Piedra, papel o tijera es la historia de una mujer sin espacio ni tiempo definido. Su desafío construye el relato: su lucha interior con una voz que vive dentro de sí, alborotada, enredada, presa en su cuerpo. Reprimirla, oírla, interpelarla o renegar de ella son algunos de sus dilemas existenciales. Y sus cambios son más que eso. Alteran todo el orden de los sentidos. Allá atrás se acaba el mundo cuando lo conocido se vuelve insoportable. ¿Y quién no lo ha creído alguna vez? La obra es un recorrido trazado por sus emociones, narrado a través de la música de uno de los alemanes más internacionales, Kurt Weill. Un camino por ese sentimiento tan universal y misterioso como irrepetible: el amor.
Lo original, lo diferente es la puesta en escena íntima y multiforme, que toma lo mejor del music hall, fusiona ópera, jazz y cabaret. Pero que, incluso, va más allá y apuesta al lenguaje de la imagen. Sombras, objetos que toman vida y títeres para adultos, hacen volar la imaginación del espectador. Lo corren de lo conocido, proponiendo un juego construido con transparencias y composición de figuras, recursos mágicos para contar y vivir una historia.
Sobre el escenario, María Mercedes Olivera conmueve con su interpretación y su voz implacable. Hace de cada tono un destino indeclinable. Por momentos suave, dulce y complaciente, a veces apasionada, seductora y rebelde, encarna los vaivenes del personaje que vive en ella. Del placer a la furia, de la tristeza a la nostalgia, para luego renacer. Cantando en alemán, francés, inglés, revive las canciones maravillosas de uno de los compositores que revolucionó el concepto de teatro musical y que llegó a nuestros días no sólo en su forma original, sino reinterpretada y adaptada por distintos músicos que lo admiraron, como Jim Morrison, David Bowie, Louis Armstrong, Frank Sinatra, Marilyn Manson o la ecléctica Nina Simone.
Weill trabajó entre otros escritores con Bertolt Brecht, cuya obra, atravesada por una dura crítica social al capitalismo, fue tan revolucionaria que se convirtió en una de las mayores influencias del teatro del siglo XX. Juntos hicieron la ópera más popular y exitosa de la Alemania pre-nazi, un grito de libertad anticipado de lo que vendría luego de la llegada de Hitler al poder. Traducida a 18 idiomas, La ópera de los tres centavos fue interpretada más de 10 mil veces en escenarios europeos. Aunque prohibida por el nazismo, seguirá vigente durante mucho tiempo porque habla de la corrupción y la pobreza, declaraba hacia mitad del siglo pasado Lotte Lenya, esposa de Weill. El repertorio de Piedra, papel o tijera incluye, además, las canciones de los años de transición en Paris, hasta de sus momentos finales en Nueva York.
Vibrando entre las luces, sentada frente al piano, Estela Ojeda interpreta las melodías junto a la cantante y actriz Olivera, con la que parecen conocerse de toda la vida. Junto a ellas Mariano del Pozzo y Laura Gutman, trasmiten una intensa y emotiva fuerza que impulsa cada objeto al que le que dan vida. Gutman es, además, directora de la propuesta que este viernes hará a su última función en La Scala, Pasaje Giuffra 371, en pleno corazón de San Telmo.