A veinticinco años de la caída de la Unión Soviética, cuatro repúblicas aún luchan por ser reconocidas internacionalmente en el marco de interminables disputas territoriales. Pese a que han concluido los periodos de guerra la violencia sigue latente: son los conflictos congelados, resabio de aquel 1991 en que todo cambió.
NAGORNO KARABAJ
Según la tradición armenia, Noé encalló con su arca en el monte Ararat, en la actual Turquía. Desde allí él y sus descendientes fundaron pueblos y avanzaron asentándose en los valles de la zona. La pequeña y no reconocida nación de Nagorno Karabaj sería entonces una de las primeras regiones del mundo en ser habitadas luego de la inundación bíblica. Desde entonces se enfrentaría a muchos más problemas que el agua.
Nagorno Karabaj es una zona montañosa poblada históricamente por armenios. Pero en 1921 José Stalin, siguiendo la lógica del divide y reinarás, se la dio a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. La división entre armenios y azeríes no sólo es étnica sino también religiosa: Armenia fue el primer país en adoptar el cristianismo, en el año 301, mientras que Azerbaiyán es un país islámico, muy cercano culturalmente a Turquía.
La dura política soviética congeló las diferencias, pero en los tiempos de Mijaíl Gorbachov, líder de la Unión Soviética desde 1985 a 1991, la presión aflojó y los conflictos reflotaron. En 1988 los karabajos pidieron ser parte de Armenia, y este fue el puntapié inicial de un conflicto que llevaría a la intromisión del ejército soviético y terminaría con la expulsión de armenios de Azerbaiyán y de azeríes de Nagorno-Karabaj, además de provocar casi 1000 muertes.
En 1991 Armenia y Azerbaiyán declararon su independencia de la URSS en medio de la escalada del conflicto. Ese mismo año comenzó la guerra y al año siguiente Nagorno Karabaj declaró su independencia. La guerra continuó hasta 1994 y en ella murieron cerca de 30 mil personas. Terminó con victoria armenia, tomando posesión de la zona, que seguiría siendo una república independiente aunque no reconocida hasta hoy. Pero el final de la guerra no fue el final del conflicto: el ejército armenio tomó una importante área alrededor de Nagorno Karabaj, en territorio azerbaiyano, que los armenios aseguran que es una protección temporal. En total, el territorio controlado por armenios representa el 20% del territorio total de Azerbaiyán.
La tensión y violencia del conflicto tiene altibajos, y los choques esporádicos entre ambas etnias provocan muertes todos los años. El 2016 fue particularmente tumultuoso, especialmente a principios de abril cuando cuatro días de enfrentamientos dejaron un saldo de al menos 350 muertes. Los acuerdos de cese al fuego son violados sistemáticamente desde entonces y el año comenzó con nuevos choques, parte de un interminable conflicto.
Pese a la violencia, Nagorno Karabaj es un estado independiente de facto, democrático, que se sostiene gracias a aportes de la comunidad armenia internacional: hay muchos más armenios fuera de armenia (11 millones) que dentro del país (3 millones). Cerca del 95% de las 140 mil personas que habitan la región son armenios. Ningún país miembro de las Naciones Unidas reconoce a Nagorno Karabaj como independiente, ni siquiera Armenia, con quien comparte cultura e historia. De hecho el gobierno armenio no permite que representantes karabajos participen de las negociaciones y diálogos con Azerbaiyán. Se trata de una compleja situación en la que entra en juego el reconocimiento a otros territorios que han declarado unilateralmente su independencia, especialmente Kosovo, cercano a Estados Unidos. Armenia busca confrontar lo menos posible tanto con Washington como con Moscú. Y Nagorno Karabaj debe conformarse tan sólo con el reconocimiento de otros países no reconocidos: Osetia del Sur, Abjasia y Transnistria.
Hoy quedan muchas minas terrestres y no son pocos los campesinos que han muerto a causa de éstas. Nadie se preocupa por limpiarlas, no sólo por el alto costo sino también porque existe una certeza tácita de que tarde o temprano el territorio volverá a estar en guerra.
Más allá de las pérdidas humanas, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán es relevante en términos regionales ya que éste último es el único país proveedor de gas de Europa que puede enviar material sin pasar por Rusia. Azerbaiyán cuenta con 30 mil millones de euros de inversiones internacionales para actividades petrolíferas, y su presupuesto militar es 8 veces mayor que el de Armenia.
Armenia es un importante aliado de Rusia y forma parte de la Unión Económica Euroasiática, una especie de respuesta rusa a la Unión Europea. Pero Rusia, por su parte, brindó armamento tanto a Armenia como a Azerbaiyán durante la guerra, y hoy sigue apoyando a ambos ejércitos con la intención de mantener su presencia e influencia en la zona, aunque oficialmente está del lado armenio. Mientras tanto, la relación de Estados Unidos con el conflicto es sumamente ambigua, de apoyo a ambos grupos, pero tratando de alejarlos y de alejar al conflicto en sí de la influencia de Rusia.
Turquía actualmente no mantiene relaciones diplomáticas formales con Armenia, no sólo por el genocidio armenio, sino porque el gobierno turco apoya fuertemente a Azerbaiyán en el conflicto de Nagorno Karabaj. La frontera entre ambos países está cerrada desde hace más de dos décadas. Israel también apoya a Azerbaiyán, básicamente porque es vecino de Irán y puede ayudar a mantenerlo a raya. Y Pakistán ni siquiera reconoce oficialmente a Armenia como país desde el final de la guerra a mediados de los 90.
La guerra en el Cáucaso es el menos congelado de los conflictos post soviéticos y, como sucedió en Siria, parece interminable e involucra a demasiados actores.