El gabinete del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, investido el 1 de enero, tiene 22 ministros, siete menos que los del gobierno saliente. El gabinete contará con apenas dos mujeres y con siete militares retirados. En un país con una amplia población afrodescendiente, en la lista no figura ningún negro.
Entre los nombres convocados por el excapitán de ultraderecha destaca Paulo Guedes, un «Chicago boy» que buscará reducir los déficits y reactivar la economía; el general retirado Augusto Heleno, su mentor político; y el juez Sergio Moro, clave en la Operación Lava Jato contra la corrupción, al frente del súper ministerio de Justicia.
La cancillería está en manos del diplomático Ernesto Araújo, autodenominado «antiglobalista» y ferviente admirador de Donald Trump; mientras que el ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos fue otorgado a Damares Alves, una pastora evangélica que opina que las mujeres nacen para ser madres.
Paulo Guedes, gurú económico
En su campaña, Bolsonaro dijo no entender de economía, tarea que recaerá principalmente en Paulo Guedes, un economista de 69 años formado en la Universidad de Chicago, cuna de la escuela neoliberal.
Guedes será un súperministro gracias a la fusión de carteras de Hacienda, de Planificación y de Desarrollo y Comercio Exterior en un único despacho.
Tras la victoria de Bolsonaro, Guedes anunció su intención de «cambiar el modelo económico socialdemócrata» mediante un programa acelerado de privatizaciones y de control del gasto público, como receta para reactivar un país que pasó por dos años de recesión y otros dos de débil crecimiento.
Sergio Moro, contra la corrupción
El juez Sérgio Moro, designado ministro de Justicia y de Seguridad Pública, llega como una de las figuras más populares del gobierno Bolsonaro.
El magistrado, de 46 años, ganó su reputación dirigiendo desde su tribunal de primera instancia en Curitiba (sur) la Operación Lava Jato, que sentó en el banquillo y condenó a largas penas de cárcel a decenas de figuras consideradas hasta entonces intocables del mundo empresarial y de la política en Brasil.
Dictó la pena de prisión, aumentada en enero en segunda instancia, contra el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), quien cumple desde abril una condena de 12 años y un mes de cárcel.
Su entrada al gobierno de Bolsonaro le valió cuestionamientos sobre su neutralidad como juez, puesto que fue el verdugo de Lula, quien superaba a Bolsonaro en las encuestas presidenciales.
A pesar de la aparente buena relación entre ambos, con sospechas de corrupción tocando la puerta del entorno de Bolsonaro incluso antes de la investidura, Moro puede enfrentar una encrucijada.
Queda por ver cómo Bolsonaro y Moro resolverán sus divergencias en temas bandera del ultraderechista, como la flexibilización del porte de armas y la caracterización de movimientos sociales como «terroristas».
Onyx Lorenzoni, el director de orquesta político
Diputado desde 2003, Onyx Lorenzoni, de 64 años, es considerado el cerebro de la campaña de Bolsonaro. Es miembro del partido de derecha Demócratas (DEM) y es reconocido por sus iniciativas anticorrupción.
Será ahora ministro Jefe de la Casa Civil -una especie de jefe de gabinete-, encargado de compensar la falta de experiencia de la mayor parte de sus colegas en los entresijos de la política brasileña.
Augusto Heleno, el general modelo
El general retirado Augusto Heleno Ribeiro, de 70 años, cuenta con la admiración de Bolsonaro. Fue su instructor en la escuela militar en los años 70 y ganó visibilidad a inicios de la década de 2000 como primer comandante en jefe de la Misión de la ONU en Haití (Minustah).
Se lo mencionó como posible ministro de Defensa pero finalmente dirigirá el Gabinete de Seguridad Institucional (GSI), a cargo de las labores de inteligencia desde un despacho instalado en el propio palacio presidencial de Planalto.
Heleno pudo haber sido vicepresidente de Bolsonaro, pero el Partido Republicano Progresista, del que forma parte, declinó la propuesta. En una entrevista con el diario O Estado de S. Paulo en abril de 2017, Bolsonaro dijo que, de ser elegido presidente, su exinstructor podría tener el cargo «que quisiera».
Ernesto Araújo, admirador de Trump
El embajador Ernesto Araújo, un admirador de Trump, desentona en Itamaraty, la cancillería brasileña, impregnada de una tradición de multilateralismo.
Araújo, de 51 años, considera que Trump «puede salvar a Occidente», afirma que el cambio climático forma parte de un «complot marxista» y denuncia «la globalización económica que pasó a ser piloteada por el marxismo cultural».
Durante su gestión, tratará de adaptar el «Estados Unidos primero» de Trump a «Brasil primero».
Damares Alves, pastora antiaborto
La abogada y pastora evangélica Damares Alves ocupará un cargo delicado -ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos- en el gobierno de Bolsonaro, quien a lo largo de su carrera tuvo numerosos exabruptos racistas, misóginos y homófobos.
Su designación retribuye en cierta forma el apoyo que las iglesias neopentecostales dieron al excapitán del Ejército durante la campaña electoral.
Tendrá a cargo igualmente las cuestiones indígenas, después que Bolsonaro decidiera sacar a la Funai, la entidad que se ocupa del tema, del ámbito del ministerio de Justicia para ponerlo en el de derechos humanos.
En su jura como ministra, gritó: «Las nenes se viste de celeste, las nenas, de rosa».
Menino veste azul e menina veste rosa, diz Ministra @damaresralves em pronunciamento. pic.twitter.com/E27kqDGgVk
— Damares Alves (@damaresralves) 3 de enero de 2019