momento de retroceso en Derechos Humanos que es impulsado desde el Estado y el poder, y eso es contradictorio. El asesino ya está en cana, por eso nuestra idea es poner sobre la mesa cuestiones que cuando declaramos en el ’89, todos estábamos torturados, yo todavía tenía marcas sangrantes en el cuerpo, y no nos dejaron ni hablar del tema. Hubo ahí una cubierta de lo que pasó. Hoy estamos a un paso de poner sobre la mesa esto que nos faltaba: hay cuatro desaparecidos. Nosotros pagamos lo que hicimos y estuvimos catorce años presos.