La alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la chilena Michelle Bachelet, no pudo ser más clara y concreta: “La anexión es ilegal. Punto”. Del mismo modo, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres repudió el anuncio de Benjamin Netanyahu de que este miércoles llevará a cabo el plan de anexión de la tercera parde de Cisjordania contemplado en el llamado Acuerdo del Siglo, ese proyecto unilateral para el conflicto de Medio Oriente que promueve el presidente Donald Trump. ¿Cumplirá su promesa el primer ministro israelí? A esta altura es una incógnita, porque su socio político y con quien se reparte la jefatura de gobierno, el actual ministro de Defensa, Benny Gantz, dijo que hay preocupaciones más urgentes en este momento, “como el coronavirus”.
El tablero regional es bastante complejo. Netanyahu armó junto con Gantz una extraña coalición de gobierno para no ir por cuarta vez a elecciones en poco más de un año. Como ninguno de los dos logró mayoría parlamentaria en las anteriores ocasiones, y para romper con la parálisis gubernativa, llegaron a una solución salomónica: se rotarán en el gobierno cada 18 meses. Gantz, que es militar y comandó las fuerzas armadas israelíes, ocupará la cartera de Defensa.
La inusual coalición tiene entre sus grandes diferencias la cuestión de los asentamientos ilegales en territorios palestinos, una política que viene de antes del primer gobierno de Netanyahu (entre 1996 y 1999) pero que se afirmó desde su segundo mandato, en 2009. Gantz no es partidario del expansionismo, aunque no puede oponerse tan drásticamente a una cuestión consumada por décadas. Netanyahu, en tanto, obtiene la mayoría de sus votos entre los colonos beneficiados por esa estrategia de expulsar a palestinos de sus tierras.
El actual premier, a la vez, tiene del otro lado del Atlántico a un socio como tal vez nunca Israel tuvo desde su fundación, en 1948. Donald Trump presentó el año pasado su plan de paz, como suele hacer todo en su vida, como la gran solución a los problemas de Medio Oriente. Pergeñado por su yerno, Jared Kushner, la propuesta no fue consultada con los palestinos y cayó como un balde de agua fría en quienes esperan que se cumpla con las disposiciones de la ONU en relación a la creación de dos estados en Palestina y de reconocer sólo las fronteras de 1967.
El primer paso en relación al plan Kuchner-Trump fue el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Y ahora este anuncio de que Netanyahu quiere avanzar en la anexión. Una razón es que el coronavirus representa un distractivo de suficiente peso como para pensar que el mundo podría mirar para otro lado. Otra es que a esta altura no está garantizada la reelección de Trump y el demócrata Joe Biden no apoyaría una jugada tan provocadora. Más bien, Barack Obama ya había manifestado su hartazgo del expansionismo israelí.
Por otro lado, salvo el gobierno de Emiratos Árabes Unidos, que viene tejiendo negocios con empresas israelíes y Egipto y Arabia Saudita que tienen una entente de décadas con Tel Aviv, la noticia no es bien recibida por ninguno de los países árabes. El rey de Jordania fue el más explícito, al sentenciar que una movida semejante puede llevar a un conflicto masivo. Es entendible la postura de Abdullah, ya que suele su país ser el que recibe las oleadas de inmigrantes palestinos acosados por las guerras, la persecución y el hambre.
Ni que decir que la Autoridad Nacional Palestina, representada por Mahto que a mud Abbas, ni siquiera acepta hablar con Trump sobre un proyecto que a todas luces les resulta descabellado. Bachelet, entonces, puso todas estas cuestiones en un par de declaraciones de una dureza extrema. “Toda anexión es contraria al derecho internacional. Sea el 30 % (de Cisjordania, como establece el plan de Kushner) o el 5 por ciento”.
La dos veces presidenta de Chile -una nación con una gran población de origen palestino muy instalada en las instituciones sociales y políticas- alertó que las consecuencias de esa medida no se pueden predecir. Para ser más específica, Bachelet dijo que la anexión de los territorios de las 132 colonias ilegales «perjudicará gravemente la perspectiva de una solución de dos Estados, reducirá las posibilidades de retomar negociaciones, y perpetuará las graves violaciones de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional, de los que hoy somos testigo”.
Además, de producirse la anexión «las colonias -ya una violación evidente del derecho internacional- seguramente se expandirán, aumentando las disputas existentes entre las dos comunidades». Luego analizo que en un contexto semejante, los palestinos serán sometidos a una mayor presión para salir de la zona anexada y comunidades enteras serán expuestas a un alto riesgo de traslado forzado. No olvidó considerar que sin dudas habrá mayores restricciones del derecho a la libertad de movimiento a medida que los «centros de población palestina se conviertan en ‘enclaves'».
La interna política israelí, por lo pronto, está al rojo vivo por estas horas. Netanyahu, como respuesta a la declaración de Gantz sobre la falta de oportunidad para poner en marcha la anexión justo este miércoles, respondió que no era una decisión que estuviera en las manos del ministro de Defensa. Lo que generó un chisporroteo en el partido Azul y Blanco, del general, donde entienden que la respuesta del primer ministro es una humillación que no debería perdonarse.
Gantz no está solo en el rechazo, el canciller Gaby Ashkenazi también entienden que no es momento para lanzarse a una aventura de imprevisibles consecuencias. Hay que entender que son responsables de dos áreas claves en vista de lo que se viene. El sector militar y el de las relaciones exteriores, donde repercutirán las presiones por esa decisión.