Las cifras causan escozor. Sólo durante marzo, en el vasto territorio de Brasil se registraron 66.573 fallecidos a causa del Covid-19: supera por más del doble los 32.881 de julio de 2020, que hasta el momento había sido el peor mes en letalidad. Claro que ya en abril no parece haber sosiego: este miércoles se computaron 3869 muertos en sólo 24 horas, para superar todas las estadísticas y subir el promedio semanal en más de 3000 fallecidos diarios. Esta cifra no soslaya la de 90.638 nuevos infectados para ese día 31 fatídico con que se cerró marzo y completa una semana con más de 560 mil casos. En un país de 212 millones de habitantes, desde que comenzó la pandemia ya hubo más de 13 millones de contagiados y 330 mil muertos. Es la nación en el mundo con las mayores curvas de crecimiento y víctimas fatales. Y en la lista general sólo lo supera EE UU con 31 millones de infectados y 567 mil muertos.
La alarmante situación se completa con el dato de que en 18 de los 27 estados, las camas de unidades de cuidados intensivos están cubiertas en un 90 % al menos, la mayoría de los hospitales están saturados y ya se evalúa adoptar oficialmente los protocolos en la elección de los pacientes a tratar, ya que no se puede atender a todos de la misma manera.
Ante ese panorama, el presidente Bolsonaro reiteró sus críticas al aislamiento social e instó a los gobernadores a que retiren las medidas restrictivas como toques de queda y cierre de comercio. “Sólo tenemos un camino: dejar que la gente trabaje”, dijo muy suelto de cuerpo. La contracara es una definición del neurocientífico Miguel Nicolelis: “Estamos a solo unas semanas de un punto sin retorno en la crisis del coronavirus en Brasil”. El propio Marcelo Queiroga, el cuarto ministro de Sanidad desde que estalló el coronavirus, admitió que muere gente a la espera de una cama, que los nosocomios funcionan con equipos médicos insuficientes y exhaustos, y que falta estructura, medicinas e incluso oxígeno.
Al mismo tiempo, el gobierno del estado de San Pablo anunció la detección de una nueva variante del coronavirus, una mutación de dos poderosas cepas presentes en la segunda ola: la de Manaos o Amazonas y la de Sudáfrica. La nueva variante fue detectada en un paciente de la ciudad de Sorocaba, en el interior del estado. San Pablo, es justamente uno de los sitios donde la segunda ola del Covid pegó de manera más violenta y es de las más acuciadas por el colapso hospitalario. En cuanto a las vacunas, el gobierno se ufana de haber contratado más de 560 millones de dosis, pero padece las mismas dificultades de entrega que el resto del mundo y sólo el 6,2% de esta cantidad se pudo distribuir entre los estados.