Como parte del modelo neoliberal, las empresas contratistas de "soldados de fortuna" prosperaron en este siglo. Mozart, que "defiende" a Kiev, se retira en medio de escándalos.
Los mercenarios de Wagner fueron claves en las batallas por la acería de Mariupol y ahora por la toma de Soledar y de Bajmut. Los Mozart eran, según un artículo de diciembre pasado del filósofo Bernard-Henri Lévy, entre otros analistas europeos, un equipo heroico que cuando termine la guerra “estará entre lo más luminoso del conflicto”.
Esta semana, el fundador de Mozart, el coronel retirado de la Infantería de Marina de EEUU, Andrew Milburn, dijo frente a una docena de “soldados de fortuna”, como se conoce a los combatientes por dinero, que “el Grupo Mozart ha muerto”. Lo llamativo es que no fue derrotado en el campo de batalla, sino que cayó por las tropelías que cometieron en sus ratos libre y por las denuncias sobre lavado de dinero y desvíos de fondos.
Según un artículo del The New York Times, los soldados se la pasaban de juerga en clubes de striptease, se atiborraban de bebidas en los bares y gastaban sus energías remanentes en encuentros íntimos arreglados por Internet. «Había muchas palabrotas, muchas mujeres, muchas cosas que no querrías llevar a misa», señaló uno de los entrenadores de Mozart, identificado como Bob.
Podría ser una parábola de los nombres elegidos para nominar a las agencias de colocaciones de veteranos de guerra ávidos de dinero. Wolfgang Amadeus Mozart, de espíritu alegre y burlón, contra con Richard Wagner, adorador de los mitos germánicos y un precursor del nazismo. Pero quizás esta sea una imagen demasiado simplona.
En todo caso, que dos representantes del arte germánico hayan inspirado a esas compañías no es algo extraño al carácter teutón. Por estas tierras, durante la guerra entre las Provincias Unidos y el Imperio Brasileño (1825- 1828), hubo mercenarios alemanes que, contratados por el emperador Pedro I, sirvieron contra las tropas de los patriotas nacionales. Hubo un período en que Rio de Janeiro no les enviaba dinero y Manuel Dorrego, gobernador de la provincia de Buenos Aires, intentó en vano captarlos para la causa rioplatense. Todavía se recuerda la crueldad de Friedrich Rauch contra los indígenas de las pampas. Augustus Bullrich, nativo de Hannover y fundador a la sazón de una dinastía que aún da que hablar en Argentina, había sido uno de aquellos mercenarios y llegó a Buenos Aires detenido durante la batalla de Ituzaingó. Se afincó y pudo hacer negocios muy prósperos.
Que las empresas contratistas de “soldados de fortuna” hayan prosperado en las últimas décadas tampoco debe sorprender a nadie. Forma parte del ideario neoliberal de privatizar todo lo que se pueda al punto de que la más paradigmática -y ahora sutilmente olvidada por los medios- es la estadounidense Blackwater, otro nombre que se las trae (literalmente «agua negra», ¿agua de cloaca?). Fundada por el exoficial de la Armada de EEUU Eric Prince en 1997, la agencia ganó contratos con todos los gobiernos desde George W. Bush en adelante.
Prince se ufana de ser católico practicante y libertario y entre sus frases de cabecera figura una que pinta de cuerpo entero a la función de las tropas paramlitares en un mundo globalizado. “Creo en el libre mercado, por lo tanto no creo que el gobierno tenga la capacidad para brindar soluciones. Algunos piensan que puede resolver los problemas de la sociedad. Yo tiendo a pensar que las organizaciones privadas y de caridad presentan mejores soluciones”.
Y si, se muestra como filántropo. Pero en setiembre de 2007 miembros de Blackwater fueron hallados culpables del asesinato a mansalva de 14 civiles en Irak. A raíz de este hecho, el gobierno iraquí pidió que los “contratistas” fueran retirados del país. La firma, a todo esto, cambió el nombre, primero a Xe Services, luego a Academi, como figura ahora. Prince, a todo esto, ya no aparece como CEO y oficialmente la firma pertenece a los fondos de inversión Constellis Holdings y Apollo Global Management, vinculadas a la industria de la seguridad. Prince, particularmente, ofreció trasladar a los últimos funcionarios y residentes occidentales de Kabul tras el retiro de las tropas de EEUU y la Otan por la módica suma de 6500 dólares por cabeza.
Milburn siguió los pasos de Prince tras dejar la Armada de EEUU. El hombre, nacido en Hong Kong y criado en el Reino Unido por la carrera de su padre, vio el negocio de la guerra privada y el año pasado se largó al emprendedorismo a través de Mozart. Con fondos de los gobiernos de EEUU, Gran Bretaña y Ucrania, contrató a veteranos sin preguntar de donde venían. Ahí si que hay tolerancia racial amplia y generosa. La mayoría eran del Reino Unido y de EEUU, pero también polacos y alemanes.
La excusa inicial era entrenar a los efectivos de la Legión Extranjera que defiende los intereses de Kiev y rescatar a tropas ucranianas atrapadas detrás de la línea de frente. Pero poco a poco se fueron metiendo en la contienda. Luego reconoció que muchos se habían alistado seducidos por la paga, pero que en realidad no tenían la experiencia que habían declarado en la ficha de afiliación. “Lamentablemente pagaron esa inexperiencia con su vida”, declaró. Primero los fondos comenzaron a escasear, luego proliferaron las denuncias por el comportamiento de los combatientes. El caso es que esta semana Milburn dijo que solo quedaría un reducido grupo.
“Hoy fue el último día para el Grupo Mozart -escribió el 31 de enero-. El nombre y la entidad se habían convertido en objeto de litigio y en una distracción de nuestra misión principal: entrenar a soldados ucranianos y rescatar a civiles. Pero, la misión y la gente continúan”.
Wagner, a su vez, fue creado en el 2014 y tuvo intervención en Crimea pero básicamente en Siria. El fundador es Dmitri Valérievich Utkin, nacido en 1970 en Ucrania y considerado hasta no hace tanto como un patriota por las autoridades de Kiev. Había sido teniente coronel y comandante en una unidad de las fuerzas especiales (Spetsnaz GRU). El CEO actual es el magnate ruso Yevgueni Prigozhin. Como todas las compañías contratistas de soldados, recibió acusaciones de brutalidades y hasta se afirma que el nombre elegido dice mucho sobre sus objetivos a largo plazo. El Consejo de la Unión Europea sancionó en diciembre de 2021 a la empresa y a Utkin y Prigozhin por «violación de derechos humanos» en Siria, Libia, República Centroafricana, Sudán, Mozambique.
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