Será recién en agosto de 2020 cuando venza el mandato de la actual conducción de la CGT. Lo que hace algunos meses atrás parecía inverosímil –la reunificación de todas las fuerzas que coexisten en su interior e incluso entre aquellas que se han mantenido al margen– ha tomado ahora otro significado.
Es que, desde la renuncia de Juan Carlos Schmid, uno de los triunviros electos, en septiembre de 2018, corrió mucha agua bajo el puente. A la primera renuncia de Francisco «Barba» Gutiérrez, de la UOM, en diciembre de 2017, le siguieron las de los dirigentes referenciados en Pablo Moyano, alrededor de una decena de sindicatos, con lo que quedó diezmado el Consejo Directivo cegetista.
Por fuera de ese espacio, además, se ubicaban los dirigentes de la kirchnerista Corriente Federal de los Trabajadores (CFT), dirigidos por el bancario Sergio Palazzo. Ubicado por fuera del Consejo Directivo, este sector se mantuvo expectante ante los sucesos al interior de la conducción. Se unió al moyanismo en el FreSiMoNa una vez que este se retiró del Consejo a la par que, al calor del ajuste macrista, abrazaba nuevamente la candidatura de Cristina Fernández.
Más afuera, sin reconocer la conducción, se ubicaron los entonces dirigentes del Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA): el taxista Omar Viviani y el ferroviario Sergio Sasia que, a su turno, se fragmentaron por el apoyo del primero a la candidatura de Juan Manuel Urtubey, mientras el segundo se orientaba al alineamiento con Daer y Carlos Acuña. Así las cosas, una nueva fractura de la CGT parecía irreversible.
Fue el corrimiento de CFK a la vicepresidencia y la candidatura de Alberto Fernández lo que los reunificó detrás del Frente de Todos. Ahora, con el triunfo prácticamente asegurado y la decisión del virtual presidente de promover un Pacto Social, la interna ha perdido sustrato y, por el contrario, la reunificación emerge como una necesidad.
Es por eso que, a semanas de las elecciones, los dirigentes de la mesa chica cegetista y sus hasta hace poco adversarios del FreSiMoNa comenzaron las negociaciones para lograr la enésima reunificación de la CGT.
En la primera reunión, del martes pasado en UPCN, se plantearon un acuerdo de unidad con una conducción homogénea y oficialista.
Desde el entorno de Fernández reconocieron que «el Frente de Todos aboga por la unificación de la CGT» a la vez que recordaron los vínculos de amistad que unen al propio Alberto Fernández con Héctor Daer que, además, mantiene relaciones estrechas con Sergio Massa, con quien compartió listas en el Frente Renovador.
Omar Plaini, referente del moyanismo que participó de la reunión, reconoció que «es el prólogo de la reunificación de la CGT con parte del secretariado, el FreSimoNa, la Corriente Federal. Seguramente se sumarán otros sectores». Para el dirigente de los Canillitas, «cuando el presidente asuma, va a necesitar la mirada y las propuestas del movimiento sindical. Es fundamental que asumamos la responsabilidad que tenemos».
Si bien Palazzo no fue de la partida, trascendió otro cónclave del que participó con la mesa chica y mostró su voluntad de sumarse al esquema. Del mismo modo, Sergio Sasia, que a través de los poderosos gremios del transporte ha venido coordinando con la mesa chica, aseguró que «hace bastante que tomamos la decisión. Estamos trabajando en la letra chica. Es lo mejor que le puede pasar al movimiento obrero gobierne quien gobierne», aunque, para eso, pidió «unidad de concepción y respeto de los estatutos», despegándose de otro posible triunvirato. Sasia destacó que «es más viable un Acuerdo Social con el movimiento obrero unido pero el gobierno tiene que poner énfasis en que los empresarios cumplan».
La dificultad para sellar la unidad definitiva en agosto de 2020 dependerá de la viabilidad y el derrotero del Pacto Social que deberá erigirse sobre la base de la pérdida del poder adquisitivo del salario privado de más de un 20% que dejará la gestión de Cambiemos.