En enero de este año la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que 2015, 2016 y 2017 fueron los tres años más calurosos desde que comenzaron a tomar registros de temperatura. Para peor, adelantó que 2018 iba camino a disputar el podio. La llegada del verano al hemisferio norte pareció confirmar esa presunción, ya que la ola de calor que se vivió en varios países fue la más importante que jamás se haya registrado y los muertos se contaron por decenas. Esta semana, el final de esa corriente cálida llegó con fuertes tormentas en naciones de Europa Occidental como Francia, que bajaron hasta 12 grados la temperatura en apenas unas horas. Los expertos aprovecharon la ocasión para volver a apuntar contra los gobiernos que aún no encuentran consensos para poner freno al cambio climático.
«Los episodios extremos registrados en junio y julio son compatibles con la tendencia general a largo plazo del cambio climático debida a las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero», explicó la OMM en un artículo publicado en su web el 1 de agosto. Allí el organismo que nuclea los servicios meteorológicos de los distintos países que integran las Naciones Unidas citó un estudio conjunto realizado por el Centro de Clima de la Cruz Roja, la Universidad de Oxford y el Instituto Meteorológico de los Países Bajos que plantea que la probabilidad de que se den temperaturas extremas es, hoy en día, «el doble que si las actividades humanas no hubieran alterado el clima».
En Argentina los efectos también son ostensibles. Mientras la OMM anunciaba en enero que se vendría un año récord de calor, en el país se atravesaba la peor sequía en 50 años que concluía con el abril más cálido en el mismo período. Los efectos luego se manifestaron en la producción del campo. Este año, por ejemplo, la producción de soja fue un 30% inferior a la de 2017, aun con agroquímicos.
Pero lo que sigue al calor también genera distorsiones. Según explican los expertos, las precipitaciones se tornan más intensas y frecuentes. Japón es uno de los países que ha sufrido en el último tiempo estas consecuencias. Los nipones tuvieron en julio las peores inundaciones y deslizamientos de tierra en décadas. De acuerdo con las cifras oficiales, más de 200 personas murieron y cerca de 10 mil hogares fueron destruidos.
Las lluvias monzónicas también se cobraron víctimas en el sureste de Asia, donde decenas de miles de personas sufrieron desplazamientos en Myanmar. Las lluvias torrenciales también contribuyeron al colapso de una presa en Laos, lo que causó inundaciones en Camboya.
Muchos grupos militantes depositan sus esperanzas en la Cumbre Global de Acción Climática que se desarrollará entre el 12 y el 14 de septiembre en California. Allí, por fuera de los espacios oficiales, esperan iniciar un camino para revertir la frustración de los últimos años. «