La jura de Daniel Pasqualini como nuevo jefe del Ejército el miércoles pasado tuvo dos presencias insoslayables: en la plaza de armas del Regimiento de Infantería 1 Patricios coincidieron las esposas de diez militares presos por crímenes de lesa humanidad y el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj. Las mujeres fueron a despedir al jefe saliente, Diego Suñer, por su accionar en favor de los genocidas detenidos que ellas consideran presos políticos. Nuevamente, esa presencia fue cuidadosamente omitida por las comunicaciones oficiales.
El miércoles, mientras la ciudad se preparaba para recibir una multitudinaria movilización de trabajadores contra el gobierno, el secretario de Derechos Humanos se ubicó en la primera línea de los invitados que en el Regimiento del barrio porteño de Palermo asistieron a la asunción del nuevo comandante del Ejército. A excepción del ministro de Defensa, Oscar Aguad, no hubo otro funcionario que lo superara en relevancia.
A través de sus voceros, Avruj le dijo a Tiempo que acudió a un acto de relevancia al que fue invitado y que su presencia pretendió dar un mensaje a las Fuerzas Armadas, en el marco de la reestructuración que anunció Aguad, para trabajar y educar a la tropa del presente y el futuro en el respeto irrestricto de los Derechos Humanos.
Pero entre el público que presenció el momento en que Pasqualini posaba su mano sobre un ejemplar de la Biblia y otro de la Constitución Nacional, estaba el grupo de esposas de los militares presos por crímenes cometidos de la dictadura cívico-militar. Todas pertenecen a los Familiares y Amigos de los Presos Políticos de Argentina (AfyAPPA), el grupo que impulsa y lidera Cecilia Pando, fervorosa defensora del terrorismo de Estado y un símbolo de las posturas más extremas que considera ilegales los juicios por crímenes de lesa humanidad.
Como ocurrió el 25 de abril de 2016, cuando el gobierno ocultó la reunión de Pando con el ministro de Justicia, Germán Garavano, la presencia de esas mujeres en la asunción de Pasqualini fue apenas mencionada como dato de color en el final de un artículo de la versión impresa del diario Clarín, pero que fue borrada de la versión digital de ese periódico y no aparece en ninguna otra crónica. Pero las mujeres de AFyAPPA estuvieron. Y como ocurrió con aquel encuentro con Garavano, fue confirmado por la propia Pando.
«Fueron al acto para despedir a Suñer porque lo conocían y fue un buen jefe del Ejército. Se preocupó mucho por los presos políticos, por la cuestión humanitaria», detalló. También contó que esas diez mujeres son las mismas con las que fundó AFyAPPA y que ella no pudo ir al acto.
Esa coincidencia de figuras en un acto del Ejército fue simbólica y se ajusta a lo que la Abuela de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, definió como el «reavivamiento de la teoría de los dos demonios».
La asunción de Pasqualini fue pantanosa. Cuando Aguad comunicó el retiro de Suñer y otros 12 militares que estaban por encima del nuevo jefe en la cadena de mandos, Elisa Carrió aprovechó para criticar el plan de achique y venta de tierras del Ejército.
De hecho, trascendió que los planes de reformas y reducción del macrismo determinaron la salida del anterior jefe. Esa tensión duró hasta el acto de asunción: estaba previsto para el martes pero un tironeo entre Suñer y Aguad por el uso de la palabra la hizo coincidir con la marcha en la 9 de Julio.
El jefe saliente había asumido en enero de 2016 y en lo ideológico era cercano al pensamiento del gobierno, pero también de AFyAPPA: en enero pasado homenajeó a los caídos en el intento de copamiento del ERP a la Guarnición Militar de Azul en 1974 y anunció más actos similares. El miércoles se despidió con un mensaje de 15 minutos en el que pidió «más historia y menos memoria», una frase del historiador de derecha Luis Romero para edulcorar los crímenes de la dictadura que Suñer hizo propia. «