Sin el protagonismo epidemiológico del coronavirus, el dengue continúa siendo un gravísimo problema sanitario, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, donde semana a semana se multiplica la cantidad de casos autóctonos y se cree que la curva de detecciones seguirá en ascenso. Como en muchas otras cuestiones, los sectores más postergados de la Ciudad, particularmente los habitantes de las villas 21-24, 1-11-14 y 15 (Ciudad Oculta), son los más perjudicados por este nuevo brote que va de la mano de las magras condiciones de infraestructura.
De acuerdo al último Boletín Epidemiológico elaborado por el Ministerio de Salud de la Ciudad, publicado ayer, el aumento de casos es exponencial. Hasta la Semana 10 ya fueron notificados 1745 casos, de los cuales 666 fueron confirmados y 216 probables. De los casos confirmados, sólo 187 tenían antecedentes de viaje, sobre todo a Paraguay. El 70% (479 casos) son autóctonos.
En sólo una semana, entonces, los casos notificados crecieron un 186% ya que antes había sido relevado un total de 936. Los confirmados casi se duplicaron: de 364 a 666.
Si bien hay casos de dengue y circulación comprobada del mosquito Aedes aegypti en todas las comunas, las situaciones más delicadas se dan en la Comuna 4, que pasó de 194 casos notificados a 299 (99 autóctonos); en la 7, que creció de 123 a 237 (121 autóctonos); y en la 8, que tenía 113 notificaciones y ahora tiene 209 (85 autóctonos).
Se sabe que el mosquito vector de la enfermedad tiene un radio de acción de menos de 80 metros entre el lugar donde nace y donde pica.
El último Boletín destaca diez clusters (brotes y agrupación de casos) en los siguientes barrios: Barracas, Coghlan, Flores, Floresta, Liniers, Monte Castro, Retiro, Velez Sarsfield, Villa del Parque, Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Urquiza.
«La Comuna 4 lleva una década con dengue, es histórico. El gobierno porteño, sea del color político que fuera, nunca lo abordó en serio. Es más, nunca dio estadísticas precisas de lo que pasa en las villas», explica a Tiempo Gustavo Moreno, asesor tutelar ante la Cámara de Apelaciones N° 1 del fuero Contencioso Administrativo y Tributario porteño, quien investigó con su equipo de trabajo lo que ocurre con esta enfermedad en los tres asentamientos antes mencionados.
Moreno advierte que el problema se profundiza porque la Ciudad no cumple el fallo –que tiene más de una década– que obliga a urbanizar las villas, asentamientos y núcleos habitacionales. Si bien algunos barrios fueron transformados sustancialmente de la mano de grandes negociados inmobiliarios, otros, como Zavaleta y la 21–24, siguen esperando.
La instalación de sensores de ovipostura para detectar la presencia de Aedes aegypti, como parte de un convenio entre la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, es una buena medida. Moreno se preguntasi no es necesario un aumento o redistribución de estos dispositivos en el interior de esos barrios, para una mejor detección y control del desplazamiento del vector.
Vale decir que la última información oficial es que de los 218 sensores instalados en la Ciudad, del 19 al 25 de enero se detectó actividad de Aedes aegypti en 149 sensores, es decir que un 71% dio
positivo. Era sólo el 52% una semana atrás.
«Aparece también con un importante número de casos la Comuna 7, donde está el Hospital Piñero, que atiende a la población de la Villa 1-11- 14 (Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli)», subraya el informe realizado por la Asesoría Tutelar. Por otra parte, en la Comuna 8 se encuentran Ciudad Oculta, la Villa 19 y la 20, entre otras urbanizaciones que tienen infraestructuras y problemas similares: falta de servicios esenciales como el agua corriente, cloacas y un gran hacinamiento.
¿Lo peor está por venir?
En el último Boletín Epidemiológico se compara la evolución de este brote con el de 2016 (cuando hubo unos 1700 casos confirmados) y se analiza que a partir de la Semana 10 en aquella oportunidad comenzó una meseta de casos, para luego comenzar a descender la curva. Expertos
consultados por Tiempo no son ahora tan optimistas.
El especialista en epidemiología Juan Calvetti señala que «seguramente no llegamos todavía al pico más alto. Todo indica que la curva puede seguir aumentando. En la Villa 21-24, los casos se multiplican como en el año 2016». Calvetti también trabaja en el CESAC 35 de la Zavaleta.
Alcira Ferreres, exjefa de Epidemiología del Hospital Penna, concluye que el gobierno porteño vulneró recomendaciones clave de la OMS y la OPS al negarle a la población el derecho a la
información: «Si hubieran avisado en enero que estaba empezando un posible brote, gracias a la detección precoz de los primeros casos, una gran masa de infectados se habría evitado».
Un dato crucial es que en la Ciudad ya circulan tres de los cuatro serotipos de dengue: si una persona que lo padeció vuelve a infectarse en el transcurso de su vida con otra cepa diferente, corre serios riesgos de muerte.
Pobreza, un detonante
Tres especialistas consultados por Tiempo coinciden en señalar que la vulneración de derechos
(acceso a la vivienda, a la salud y a un medioambiente sano) en las villas porteñas es el detonante para la propagación del dengue.
«Dentro de todos los problemas que hay, el más grave es la falta de agua potable. Con baja presión durante el día, la gente acumula agua por las noches en tachos para el otro día», señala el epidemiólogo Juan Calvetti con respecto a la situación en La Zavaleta.
El asesor tutelar Gustavo Moreno describe que en el barrio «una empresa estaba llevando adelante la obra de saneamiento de la red de agua, pero se paralizó por falta de fondos. Se rompieron las redes informales y ahora la situación es peor que antes».
«La estrategia del Plan Integral de Prevención contra el Dengue de la Ciudad no termina de dar resultados: se propone una atención al paciente, pero el personal está desbordado, y la política de saneamiento ambiental en las villas brilla por su ausencia», se queja Alcira Ferreres, exjefa de Epidemiología del Hospital Penna.