En su edición del 21 de julio de 2021 el diario Clarín publicó un artículo titulado “La última victoria de Fidel”, en el que sentenciaba que el Partido Comunista de la Argentina “casi ni existe”. No obstante, indicaba, define la política exterior del kirchnerismo. Si este contrasentido no fuera suficiente para sorprenderse, la nota fue firmada nada menos que por Ricardo Roa, editor general adjunto del diario, y fue ubicada en el margen derecho de la tapa de la edición. Una pluma y un lugar difícilmente a la altura de una organización que no existe.

Va de suyo que el PC no define la política exterior del kirchnerismo, mucho menos del Frente de Todos, pero sí compartimos plenamente la posición del gobierno y del presidente respecto de la necesidad del levantamiento del bloqueo económico, financiero y comercial que los EE.UU imponen sobre Cuba hace más de medio siglo. Esta posición y el amplio consenso que la misma tiene entre las organizaciones políticas del campo popular en nuestro país, tal como se evidenció en la convocatoria masiva del pasado 17 de julio frente a la Embajada de Cuba y en el documento surgido de esa expresión. Este es el verdadero origen del ofuscamiento que se trasluce en el comentario editorial en cuestión.

Plantear que esto es producto de la inexplicable influencia de una organización en vías de extinción deja el interrogante de cómo es posible que la amplísima mayoría de la Asamblea General de las Naciones Unidas vote reiteradamente desde hace más de 20 años en el mismo sentido. En la última oportunidad, sólo Israel acompañó la posición de Washington. Pareciera así que lo que está en absoluta minoría y en vías de extinción es la legitimidad que tiene el bloqueo y, en última instancia, lo que el propio bloqueo representa: la posibilidad de la existencia de un “gendarme mundial” que sea garante último del status quo, y de respaldo del bloque de poder dominante de cada uno de nuestros países.

Adicionalmente vale destacar que el PC y su vigencia no se verifican en la voluntad de los comentarios editoriales de los diarios, sino en la vida política, social y cultural de nuestro país. En nuestra presencia y nuestras luchas compartidas con miles de personas, de distintas raíces políticas e ideológicas, en comisiones internas y consejos directivos de sindicatos, en los barrios populares, en los movimientos sociales en general, y también en experiencias de gestión pública de distintos lugares del país. Para decepción de algunos, en ninguno de estos lugares somos recibidos con el temor de ser monstruos que devoran infantes.

Como si fuera poco, vale recordar, militantes y dirigentes de ese PC que «no existe» fueron espiados por la AFI macrista, motivo por el cual fuimos admitidos como querellantes por el juez de la causa, así como otros tantos fueron encarcelados en manifestaciones durante el gobierno anterior.

En esta nueva moda de sorprendentemente bajo nivel político que busca reflotar el macartismo llamando comunista a todas aquellas experiencias que, aún dentro de ciertas limitaciones, buscan crear nuevas realidades orientadas a la justicia y a consagrar todos los derechos para todas las personas, vemos mayor validez aun en seguir construyendo, como comunistas, el movimiento real que anula y supera el actual estado de cosas.