Embretado entre tecnócratas ultraliberales, pastores evangélicos proisraelíes y militares conservadores, el recién ungido mandatario cambia de posición todos los días. Por ejemplo, sobre la reforma previsional. Esta moderación contraería la demanda de los fondos de inversión, pero responde a la opinión mayoritaria. No obstante, el mandatario anunció en la misma entrevista que analiza eliminar la Justicia laboral. Durante la entrevista Bolsonaro también confirmó que privatizará aeropuertos, puertos y ferrocarriles y tampoco descartó discutir «en un futuro» la instalación en territorio brasileño de una base militar de EE UU.
Desde que subió al gobierno el presidente cambió asimismo su posición sobre la fusión de Embraer con Boeing, que promovía durante la campaña electoral. Los reparos de la Fuerza Aérea parecen haberlo convencido de la necesidad de moderar dicha asociación.
Similar distancia entre la retórica electoral y la práctica presidencial pudo observarse el viernes en la declaración del Grupo de Lima que tachó de su comunicado la amenaza de invasión a Venezuela. El documento aprobado por 13 de los 14 miembros (México se opuso) desconoce la elección de Nicolás Maduro como presidente y le pide que no asuma este 10 de enero, pero omite referirse a la intervención militar. Es que el Ejército brasileño respalda las presiones contra Caracas, pero rechaza intervenir allí.
El realismo también primó en la suspensión del traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Precisamente, Benjamín Netanyahu acudió a la investidura de Bolsonaro, para simbolizar la alianza privilegiada con el nuevo gobierno, pero los países árabes compran el 40% de las exportaciones de carne bovina brasileña, un negocio de unos 7100 millones de dólares anuales que la ministra de Agricultura, Tereza Cristina, lobbista de los grandes conglomerados agropecuarios, no estaba dispuesta a perder… y ganó.
Tampoco resultará tan fácil romper el Mercosur, como pretende el ministro Paulo Guedes. El canciller Eduardo Araújo pretende volver a la diplomacia de 1900, cuando Brasil privilegiaba la alianza con EE UU y Chile para aislar a Argentina, pero a Brasil no le resultará sencillo imponer sus fantasías hegemonistas sobre sus vecinos suramericanos.
Entre tanto, en una entrevista con Folha de São Paulo, el general Edson Leal Pujol, quien el próximo 11 de enero asumirá el comando del Ejército, consideró negativa la participación de los militares en política y rechazó su involucramiento en la lucha contra la criminalidad.
El programa y la coalición de gobierno de Jair Bolsonaro apuntan a retornar a la República oligárquica, basada en la exportación de commodities y sin derechos laborales ni sociales. Sin embargo, cada una de las heterogéneas fuerzas participantes tiene intereses y proyectos propios. Si Bolsonaro quiere sobrevivir y hasta reelegirse, deberá ceder a presiones encontradas, saltando de crisis en crisis. Si no hace concesiones y pretende imponer su visión ideológica, sólo apresurará la fractura. Brasil ha entrado en un curso zigzagueante que afectará a todo el continente. «
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