El fracaso en el esquema de pago de las jubilaciones y asignaciones universales por hijo provocó un fuerte impacto en el gobierno. El presidente Alberto Fernández admitió en una entrevista con radio Mitre ayer que estaba «preocupado, enojado y molesto» ante las largas filas que se registraron en los bancos de todo el país por parte de jubilados y beneficiarios de asignaciones sociales. En ese diálogo reconoció que «alguien hizo mal las cosas, no cabe ninguna duda», pero aclaró que el gobierno no está «pensando en renuncias».
Ayer, el cobro fue más ordenado y las colas fluyeron con relativa rapidez. Además, tanto el gobierno nacional como los provinciales y los municipios desplegaron recursos a fin de colaborar con las personas en las colas. También se observó la presencia policial en los lugares en los cuales el viernes se habían producido las colas de cuadras de extensión: buena parte de la zona sur del conurbano, y el oeste, especialmente en La Matanza.El mismo despliegue se notó en las grandes ciudades.
Los operativos incluyeron la participación de Defensa Civil y hasta voluntarios de la Cruz Roja Argentina. Al respecto, el director de Respuesta a Emergencias y Desastres de esa organización, Cristian Bolado, contó en diálogo con CNN Radio que «tenemos presencia en unos 150 bancos, tanto públicos como privados» y que «todos nuestros servicios de teleasistencia están a disposición para ayudar a los adultos mayores».
Las sucursales atenderán hoy hasta las 17, exclusivamente a jubilados y pensionados que no hayan cobrado aún el mes de marzo, por ventanilla, según el número final del Documento Nacional de Identidad (DNI), que hoy corresponde al 2 y 3.
Sin tarjeta
Una sumatoria de eventos se conjugaron para que se dieran las imágenes del viernes. En primer lugar, un pequeño grupo de bancos ha hecho del pago de las jubilaciones un negocio ya que a la comisión por el pago de los haberes le agrega la posibilidad de vender productos bancarios a una población cautiva, casi sin gastos de marketing. El carácter poco amable de esta relación se demuestra en el escaso interés de los bancos por digitalizar a sus clientes jubilados, al punto de que centenares de miles de tarjetas de débito nunca fueron repartidas.
Un grupo importante de jubilados cobra sus haberes en ventanilla porque así lo prefiere, pero también porque los bancos no toman iniciativas para modificar esa situación. Y este cuadro es tolerado por el Banco Central.
Pero si esta es una realidad conocida, no se explica cómo es que los funcionarios encargados de organizar los pagos esperaban otra cosa distinta a la marea humana de anteayer. Pasaron dos semanas desde que arrancó la cuarentena, los bancos permenecían cerrados y no se tomó ninguna inicativa para que el dinero llegara hasta los bolsillos de los jubilados que cobran por ventanilla. Con esquemas así no se derrota la pandemia.