Lo que define al universo de Alberto Fernández por estos días es el vértigo. Una hora y once minutos exactos de entrevista con el precandidato del principal polo opositor permiten conocer el pensamiento más profundo, las prioridades de un eventual nuevo gobierno, de quien puede ser el próximo presidente de la Argentina. Pero compartir un diálogo prolongado en una jornada como la del viernes, víspera del 25 de Mayo, implica también asomarse al mundo de un individuo que en una semana pasó de ser un eficaz polemista sin historia ni perfil electoral a convertirse, sin que nadie lo viera venir, en el nombre («Alberto») al que millones de argentinos le asignan una tarea: vencer a Macri. A juzgar por sus acciones visibles, Fernández asimiló esa responsabilidad, esa carga, con una actitud que se caracteriza por la velocidad, la adaptación a escenarios cambiantes y la delegación a colaboradores de confianza. El vértigo, en fin.
Fernández será el candidato de una gran coalición que no se llamará Frente Patriótico, aunque entre sus simpatizantes sea habitual la apelación a los colores de la bandera y el uso de símbolos patrios en escarapelas, pins, aritos, prendedores y remeras. El espacio se llamará Frente con Todos, y esa revelación es apenas la primera de una serie de definiciones fuertes que el precandidato transmite a Tiempo en una entrevista que arranca en la galería del Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes de San Antonio de Areco y sigue luego en el interior de un vehículo que lo traslada de regreso desde esa localidad tradicional de la provincia de Buenos Aires hasta el polo de oficinas de Catalinas Norte, entre Retiro y Puerto Madero, en pleno Bajo porteño.
Sentado en un sillón de madera bajo las arcadas de un casco de estancia o acodado en el asiento del acompañante de una camioneta, Fernández se explaya sobre su estrategia electoral, sobre Durán Barba y el uso de redes sociales, sobre cuáles serían sus primeras eventuales medidas en materia de deuda externa, empleo y salario, relación con el Poder Judicial, corrupción, vínculo con Sudamérica y el mundo en tiempos de guerras comerciales. También escucha, responde, discute y reafirma su posición cuando la charla gira hacia la concentración de medios, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el Grupo Clarín y el llamado «periodismo de guerra». Fernández desmiente haber compartido una cena con Héctor Magnetto, CEO del multimedios con sede central en la calle Tacuarí.
En el vehículo lo acompaña Santiago Cafiero, miembro del Grupo Callao, nieto de Antonio e hijo de Juan Pablo, quien fuera embajador en el Vaticano en una etapa de la gestión kirchnerista. En otro tramo de la conversación, Fernández aclara su postura respecto del debate social por el aborto. La charla se completa entre carpetas, apuntes y papeles desordenados. Son informes y propuestas de asesores que quieren contribuir con su saber al triunfo de la fórmula presidencial del Frente con Todos. El precandidato está armando a toda velocidad su equipo de campaña, y en su entorno circulan nombres como el del consultor en comunicación política Juan Courel; el del vocero y relacionista público Juan Pablo Biondi; o del doctor en Antropología Alejandro Grimson.
–Últimamente le hicieron varias entrevistas en las que parecía que usted ya era presidente…
–¿Sí? (ríe).
–Eso pasó también con (Daniel) Scioli, pero después perdió la segunda vuelta en 2015. ¿No hay que manejar los tiempos?
–No sé qué quiere decir «hablar como presidente». Yo hablo como soy yo. Mi mayor preocupación es transmitirle a la gente lo que tenemos que hacer. Transmitirle lo que nos está pasando. Y a partir de ahí ver cómo entre todos podemos empezar a resolver el problema. Pero si la pregunta es si yo me he predispuesto a hablar como presidente, la respuesta es no.
–Las encuestas marcan que la sociedad está entristecida y deprimida…
–Es muy razonable que la sociedad esté deprimida y bajoneada. Porque el gobierno la ha puesto en un pozo, pero además le dice que tiene que aprender a vivir en ese pozo. Que tiene que acostumbrarse a eso. La gente todos los días dice: «Cada día estoy peor, cada día estoy más pobre, cada vez disfruto menos». Y pasa lo que vemos hoy. Chicos que salen de un colegio para pasar a otro que sus padres puedan pagar, o familias que se olvidan de la medicina prepaga para pasar a la atención pública. La Argentina de Macri es un país de permanente caída aspiracional. Nos quieren convencer que es inmerecido que alguien haya tenido un aire acondicionado o un auto. Pero eso es mentira. Todos tienen derecho a vivir mejor de lo que viven. Macri construyó un país profundamente injusto, en el que ganaron los banqueros y los financistas, y el resto de los argentinos se fue para abajo. Salvo las empresas de servicios eléctricos y de gas. Tenemos que hacer una Argentina que incluya a todos los argentinos. Y ahí va a cambiar el humor de los argentinos. Cuando sepan que hay alguien que piensa en ellos.
–Usted mencionó varias veces el concepto de «unidad nacional». En los últimos días incluso elogió a dos figuras ligadas a Cambiemos, Emilio Monzó y Facundo Manes. ¿Hay otros nombres que forman o formaron parte del macrismo que podrían integrar parte de un nuevo gobierno, si usted gana?
–Monzó es un hombre que hace política. Que no tiene problemas en enfrentar la decisión política. Eso me parece valioso, sobre todo en una época en la que Cambiemos degradó la política. Después, claro, Monzó no piensa necesariamente como yo. Y con Facundo (Manes), a quien conozco hace mucho tiempo, me vincula la idea de que el futuro está en el conocimiento. Facundo (Manes) puede ayudar mucho a construir un plan de ciencia y tecnología con todos los científicos que tiene el Conicet, con todos los científicos que hay en la Argentina. No sé si (Manes) estuvo vinculado a Cambiemos. Si es así, debe estar profundamente decepcionado. Porque sé cómo piensa.
–Manes es de impronta radical…
–Por eso. Como muchos radicales, debe estar absolutamente decepcionado.
–Una de las innovaciones de Cambiemos es el uso intenso de las redes para difundir una «comunicación a la carta» para cada ciudadano: sabiendo cuáles son sus intereses, dónde «cliquea», dónde pone «like», y también creando información falsa, «fake news», que se emite a través de las cadenas de WhatsApp. ¿El Frente con Todos va a usar estas novedades?
–Yo quiero ser muy franco. Todos estos años muchos medios dijeron que Cambiemos tenía una capacidad comunicacional maravillosa. A esta altura tenemos que decir que Cambiemos construyó un sistema de manipulación social como pocas veces hemos visto. Eso es absolutamente deshonesto y antiético. Yo, la verdad, no quiero parecerme en nada a eso. Las redes son muy valiosas para comunicar. Pero no lo son cuando se convierten en sistemas de difamación o de manipulación. Sí creo que hay que saber llegar a lo profundo de la gente para decirle honestamente lo que uno cree. Y que la gente elija.
–Algo curioso de su trayectoria es que no ha sido candidato. Casi nunca.
–Una vez en una lista (NdR: en 2000 fue electo legislador porteño por la lista que encabezaban Domingo Cavallo y Gustavo Béliz).
–Ahora, paradójicamente, se enfrenta al desafío más importante de un político. ¿Qué características tendrá usted como candidato?
–Para mí la política es algo serio. No es algo liviano ni trivial. Yo tomo con esa seriedad la política. No quiero parecerme a un producto fashion del momento. La Argentina muchas veces confió la política y el manejo del Estado a gente que no estaba dedicada a la política. Y fue un enorme fracaso. La política a mí me permitió conocer el Estado, saber cómo funciona, entender cómo es la botonera del Estado: qué resorte hay que tocar para que los problemas empiecen a resolverse. Sé cómo se administra el Estado. Eso demanda años de estudio y de dedicación. Eso es lo que puedo ofrecer. Soy un político que nunca dejó de ser ciudadano. Que vive de su trabajo de abogado. Que anda por las calles sin custodia, sin chofer. Y hay algo que también le puedo ofrecer y garantizar a la gente: mi honestidad.
–¿Cuál va a ser su propuesta en materia de lucha contra la corrupción?
–Todos vivimos intranquilos pensando que alguien que gobierna puede corromperse. Yo no voy a aceptar un solo corrupto en el gobierno. Definitivamente. Y lucharé contra todos los que se corrompan. Y el que se corrompa, que rinda cuentas ante la Justicia. También me voy a preocupar porque los sistemas de control del Estado funcionen bien.
–El gobierno de Macri, apenas asumido, se involucró en el inicio de causas penales o impulsó causas ya existentes contra exfuncionarios de Cristina y de Néstor Kirchner. ¿Usted haría lo mismo en relación a los hechos delictivos, de corrupción, que se pueden haber cometido en estos años?
–No. Para eso están los fiscales y los jueces. No voy a dedicar ni un minuto a perseguir a nadie. Voy a dedicar todo mi tiempo a sacar a los argentinos del pozo. Para lo otro está la Justicia. Los fiscales, los jueces y los organismos de control. Yo estoy para darles a los argentinos el optimismo que han perdido. Las ganas y la fuerza que les han minado. Yo no voy a permitir que el Poder Judicial haga lo que hizo todos estos años: ponerse al servicio de un gobierno como guardia pretoriana para perseguir opositores. De ninguna manera.
–Sergio Massa no suele ser demasiado previsible en sus movimientos. ¿Qué certezas tiene usted de que él, finalmente, vaya a sumarse a este frente?
–Lo que Sergio (Massa) y Alternativa Federal no advierten es que la gente ya tomó una decisión. Ya se abroqueló detrás de una candidatura. La acompañó a Cristina y ahora nos acompañan a mí y a Cristina. Eso es una decisión social. Ese tercer espacio empezó con una decena de gobernadores y terminó con dos. Sergio es alguien valioso: yo no quisiera que el Estado nacional lo desperdicie. Porque es alguien que puede aportar y mucho. Pero también quisiera que comprenda que es necesario que especule menos y decida más rápido.
–El salario promedio en dólares de la Argentina cayó muchísimo en los años de Macri en comparación con el resto de Sudamérica. La recuperación que usted pretende, ¿se basa en la creación de empleo pero también en la suba del poder adquisitivo? Otra alternativa es tratar de crear empleo pero con los sueldos igualmente deprimidos.
–Ese no es el método. Es lo que hace Macri. Seguir deprimiendo a los argentinos. Lo que nosotros tenemos que hacer es recuperar el salario real. Que la gente, con su salario, tenga cada vez más capacidad de compra. En 12 años de kirchnerismo el salario real creció el 19 por ciento. Y en tres años de Macri el salario real cayó el 22 por ciento. Hoy un argentino, con su salario, compra menos cosas que las que compraba en el año 2003. ¡En 2003! Eso es lo imperdonable de Macri. Lo que no se le puede tolerar.
–¿Y cómo pueden influir las condicionalidades del mega-endeudamiento contraído por Macri, tanto con los privados como con el Fondo?
–Nosotros queremos pagar y vamos a pagar. Pero no podemos pagar en estas condiciones, con la gente pobre. A los acreedores hay que explicarles que, para poder pagarles, tenemos que producir dólares. Para lo cual hay que volver a poner en marcha el aparato productivo argentino. No es empobreciendo a los argentinos que vamos a generar esos dólares. La intención y el deseo de pagar son absolutos. Pero no a costa de seguir empobreciendo argentinos, ni de seguir teniendo paralizada la economía.
–¿Cristina se puede bajar de la fórmula que integra con usted?
–No.
–¿Por qué?
-Porque ya acordamos que yo voy como candidato a presidente y ella candidata a vicepresidenta. Y cuando yo me pongo de acuerdo con ella todo funciona.
–Un ejercicio de imaginación o de proyección: ¿cómo le gustaría que los argentinos recuerden un gobierno suyo?
–Que le devolvimos el orden a la vida de los argentinos. Que no es garantizar que vamos a pegar palos a los manifestantes. Ordenar la vida es que el argentino sepa cuánto va a pagar de luz y de gas el mes que viene, que sepa que si trabaja su salario va a crecer y cada vez va a poder vivir un poco mejor. Ordenarle la vida al argentino es que, si tiene proyectos, pueda cumplirlos. Que si tiene un hijo sepa que tiene educación pública para mandarlos. Que si tiene viejos, sepa que tiene salud pública para cuidarlos. Eso es ordenarles la vida a los argentinos. Me encantaría que después de tanto desorden y de tanto maltrato a los argentinos la sociedad diga: «llegó alguien que me ordenó». «
Venezuela, medios y aborto
Desde los aires criollos de Areco, escenario de un encuentro con los intendentes del interior bonaerense, hasta los edificios high-tech de Catalinas Norte, Fernández desliza en la conversación con Tiempo todo tipo de definiciones. Respuestas sin eufemismos, reveladoras de lo que puede venir. «La ampliación de la Corte es un tema que no está entre las prioridades. Tampoco creo que sea necesario andar poniéndole plazos al procurador», dice sobre el frente judicial. «En materia de aborto, la sociedad argentina está dividida en dos. Por eso no salió la ley. A veces por querer lo óptimo no conseguís lo posible. Y lo posible hoy, y además bueno, es despenalizarlo: que deje de hacerse clandestinamente», subraya. «Maduro ha cometido abusos y no podemos seguir haciéndonos los distraídos. Pero la solución no es la intervención militar o la acción directa. Hay que ayudar a los venezolanos a ponerse de acuerdo: como plantean Uruguay y México», sostiene. «En la sociedad moderna los medios son negocios. Ese fue uno de los errores de la Ley de Medios. No podés dejar en manos de una entidad sin fines de lucro un proyecto comercial», afirma. «El Grupo Clarín compró Telecom y el Estado convalidó todo. Cuando eso ocurre los derechos empiezan a adquirirse. La verdad, conmigo, la guerra terminó», asegura.