“En Argentina no están tan locos”, bromea el escritor Ah Yi mientras muestra unos videos musicales espantosos que, según cuenta, decenas de millones de chinos consumen a diario en Youku, el Youtube del gigante asiático. A pesar de que las canciones son horribles, el hombre de letras insiste en subir el volumen de su celular y empieza a mover los brazos, emulando a los populares bailarines online.
La inesperada y no menos desopilante escena describe el “lado B” de uno de los más reconocidos escritores chinos contemporáneos, que estuvo en la Argentina para participar del Festival Internacional de Literatura (FILBA), además de presentar su última novela Una pizca de maldad (Adriana Hidalgo), sobre un joven que no tiene mejor idea que cometer un macabro asesinato para superar su aburrimiento existencial.
Más solemne, el “lado A” de Ah Yi cuenta que nació en 1976 en la ciudad de Ruichang, donde descubrió la pasión por escribir a través de un diario personal y de esas cartas de amor que, por supuesto, jamás se envían a quienes las inspiran. La solapa de sus libros también destacan que la literatura siempre lo acompañó, incluso durante los cinco años que fue policía en un pueblito de provincia y en sus posteriores, aunque breves, incursiones como periodista. Hasta que en 2008 se animó a publicar la recopilación Cuentos grises, para continuar con El pájaro me vio (2011) y Una pizca de maldad (2012), la novela que acaba de presentar en la Argentina con traducción de Miguel Ángel Petrecca.
– ¿Cómo entender que un hombre que decide ser policía, con todo lo que eso implica al menos en la Argentina, termine siendo escritor?
– Es muy sencilla la explicación. Fui policía durante cinco años, pero no me sentía libre. Nunca me gustó el trabajo y todo el tiempo pensaba la forma de dejarlo. Sentía que estaba desperdiciando mi vida, cada vez más cerca de la muerte. Así fue como finalmente abandoné y empecé a trabajar como periodista. Luego, el camino hacia la escritura fue mucho más sencillo y rápido.
– ¿Su última novela recrea algún episodio de aquellos años de policía?
– Específicamente, esta novela no se basa en mis experiencias policiales. En realidad, para escribirla me basé en material que leí en los diarios sobre cómo el protagonista consigue el arma y el dinero. Es algo verosímil.
– ¿Le gusta que Una pizca de maldad sea considerada una novela policial?
– Estoy de acuerdo, pero al mismo tiempo no lo estoy. Esa misma pregunta me la hizo Guillermo Martínez cuando lo conocí en China. Recuerdo que cuando presentaron la novela, el editor también destacó que se trataba de un policial, pero lo hizo para que se vendieran más libros. Aún así, todos sabían que no era una novela policial.
– ¿Por qué no lo es?
– Desde el punto de vista del mercado, no me parece que estemos ante un policial. En ese tipo de novelas, tiene mucha importancia todo lo relacionado con la resolución de un enigma, algo que me gusta mucho y en lo que coincido con Borges, quien tenía una especial predilección por Chesterton y Allan Poe.
– En Una pizca de maldad se observa que la historia trasciende al crimen, no busca descubrir al culpable sino contar las obsesiones del asesino.
– Debo admitir que la novela tiene algo de policial, pero también algo de existencialista. Esa es precisamente mi característica, disparo para diferentes lados.
– Al describir al asesino lo muestra como una persona aburrida, cuya “única materia de estudio es la masturbación”. ¿Cree que esta sensación de hastío describe a la sociedad china de hoy?
– Refleja una parte. En el mundo hay seis personas por año que pierden la vida víctimas de ataques de tiburones. Comparado con ese número, en China hay más jóvenes que sufren muerte súbita de tanto utilizar Internet. Este es un dato que refleja la situación de una juventud que usa el teléfono celular en todo momento. Hace poco tiempo, una chica murió ahogada porque iba mirando su teléfono y terminó cayéndose a un río.
– ¿Cree que su novela puede ayudar a responder a alguno de los interrogantes que existen sobre China?
– En realidad, el libro es una pregunta. Si bien en español se llama Una pizca de maldad , el título original chino es ¿Qué voy a hacer ahora?. Este ahora se refiere a la inmediatez de esta tarde, de esta noche, porque el protagonista es una persona aburrida que no sabe qué hacer y que encuentra una respuesta temporaria a través del asesinato. Es por eso que más que respuestas, en el libro hay preguntas.
– ¿Este aburrimiento patológico es autobiográfico?
– El problema del aburrimiento es algo que me atormentó durante mucho tiempo. Si no hubiera sido por la escritura, quizás me hubiera convertido en una persona como la del libro aunque, claro, no al límite de convertirme en un asesino (se ríe).
– Habla como si se tratara de una epidemia.
– Esa sensación de aburrimiento es algo que he compartido con otras personas. Incluso, un amigo inventó una palabra en chino para describir el terror que sentía los fines de semana, porque no sabía qué hacer.
– ¿A qué atribuye esta suerte de fobia al ocio? ¿Hasta qué punto llegan las presiones sociales para que seamos exitosos?
– Al principio pensaba que era algo que tenía que ver con un sistema determinado, con el capitalismo o el socialismo, pero después me di cuenta que el aburrimiento ya es una enfermedad mundial. En Italia me contaron el caso de un hombre que para descubrir cómo era el proceso de la muerte, no tuvo mejor idea que matar a alguien. Me pareció muy extraño. Pero no olviden que en Calígula, Camus habla de un dictador y describe un aburrimiento que llega al extremo de la locura y la crueldad.
– ¿Cuál es su relación con la muerte?
– Al leer mis obras creo que es fácil advertir que no existe un trasfondo religioso. Nací en un país que es ateo en su gran mayoría. Es por eso que el tema de la novela es el hombre, no está Dios. Y la muerte forma parte de la vida de ese hombre.
– Pero la muerte siempre nos exige explicaciones. En Una pizca de maldad hay una suerte de obsesión para racionalizar un crimen aberrante.
– Buscamos una sensación de seguridad. Necesitamos sentir que nuestra sociedad no es tan temible y ante un asesinato espantoso como el que se cuenta en el libro, apelamos a cualquier cosa que nos aleje de ese pavor.
– Otro tema que describe, y que quizás nos interpela a todos, es el de la discriminación.
– En efecto, en todo el mundo hay discriminación. Pero en China es algo muy fuerte. Quizás en la Argentina también se pueda ver a alguien con corbata que desprecia a un pobre. Sobre esta cuestión, escuché decir que los argentinos adoraban a Eva Perón, porque según me dijeron era una mujer que ayudaba mucho a los más humildes. Incluso la llamaban de una manera especial…
– La Abanderada de los humildes.
– Sí, creo que le decían así.
– ¿Usted proviene de una familia humilde?
– Éramos de clase media baja. Mi familia era numerosa y en los años 80 pasamos dificultades económicas, pero después mejoró un poco nuestra situación. Eso sí, nunca dejamos de ser de clase media.
– ¿Cómo definiría a su generación de escritores?
– Me identifico con Yu Hua, Ge Fei y Su Tong, autores que también comenzaron en los años 80. Somos de una generación con esperanza, en la que pesa mucho la influencia negativa de Internet. Muchos lectores se convirtieron en pésimos escritores por culpa de Internet, porque al haber tanta facilidad para publicar, escriben cualquier cosa. No quiero parecer pesimista pero otra de las consecuencias de esta situación, es que hoy los escritores y poetas ya no tienen ninguna influencia. Como bien dice una frase popular, todo el mundo tiene quince minutos de fama. Lo que nadie sabe es qué van a hacer después de esos famosos quince minutos.
– Comprendo sus críticas, pero da la sensación que este proceso se va a profundizar. ¿Hay alguna respuesta posible desde la literatura?
– Ocurre que hay gente que usa su propia vida para hacer que los comerciantes se enriquezcan. Esto lo dije en una oportunidad y tuvo muchísima repercusión en Internet (vuelve a mostrar desde su celular un listado de páginas web que lo criticaron). Me contestaron que era muy negativo.
– Por lo que describe, el panorama no es demasiado alentador para los escritores.
– Los poetas y escritores no volverán a tener la influencia de antes. Esto ocurre hasta con autores consagrados como Mo Yan, el Premio Nobel de Literatura. Aunque por otro lado si hay algo que debemos reconocer de Internet es que permite a la gente expresarse.
– Será cuestión de encontrar mecanismos para que lo hagan mejor y, de paso, para que la literatura recupere algo del terreno perdido frente a, por ejemplo, los videos horribles que nos mostró.
– Un lector no es algo que se pueda buscar a la fuerza. Así como no hay manera de obligar a leer a nadie, tampoco se puede condenar a una persona porque no lo hace. Si bien soy muy crítico con estos videos de Internet, eso no significa que me oponga a ellos…Pero si alguien me obliga a hacer algo así, prefiero morir. Sería una humillación (vuelve a imitar el bailecito). Si la vida es bailar y subirlo a Internet, sería muy aburrida.