Con un video de alto contenido emocional que apela al sentimiento de tristeza y frustración, Luiz Inácio Lula da Silva presentó su candidatura a la presidencia de Brasil en la ciudad de Contagem, un municipio de Belo Horizonte, a pesar de estar preso a cientos de kilómetros de distancia. Allí, Lula estuvo sin estar, con un video fuerte, que apela al sentimiento de tristeza y frustración popular frente a las políticas excluyentes del gobierno de Michel Temer. Los aplausos desbordaron el auditorio cuando irrumpió el vozarrón del líder petista recitando «los poderosos pueden matar una, dos o tres rosas. Pero jamás podrán detener la llegada de la primavera».
Con la presentación del spot de campaña «Brasil va a ser feliz de nuevo», Lula no sólo reafirmó su decisión de ser candidato a presidente, sino que mostró el despliegue territorial de sus apoyos con la presencia de gobernadores estaduales que, al dar el respaldo al exmandatario, suman su peso electoral en los distritos, especialmente los más populosos de la nación. Allí estuvieron vistiendo remeras con la cara de Lula la expresidenta Dilma Rousseff, los gobernadores del PT de los estados de Ceará, Bahía, Acre, Piauí y Minas Genais; Gleisi Hoffmann y Lindbergh Farias ambos senadores, el ex intendente de San Pablo Paulo Fernando Haddad, además de parlamentarios nacionales y estaduales del partido, y líderes de movimientos sociales y populares, junto a candidatos de todos los distritos de Brasil, una presencia territorial que ningún aspirante a la presidencia brasileña posee.
Además del video, la expresidenta Dilma Rousseff leyó una carta del exmandatario donde se sostiene el eje de campaña, al decir: «Soy candidato para acabar con el sufrimiento del pueblo». A su vez, el expresidente remarcó que sabe «cuál es el lugar reservado para los que hoy me persiguen» y sentencia: «Tengo seguridad de que la Justicia hará prevalecer la verdad», mostrando confianza en poder participar en las próximas elecciones presidenciales.
Así, se sumaron los discursos de la presidenta del PT, Gleise Hoffman, que descartó categóricamente un plan B y reafirmó: «Nosotros temimos y temimos mucho. Por eso, Lula será nuestro candidato porque es inocente y si es inocente él tiene el derecho. Es más que eso, él es el preferido del pueblo brasileño. Nosotros podemos registrarlo y vamos a hacer su campaña». Además, la senadora advirtió que «no hay posibilidades de pacificación en un país al borde de la convulsión social con Lula detenido. Seguir con un líder así preso es querer jugar a la inestabilidad y a una salida que no sea de paz social». Por su parte, Jaques Wagner, exgobernador de Bahía, citando a Paulo Freire sostuvo que «la mayor victoria de los opresores es cuando los oprimidos aceptan la opresión», por eso resaltó: «No hay que aceptar la prisión de Lula. Quieren que la gente acepte la inviabilidad, pero nosotros vamos a construir la viabilidad». Y como cierre, el anfitrión, el gobernador Fernando Pimentel destacó que «Minas ha sido una trinchera democrática de lucha por la libertad de Lula y que quiere marcar un encuentro con el expresidente el día 1⁰ de enero de 2019 en su asunción en Brasilia».
Si bien la prensa oficialista marcó el acto casi como un capricho del expresidente y del PT por mantener la candidatura, lo cierto es que hay un fuerte debate político sobre si el Supremo Tribunal Electoral o el Supremo Tribunal Federal van a impedir o no la postulación de Lula. Según precedentes de jurisprudencia, apuntarían a que podría ser candidato, sólo con tomar la última elección de intendentes en 2016, donde 140 presentaciones fueron habilitadas a pesar de tener una segunda condena. Sin embargo, no se descarta que el STF mantenga con algún artilugio jurídico la prisión y condena de Lula y el STE lo inhabilite, a pesar del desgaste que hoy sufre el Poder Judicial brasileño.
Y la proscripción pareciera ser el camino, más aún cuando el establishment político no puede resolver una candidatura sostenible para la presidencia, atento al desgaste de Michel Temer, tanto en su imagen como del rumbo económico, que también deteriora la posibilidad de postulaciones del PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) y así como de aliados como Geraldo Alckmin, del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña). A su vez, no es confiable la candidatura del ultraderechista militar retirado Jair Bolsonaro y les resulta impredecible Marina Silva, la candidata ambientalista que pregona su figura como salvadora de la república. Y agotadas las apuestas como la de Luciano Huck, conductor de la Rede Globo, algunos analistas miran a Ciro Gomes, un candidato que pasó por el PMDB, por el PSDB y fue ministro del gobierno de Lula, y ahora se postula por el PDT (Partido Democrático Laborista), con un discurso desarrollista tolerable como Plan B del bloque de poder.
Casualmente, mientras Lula lanzaba su candidatura, Ciro Gomes se presentaba en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y pareció dar por tierra con las aspiraciones del estabalishment, por lo menos desde lo discursivo. Apenas concluida su presentación, consultado sobre la situación política de su país, fue categórico en afirmar «en mi opinión, Brasil esta viviendo un golpe de Estado. Es un golpe que guarda ciertas apariencias formales, pero es un golpe, porque pone en prisión a una persona honrada, que no cometió ningún crimen bajo su responsabilidad, y tenemos en el poder a corruptos sin votos. Que es absolutamente vergonzoso para nosotros». Y señaló, como lo más trágico del gobierno actual, «que ellos votaron la Enmienda Constitucional que congela los gastos públicos de educación, salud, seguridad, cultura, ciencia, tecnología y todos los gastos de la previsión social por 20 años. Por lo tanto, Brasil esta asistiendo ahora a un colapso”. «