El alcalde de un pequeño pueblo del estado de Washington recurrió a una cuasimoneda, un “billete” de madera valuado en 25 dólares, para paliar la recesión que se ensaña sobre sus habitantes. Esta suerte de patacones verdes se entregan a los residentes de menores recursos hasta un total de 300 dólares para que hagan sus compras esenciales. Como tiene circulación local, solo pueden gastarse en el distrito de Tenino, lo que activa a comercios y trabajadores de la localidad, que es el objetivo principal de la iniciativa ideada por Wayne Fournier, el jefe de gobierno de esa comuna de menos de 2000 habitantes del condado de Thurston, en las afueras de Olympia, la capital de ese estado del noroeste de EEUU.
No es que Fournier haya “inventado el agua tibia”, como algún malicioso podría argumentar ante la noticia. Es cierto que sobre todo en estas costas, las cuasimonedas fueron una salida desesperada para suplir la falta de dinero líquido en el 2001. Y no es menos cierto que este tipo de iniciativas son más comunes en los países más desarrollados e incluso lo fueron en los años 30.
Pero Tenino también tiene su historia. Y es a lo que recurrió Fournier en medio del desastre económico generado por la pandemia, que a pesar de que en ese país las restricciones no fueron tan estrictas como en otras regiones, dejaron la misma secuela que en el resto de mundo, al punto que la desocupación trepó a más del 11% y la caída de la actividad ronda el 5%.
«No hay comercio, no hay ventas y las calles están muertas. Es lo mismo a las 3 pm que a las 3 am y estábamos recibiendo muchas llamadas de empresas que decían no estar seguras de poder continuar”, explicó el lord de Tenino ante los medios. Es así, señaló, que recordó que ya en los años 30 del siglo pasado Tenino había creado su propia moneda para pelearle a la recesión más grave del sistema capitalista.
Esa vez se recurrió también a una tablilla de madera de la corteza de un pino de la zona, la picea. Juntó ese antecedente diríase que genético al que sumó una prensa del año 1890 que tenían arrumbada en un museo y en poco tiempo armaron un modelo de billete que tiene la imagen de Washington y una frase esperanzadora en latín: “habemus autem sub potestate”, lo tenemos bajo control.
Los comercios locales aceptan de buena gana los llamados Dólares Covid o Dólares Tenino. y hasta se convirtió en un atractivo turístico. «Mucha gente que llega a la ciudad ni siquiera sabía que existe Tenino y quiere conocer cómo es ese lugar que imprime su propia moneda», indicó a la agencia AFP Chris Hamilton, gerente de la principal tienda de alimentos de la localidad. «Llegan, se detienen un rato, compran un helado o recorren las calles y comen una hamburguesa», añadió, exultante.
El cuasidólar se puede utilizar para comprar cualquier cosa menos tabaco, alcohol o cannabis. Otra restricción es que no se puede entregar más de 99 centavos de dólar de circulación nacional de vuelto por una compra, para que no se fugue la reserva del municipio. Por ahora Tenino imprimió 10.000 dólares de madera, pero nadie sabe qué ocurrirá en el futuro.
No es la única moneda local que circula en el mundo. De hecho, en Estados Unidos se conoce el BerkShares, en la región de Berkshires, del estado de Massachusetts. Se trata de un billete creado en 2006 por el Centro Schumacher para la Nueva Economía como una propuesta antiglobalizadora. “Las BerkShares están destinadas a maximizar la circulación de bienes, servicios y capital dentro de una región definida, fortaleciendo así la economía local. Común a principios de 1900, las monedas locales están siendo reconocidas una vez más como una herramienta para el desarrollo económico sostenible. La moneda distingue a las empresas locales que aceptan la moneda de las que no lo hacen, fomentando relaciones más fuertes entre la comunidad empresarial responsable y los ciudadanos de la región”, se explica en su página web.«La gente se empezó a dar cuenta que nos tornamos demasiado globales, demasiado rápidamente y perdimos nuestras características propias», fue al justificación de Chris Hewwit, el inventor del Hudson Valley Current, del Upstate, Nueva York. “Buscamos abundancia para todos: nuestra comunidad, nuestros negocios y nuestras familias. Es por eso que hemos desarrollado una moneda comunitaria llamada The Current, un medio para compartir las habilidades de cada negocio o individuo dentro de la comunidad”, puntualiza.
“Puede parecer dinero del Monopolio para los forasteros, pero un número creciente de comunidades en los Estados Unidos está utilizando monedas locales de cosecha propia para estimular sus economías y protegerse de los problemas económicos más amplios de la nación”, decía hace un tiempo un artículo de The New York Times para ilustrar una práctica muy arraigada en comunidades estadounidenses.
Del otro lado del océano también circulan monedas llamadas técnicamente “complementarias”. Una de ellas es la libra de Brixton, un distrito del sur de Londres que, como señala en su web, “está diseñada para apoyar a las empresas de Brixton y fomentar el comercio y la producción local. Es una moneda complementaria, que trabaja junto (no reemplaza) a las libras esterlinas, para uso de tiendas y comerciantes locales independientes. El B £ brinda a los comerciantes y clientes locales la oportunidad de reunirse para apoyarse mutuamente y mantener la diversidad de la calle principal y fortalecer el orgullo en Brixton».
En Francia se conoce el Sol Violette de la capital de la región de Occitania, también como forma de fomentar el comercio regional. “En mayo de 2011, los ciudadanos de Toulouse vieron el nacimiento de una moneda complementaria y unida en su ciudad. Mucho más que un simple medio de pago, Sol-Violette nos invita a cuestionar el lugar que el dinero ocupa hoy en nuestras vidas, así como nuestro comportamiento como hombres y mujeres económicos. Gracias a esta moneda, ahora es posible utilizar nuestro dinero de manera diferente y participar en una dinámica ciudadana concreta e innovadora», aseguran.
En Alemania funcionan varias monedas, que se integran en una red llamada Regiogeld e V. Entre ellas se destaca el Chiemgauer, de la región de Chiemsee, en Baviera. El incentivo es que el Chiemgauer es recibido por todos los actores sociales de ese distrito, y solo se cambia por el euro en caso de compras fuera de su área.
Proyectos similares se desarrollaron durante la crisis de los años 30, pero en ese caso para dar pelea a la brutal recesión. Hubo un experimento bastante exitoso de reactivación en base a una moneda local en Worgl, una pequeña localidad de Austria. Lo que se aplicó allífue un modelo desarrollado por un brillante economista autodidacto, Silvio Gesell.
El hombre había nacido en 1862 en Sankt Vith, por entonces parte del Reich Alemán, hoy Bélgica. Podría definírselo como “traste inquieto”: luego de varios emprendimientos en Alemania y España viajó a Argentina en 1887 donde con uno de sus hermanos crean la Casa Gesell, que comenzó vendiendo material quirúrgico y con los años devino en la venda de productos para bebés. Uno de sus hijos, por cierto, desarrollaría el proyecto inmobiliario que hoy es Villa Gesell. Pero esa es otra historia.
Jean Silvio Gesell era hijo de un recaudador de impuestos. Familia numerosa y de pocos recursos -eran nueve hermanos- no pudo ir a la universidad pero sí tuvo una perspicacia única y un golpe de suerte en medio de una tormenta. Gesell había viajado a Argentina para cuando el país padecía una crisis de deuda externa, durante el gobierno de Miguel Ángel Juárez Celman, quien en junio de 1890 generó el segundo default de la historia vernácula. Geselle aprovechó el momento para analizar con minuciosidad las causas de esa crisis y en 1891 presenta un tratado teórico titulado La reforma del sistema monetario como puente hacia un estado social (Die Reformation des Münzwesens als Brücke zum sozialen Staat).
Se entusiasma con los estudios de economía, vuelve a Alemania y administra negocios con otros de sus hermanos. Sus ideas se plasman en la Doctrina de la libre economía (Freiwirtschaftslehre), que propone la creación de una moneda “oxidable”. Se trataba de un billete que se deprecaría en un tiempo determinado. Una forma de que “queme en las manos” en tiempos de recesión, pero al mismo tiempo que no sirva como reserva ni como instrumento de usura. Novedosa concepción basada en que el interés que se impone en un préstamo significa un impuesto privado al intercambio de mercancías.
Sin ser marxista, participó en el área de Finanzas de la efímera República Soviética de Baviera, entre abril y mayo de 1919. A la caída de esa experiencia fue detenido por algunos meses. Todavía haría otro viaje a la Argentina antes de volver definitivamente a Alemania, donde murió en 1930.
No alcanzaría a ver su moneda en circulación ni recibir los elogios que lo propinaría John Maynard Keynes. El caso es que en 1932, para cuando su hijo Carlos comenzaba a domar dunas en la costa bonaerense, el pequeño poblado austríaco de Worgl, de 4500 habitantes, pondría su idea en marcha para activar una economía devastada por la crisis mundial. Eran unos bonos que debían sellarse regularmente para no perder valor. El plan duró un año durante el cual se incrementó el comercio, se intensificó la construcción de viviendas, se erigió un puente y hubo pleno empleo. Pero claro, el Banco Central austríaco, haciéndose eco del lobby financiero, prohibió la circulación en 1933.
Fue la Argentina del fin de la convertibilidad la que recurriría a bonos locales, en los albores del 2001, cuando 16 provincias emitieron su propio dinero ante la falta de pesos y la brutal caída económica. El paradigma de esa cuasimoneda fue el Patacón bonaerense, remembranza de aquellas monedas de tiempos de la colonia y después. Algunos recibieron nombres que daban para el humor, como el Bono Federal de Entre Ríos, que se sintetizaba como Bofe. Otros despertaban reminiscencias locales como el Quebracho, de Chaco; el Petrobono de Chubut y Río Negro, o el Huarpes de San Juan. Fueron eliminados durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Hace algunas semanas el intendente de Zárate, Osvaldo Cáffaro, del Frente de Todos, firmó un decreto por el cual se acepta como medio de pago de bienes y servicios mediante una estampilla por valor de 100 pesos que sirven para la compra de alimentos y artículos de limpieza. De inmediato fue atacado por los medios y dirigentes políticos que para quienes una “cuasimoneda” es el estigma de una crisis como la del 2001.
El bueno de Wayne Fournier, desconocedor de este antecedente, recibió en cambio lisonjas por su osadía y la cobertura de medios de todo el mundo que pusieron finalmente a Tenino en los mapas de GPS.