Cuando el próximo miércoles a las 11 los médicos, enfermeros y pacientes del Instituto de Rehabilitación Psicofísica (IREP) vuelvan a salir a la calle Echeverría, a abrazar al hospital del Bajo Belgrano, la foto mostrará –como la que ilustra este artículo, tomada en mayo–, por encima de sus reclamos y sus carteles, las moles de dos enormes torres de hormigón y cristal.
A sólo cien metros del IREP se levanta Forum Alcorta, uno de los fastuosos desarrollos inmobiliarios de TGLT, el gigante del real state que en enero adquirió el 82,3% del paquete accionario de la constructora de Nicolás Caputo, el amigo del alma del presidente. Con unidades residenciales de primer nivel de hasta 700 m2, la desarrolladora explica en su web las ventajas de vivir allí: «Se trata de una ubicación estratégica y privilegiada por sus rápidos accesos hacia el norte y el centro de la Ciudad y por sus inmejorables vistas al área verde de los bosques de Palermo y de cara al Río de la Plata. Es una zona con extensos parques, escuelas, universidades, restaurantes, clubes, lo que la convierte en un lugar ideal para quienes buscan un barrio tradicional e inquieto a la vez, moderno y personal».
No son los únicos proyectos premium en esa zona de Belgrano delimitada por la calle La Pampa y las avenidas Figueroa Alcorta, Monroe y Del Libertador. Sobre esta última creció una hilera de edificios de oficinas y viviendas de categoría (como Liberateur, del estudio Aisenson), y con epicentro en la calle Sucre al 600, un nuevo polo gastronómico.
Es en el contexto del acelerado proceso de «gentrificación» del barrio de casa bajas al que le cantaba Spinetta que se inscribe el decreto 297/18 conocido la semana pasada, y por el cual el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta esquivó a la Legislatura y dispuso avanzar con el polémico proyecto de trasladar cinco hospitales porteños (Marie Curie, Ferrer, Udaondo, IREP) al predio del Muñiz, y construir el Complejo Hospitalario Sur en Parque Patricios. Con un costo estimado (calculado antes de la corrida cambiaria) de 160 millones de dólares, el plan de Larreta apunta a recuperar unos 123,7 millones por la venta de los predios.
«Está claro que esto es un negocio inmobiliario y venimos denunciándolo desde que se presentó el proyecto. Al IREP lo están desmantelando. Hace un año y medio se inauguró una terapia de cuidados intensivos pediátricos, única en el país, pero este año derivaron 26 enfermeros con la excusa de que había muchos –explica Pablo Lima, delegado de ATE en el IREP–. En el proyecto del Complejo Hospitalario Sur no está contemplada la atención de rehabilitación neuromotora infantil, ni siquiera nos dicen cuántas camas vamos a tener. El objetivo evidente es, además de vaciar la salud pública, cerrar esto y vender el predio a algún desarrollador amigo.»
En efecto, con valores que superan largamente los 4000 dólares el metro cuadrado, el Bajo Belgrano es una de las zonas de la Ciudad en las que más creció el valor de las propiedades, en un fenómeno expulsivo de los antiguos vecinos que también podría llevarse puesto al IREP, varias de cuyas construcciones están catalogadas como patrimonio arquitectónico. Allí funcionó desde 1949 la Ciudad Infantil de la Fundación Eva Perón, y en 1956 comenzó su historia como centro de rehabilitación alojando a las víctimas de la epidemia de poliomielitis.
«Pasan por encima del derecho a la salud, está claro que también pueden pasar sobre la historia. No les importa», dice Lima. Mauricio Macri ya había querido reubicar el IREP cuando era jefe de Gobierno, pero el rechazo de trabajadores de la salud y pacientes lo impidió entonces. El asedio continúa y la resistencia también. «
Un centro de jubilados arrasado por las topadoras de Larreta
A las 6 de la mañana del 8 de agosto último, las topadoras –custodiadas por efectivos de la Policía de la Ciudad– arrasaron el predio de La Pampa 884, frente al cruce con la calle Dragones, en el Bajo Belgrano. El Centro Recreativo «Manuel Belgrano», conocido por los jubilados que lo visitaban a diario como «Las Bochas», fue fundado en 1952 por iniciativa del presidente Perón y los vecinos de un barrio que se parece cada vez menos al que fue.
Joaquín Ramírez, tesorero de la comisión directiva ad hoc que se había formado para gestionar el lugar, adonde la propia Secretaría de la Tercera Edad porteña mandaba a los jubilados, y que sigue tramitando su inscripción en el Registro de Organizaciones de Acción Comunitaria, mira desolado la tierra arrasada y cuenta: «Fue una orden de (Eduardo) Macchiavelli (ministro de Ambiente y Espacio Público porteño). Ellos dicen que lo recuperaron para hacer juegos, para ampliar la zona de bosques. Pero, claramente, este lugar no encaja con la nueva fisonomía del barrio: los vecinos compraron departamentos a 6000 dólares el m2 y enfrente tienen un centro de jubilados donde los obreros vienen a comer asado».
Ramírez recuerda que este proceso expulsivo del barrio, que ahora se acelera, empezó mucho antes, cuando la última dictadura cívico-militar erradicó la villa del Bajo Belgrano en la que vivía el futbolista René Houseman, en vísperas del Mundial 1978. «En una de esas manzanas ahora está la Embajada de Rusia, a dos cuadras del IREP. Esto sigue. Machiavelli y Larreta son los Cacciatore de estos días».