En momentos en que la humanidad está viviendo una catástrofe de escala global, donde la pandemia generada por el coronavirus, además de provocar enfermedad y muerte, está desatando un colapso económico a nivel mundial. Y si bien hay Estados que en forma responsable están generando acciones humanitarias para afrontar la situación, además de un respuesta epidemiológica deberán generar una salida económica que no puede dejarse en manos del mercado. Por eso, se trae a colación el concepto de “Economía de Guerra en tiempos de Paz”, que fuera expuesto por el historiador Eric Hobsbwan, al sostener que la subordinación económica a la planificación bélica, que habían padecido las economías durante la Primera Guerra Mundial, fue el esquema que orientó a la Economía Planificada de la Unión Soviética, así como al esquema intervencionista del Estado de Bienestar capitalista. Y entendía que luego del crac del ’29 y su extensión mundial, tras la crisis del expansionismo capitalista bajo su modalidad liberal, la lógica organizativa del Estado en tiempos de guerra permitió pensarlo también en tiempos de paz.
Básicamente, el Estado se constituyó como organizador de la economía, definiendo la forma de producción, distribución y consumo. Además, permitió centrar las bases de la Edad de Oro, durante el período bipolar, donde su centralidad fue fundamental en ambos bloques (capitalista como comunista), generando el mayor salto económico de la humanidad en solo 25 años.
Ante semejante calamidad, algo que parecía remoto vuelve a poner en tela de juicio el mercantilismo imperante tras la caída del Muro de Berlín y la globalización neoliberal, que propicia el retiro del Estado de la economía. Porque la reivindicación smithiana del individualismo se cae como castillo de naipes ante la irresponsabilidad de especuladores y el egoísmo empresarial que se expresa en la caída bursátil y desplome de la producción. El capitalismo pierde su motivo en una crisis: la ganancia. El Estado es la esperanza de lo colectivo, el Ave Fénix social.
Lamentablemente, la empiria muestra que la inacción ante el virus deja a las sociedades libradas a la furia de la pandemia, o sea la muerte generalizada por el colapso sanitario, agravado por sistemas de salud privados que solo los mueve el lucro. O la mirada ególatra y reacción tardía como las de Trump o Bolsonaro. En tanto que el compromiso solidario y la férrea acción del Estado, como en Argentina, busca reducir y minimizar el impacto del diluvio virósico. Son conductas éticas diferentes que la historia juzgará. Además del dolor de las muertes inevitables y, peor aún, las evitables, se tendrá el desafío de resurgir del desplome económico que implicará esta hora. Será una instancia crucial para los mandatarios comprender que la racionalidad mercantil ahonda la crisis. Solo la firme decisión política del accionar del Estado va a evitar que se profundice la catástrofe. La Ciencia Política deja paso a la Política.