La infancia y la adolescencia de Mario Antonio Santucho trascurrió en Cuba, a pesar de haber nacido en Buenos Aires en 1975. Regresó entrados los ’90, pero conoce la realidad socio política de la isla, muy intensamente, como para analizar con atención la crisis por la que atraviesa. Primero hace un rápido recorrido histórico que permite comprender el presente: «La primera etapa de la revolución fue su momento más álgido, muy creativo, de aperturas y rupturas: llega hasta los ’70 y termina de definir una fuerte alianza con el campo socialista. Luego viene el proceso de construcción de un socialismo real con características cubanas. Duró hasta los ’90 cuando cae el Muro y la URSS hace su transición. Es el momento más próspero y de cristalización del poder socialista: partico único, Estado muy centralizado y grandes movilizaciones de masas con un cariz muy vertical, a partir de un partido que siempre se confundió bastante con Estado. Ahí empieza un tercer momento: incluye un momento de crisis muy fuerte, de cambios contenidos, cuidados, de transición hacia un capitalismo más de Estado, con muchas prevenciones. Hasta que entrado el siglo, gobiernos progresistas volvieron a apoyar, en una alianza no regida por los cánones del mercado mundial, lo que permitió cierta estabilidad, repunte social, menos estatización de circuitos económicos, siempre con la tutela del estado. La población tuvo mayor inserción económica laboral y productiva».
-El presente es diferente.
-Se volvió a una crisis del nivel de los ‘90. La pandemia cortó fuentes de ingreso, como el turismo. Todo agudizado por el bloqueo. Hay una diferencia: en los ’90 teníamos muy cerca el socialismo, una forma de vida muy justa, todo el mundo vivía bien, con lo básico y esencial satisfecho, en una sociedad integrada. Esa generación entraba en crisis, pero tenía horizonte.
-¿La actual no la tiene?
-Aquella había vivido una prueba fehaciente de la importancia de la soberanía como valor fundamental de un sistema político. Hoy se vuelve a un crisis intensa pero con un horizonte menos viable de reconstrucción económica. El bloqueo permanece, el intento de acercamiento de Obama se destruyó con Trump y no parece que lo vayan a alterar. Es difícil imaginar un crecimiento, de mejoría del cotidiano de la población
-Además la juventud y muchos adultos no tienen esa referencia de una sociedad mejor. El sector más crítico sin la mística de la construcción del socialismo.
-No lo tienen, es la gran novedad. Lo digo a la distancia. Trato de entender y establer conexiones con otras juventudes latinoamericanas. La singularidad de Cuba es que tiene una lógica política y cultural bien diferente. Siempre fue así. Siempre se estuvo muy atenta a los medios de comunicación, al cine, la música, la cultura con fuerte referencia a un EEUU lleno de movimientos culturales. Pero ahora están las redes sociales que conectan mucho más. En Cuba entraron no hace mucho. Provocan que esa singularidad cubana, tan interesante, sea más difícil de mantener cuando la asimetría económica se vuelve tan fuerte. No sólo en la política sino en muchas cuestiones. Como el deporte, tan importante para los cubanos. En los últimos años, les costó muchísimo sostener su epopeya deportiva, un modo más popular de pensarlo, fuera de la lógica del negocio. El béisbol, por caso se vació por la mercantilización del deporte.
-No sólo cómo se comunica: También qué se comunica.
-Miremos a la juventud a nivel global y su relación con la izquierda: veo con sorpresa y preocupación que cada vez más es la derecha la que expresa el antisistema y que la izquierda se vuelve más defensora del orden, más “conservadora”. Algunos valores tal vez sean necesarios: lo vemos con el Papa, con esto de parar un poco la velocidad con la que avanza el capitalismo hacia no se sabe dónde… De reprente en temas como la vida artificial, la ingeniería genética, uno está tentado de posturas conservadoras. Pero no es seductor para la juventud que quiere transformar, ser rupturista, innovar, crear. La izquierda muchas veces no los convoca.
-No sólo la juventud reclama un cambio aun cuando no sean expresamente críticos. Un caso es el tan reciente de de Silvio Rodríguez.
-Las del 11 de julio fueron las primeras protestas opositoras masivas y populares que existieron desde 1959. Hubo algunos atisbos en el 94, pero sin masividad y fueron rápidamente canalizadas a poder viajar y a otras cosas. El gran dilema es cómo se leen estas protestas: eso va a definir la respuesta que se le den. Mi sensación es que desde el gobierno cubano hubo un primer impulso: leerlas como totalmente negativas. Son “agentes del imperialismo”: seguro los hay pero no se aplica a la masividad. Siempre los hubo, financiados desde afuera, pero por primera vez las protestas los desbordan. También escuché que son gente antisocial, lúmpenes, marginales, violentos, lo cual es una forma de descalificación más clasista, más racista, que confluye en el primer llamado de Díaz Canel, a salir a recuperar la calle por los revolucionarios. Plantea una ruptura en el interior del pueblo cubano que tampoco nunca había aparecido.
-Otro tema clave.
-El socialismo cubano siempre fue profundamente nacionalista: implicó unidad popular contra el enemigo externo. Hace falta, entonces, una lectura de la protesta que no sólo defienda absolutamente la soberanía y no retroceda un ápice en lo que logró en 60 años, plantándose ante los EE UU -lo que no es menor, es fundamental y muy difícil de sostener-, sino también piense en construir un diálogo popular más complejo, lúcido, en el que haya una participación mayor. Ir hacia la idea de construir una democracia superior, en tanto que la gente tenga más participación real. En ese sentido, no sólo fue Silvio, sino muchos artistas populares que dijeron que se deben a su público, a su pueblo, y cuestionaron también cierta dinámica represiva, preocupante, que se puso en juego. Silvio, en realidad, a partir de haber sido interpelado por uno de los jóvenes que se reunió con él, pidió por la liberación de los presos, y dijo que, aunque con diferencias, es fundamental construir una instancia de diálogo.
-El gran desafío.
-Sí, además de lograr mejorar urgentemente la desesperante situación social y económica, es muy importante si se puede relanzar la vitalidad política de la revolución.