Comienza el lunes 6 en Los Ángeles y más de la mitad sigue amenazando con no asistir. Las bravuconadas de Washington. El rol clave de México y la posibilidad de eventos paralelos.
Desde hace casi cuatro años se sabía que la cima se reuniría la próxima semana, y se hará seguramente, pero devaluada por el manoseo dado al tema desde que, por solo ser el anfitrión, Estados Unidos se sintió con derecho a invitar a quien quisiera. Así, aunque más de la mitad de los países dijo que solo enviaría una delegación de bajo nivel si no se invitaba a Cuba, Venezuela y Nicaragua, Joe Biden se emperró y, como la quinceañera del cumpleaños, lanzó una furibunda campaña de presiones y persiste en marginarlos. México, los Estados del Caribe, Guatemala, Bolivia, Brasil y Argentina amenazaron con no ir. A esta altura ya no se sabe quiénes irán y quiénes no.
El que siempre pareció más duro fue México. Entonces, Biden mandó tres misiones de alto nivel y el embajador Ken Salazar hizo dos visitas al presidente, cinco encuentros, todos los días del 16 al 20 de mayo. AMLO insistió con una opinión ya dada anteriormente: “Biden es una buena persona”. Mientras, el exsenador demócrata Christopher Dodd llegaba a estas tierras del sur y, ante la ilusión de una selfie con el gran jefe, el brasileño Jair Bolsonaro y el uruguayo Luis Lacalle Pou aseguraron que estarán en Los Ángeles, aunque nadie les aseguró que Biden habría de disponer de un minutito para ellos. A todo esto, con una nueva asignación de 40 mil millones de dólares para Ucrania, Biden amplió a 54 mil millones su compromiso con la versión siglo XXI de la Guerra Fría y ratificó su bravura asegurándole a Taiwán, y en Taiwán: “Estamos listos para defenderlos con todas nuestras armas”.
Según está programada, la Cumbre albergará foros con participación de la llamada sociedad civil, jóvenes y empresarios. En algún momento Estados Unidos dijo que invitaría a gente de los países proscriptos para que dieran un toque de pluralismo. El gobierno explicó que se buscará la participación de esos sectores para abordar temas tales como “la inclusión social, la recuperación económica, la crisis climática y la transformación digital”. Por ello se convocará al IX Foro de la Sociedad Civil, el VI de Jóvenes de las Américas y el IV de Directores Corporativos. El primero fue ideado por la OEA, y bajo la batuta de su secretario general, Luis Almagro (ver aparte), tiene el objetivo de abordar el “fortalecimiento de la democracia”. El segundo fue diseñado por Young Americas Business Trust, y el tercero es conducido por la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
En las dos últimas semanas Estados Unidos redobló la campaña de presiones como la lanzada con la mira puesta en México y los países del sur, y en una mezcla de optimismo y desazón Ned Price, uno de los voceros del Departamento de Estado, admitió sin jugarse demasiado que “confiamos en que habrá una fuerte participación”, lejos de la unanimidad de las cumbres anteriores. En ese mismo encuentro con los medios dijo que el secretario de Estado, Anthony Blinken, “habló en estos días con muchos de sus pares para explicarles las bondades de estos encuentros” y señaló que “los países que han amenazado con no concurrir deberían pensarlo dos veces, deberían asistir, porque en caso contrario perderán la gran oportunidad de trabajar junto con Estados Unidos”.
Ya con la fecha encima, la diplomacia norteamericana ha estado jugando con la posibilidad de invitar a algunos representantes cubanos cercanos a organizaciones no gubernamentales de dudoso financiamiento. Eso sí, como observadores, sin voto. La jugada no dio resultado. Argentina, que ocupa la presidencia temporaria de la Celac, advirtió que convocaría a una cumbre de ese organismo, sin exclusiones (ver página 7). Desde Cuba, nadie se mostró dispuesto a acompañar los planes de Biden. Como si no bastara para la desilusión, 15 diputados demócratas le pidieron que revise sus decisiones y le señalaron que su capricho “socavará la posición de EE UU en la región” y que “la exclusión de países pone en riesgo algunas de las ambiciosas propuestas que usted lanzó”, en alusión a la Build Back Better World con la que Biden pretende contrarrestar la influencia china en América Latina.
Desde que propuso intervenir militarmente en Venezuela y, luego, promovió el golpe de Estado que acabó con el gobierno democrático de Evo Morales en Bolivia, nadie ve con un dejo de respeto al secretario general de la OEA, Luis Almagro. Sus pocos admiradores se encuentran en las estructuras del gobierno norteamericano, y no todos lo son. El presidente Joe Biden y el jefe de la diplomacia, Anthony Blinken, están entre ellos, tanto que son los que le han dado vela en este entierro de la Cumbre que debería inaugurarse el lunes 6 en Los Ángeles, el territorio “comprado” a precio de remate a México en el siglo XIX, junto con el resto de California y Arizona, Nevada, Utah, Colorado, Nuevo México y Wyoming.
Repudiado en Uruguay por quien fuera su mentor –el expresidente José Mujica–, expulsado del Frente Amplio por vender los principios de no intervención y libre determinación de los pueblos, calificado como “un ser deshonesto e inmoral” por el expresidente ecuatoriano Rafael Correa, definido como un “mal payaso” por el mandatario guatemalteco Alejandro Giammattei, aconsejado por el gobierno de México para que “haga una autocrítica y vea si tiene la autoridad moral necesaria para estar al frente de la OEA”. En Panamá lo escupieron y en Honduras lo esperaron con un cartel que decía, escuetamente, “Almagro hijo de puta”.
Según aseguró la prensa en setiembre de 2021, un grupo de cancilleres analizó la manera de forzar su salida de la OEA. En enero pasado se supo que era uno de los asesores de la Casa Blanca para la Cumbre, se ignora si rentado u honorario. La prestigiosa periodista mexicana Carmen Aristegui aseguró que fue uno de los impulsores de la idea de no invitar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, y lo puso en boca de Kevin O’Reilly, coordinador especial para la Cumbre, quien en una teleconferencia con periodistas extranjeros dijo que “Almagro nos está asesorando en la redacción de las ponencias y en la confección de la lista de invitados”.
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