Tal como se anunciara previamente, el juez del STF-Supremo Tribunal Federal de Brasil, Edson Fachin, luego de haber revisado los casos judiciales que pesaban sobre Luiz Inácio Lula da Silva, decidió anular las sentencias por motivos jurisdiccionales, más allá de que la causa se cayó como castillo de naipes tras los chats privados que filtró el hacker Walter Delgatti, que revelaron el complot entre el exjuez Sergio Moro y los fiscales del Lava Jato, una clara maniobra de lawfare que impidió la elección del petista en la presidencial de 2018.
Con ello, devolvió la ciudadanía plena al expresidente y lo habilita para ser candidato a las elecciones de 2021. Sin esperar un minuto, Lula se puso los guantes, se subió al ring y, con sus 75 años, empezó a tirar golpes. Ya vacunado contra el coronavirus y con su barbijo rojo del PT, habló en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos en São Bernardo do Campo, el mismo lugar donde realizó el discurso antes de ir a la cárcel por 580 días. Dejó pendiente y posible su postulación presidencial. “Mi cabeza no tiene tiempo de pensar en 2022, en si seré candidato del PT (Partido dos Trabalhadores) o de un frente amplio”, dejando presente que su principal foco es buscar un cambio al gobierno de Jair Bolsonaro.
Así, brindó una conferencia de prensa que paralizó por dos horas al país, que con atención escuchaba las críticas a la caprichosa desidia del presidente Jair Bolsonaro ante la crisis sanitaria que vive Brasil frente a la pandemia. De hecho, en el Distrito Federal y en el estado de San Pablo están por decretar el toque de queda por dos semanas para evitar el colapso del sistema hospitalario. Por eso, en un Brasil con más de 270 mil muertes, a un ritmo de 2300 decesos diarios, el líder petista se pone al hombro la lucha contra el Covid-19 y le dijo a la población: “Quiero difundir la información necesaria para que el pueblo brasileño no siga ninguna decisión imbécil del presidente de la República o del ministro de Salud (Eduardo Pazuello). ¡Hay que ponerse la vacuna! ¡La que sea!”, sentenció. Lula ya está conversando con China y Rusia para facilitarla.
Si bien Bolsonaro se mostró con la mascarilla, saliendo de la bravucona posición de no usarla alegando que es una mera gripecita, sigue con su negacionismo y sale al cruce contra los aislamientos, advirtió: “Si los gobernadores no cesan con las cuarentenas, el país ingresará en el caos social, con saqueos a supermercados y cortes de ruta por falta de ingresos”.
El establishment también se pronunció, un poco por las palabras de Lula y otro por la situación que implican las medidas sanitarias, pero lo cierto es que sus operaciones especulativas provocaron el desplome del BOVESPA (Bolsa de Valores de San Pablo), la depreciación del real y el alza de precios, sumándole un complejo cuadro económico a la situación de un Brasil totalmente polarizado.
Las encuestas indican un efecto cruzado de apoyo y rechazo a las referencias políticas del país. Por ejemplo, si bien Lula encabeza las preferencias presidenciales, a la vez tiene un nivel alto de rechazo, en efecto cruzado que esos mismos apoyan a Bolsonaro, quien tiene el alto rechazo de los partidarios del líder petista. Un escenario que lleva a una polarización con el desafío para el establishment de instalar una alternativa y para la izquierda de converger en una propuesta que sostenga la unidad, algo que Lula tiene muy presente y manifestó como su principal objetivo.