Declaró por mas de cinco horas ante el juez que investiga el Lava Jato, en Curitiba
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva denunció el miércoles una «farsa» judicial, en una audiencia de unas cinco horas ante el juez Sergio Moro en la cual negó todas las acusaciones de corrupción que pesan en su contra.
Lula, de 71 años, también denunció un ensañamiento legal que busca impedir su regreso al poder en 2018, en un mitin ante miles de partidarios que viajaron para apoyarlo en la conservadora «capital de Lava Jato», la operación que investiga la existencia de una vasta red de sobornos en Petrobras.
«Como considero que este proceso es ilegítimo y la denuncia una farsa (…) estoy aquí en respeto de la ley, de nuestra Constitución, pero con muchas objeciones al comportamiento de los fiscales de Lava Jato», declaró Lula, según se ve en los videos liberados por la justicia tras el interrogatorio.
«Perfecto», le replicó Moro. «Pero esta es una oportunidad que usted tiene para defenderse y aclarar esos asuntos», agregó.
Moro busca determinar si Lula (2003-2010) es propietario de un apartamento tríplex en el balneario de Guarujá, en Sao Paulo, que habría recibido de la constructora OAS a cambio de «ventajas indebidas».
«Nunca solicité y nunca recibí ese apartamento», manifestó Lula, que lucía visiblemente molesto en buena parte de su declaración.
El líder de la izquierda admitió haber visitado el lugar con un ejecutivo de OAS que quería vendérselo, pero dijo que no le gustó y que le pareció que tenía «500 defectos» y era pequeño para una familia con cinco hijos y varios nietos.
En el mitin posterior en una plaza, donde estuvo acompañado por su sucesora, la depuesta Dilma Rousseff, Lula se dijo víctima de encarnizamiento judicial.
«Están viendo a alguien que está siendo masacrado», afirmó.
«No quiero ser juzgado por interpretaciones, quiero ser juzgado por pruebas», agregó Lula en su arenga, que evocó en varias ocasiones la posibilidad de presentarse a las elecciones de octubre de 2018.
La vista puesta en 2018
«Me estoy preparando para volver», proclamó el exlíder sindical y confundador del Partido de los Trabajadores PT) ante la multitud que coreaba: «Lula, ladrón, robó mi corazón».
Los sondeos dan a Lula ampliamente ganador en la próxima contienda electoral, aunque también muestran que es uno de los políticos con mayores índices de rechazo.
La conservadora y próspera Curitiba vivió una jornada de tensión, bajo fuertes medidas de seguridad, para evitar choques con los «lulistas» movilizados por el PT y por organizaciones rurales y sindicales con los defensores de la operación Lava Jato.
«Sigue teniendo ese carisma increíble, esa conexión, y habló muy bien después de más de cuatro horas de interrogatorio. Está con mucha fuerza», dijo a la AFP William Bioneck, un abogado de 30 años, que participó en el acto.
La sentencia del juez Moro debería conocerse en un plazo de 45 a 60 días, aunque algunos analistas apuntan que podría ser en apenas un mes.
La fiscalía acusa a Lula de haber recibido 3,7 millones de reales (1,16 millones de dólares al cambio actual) de OAS, incluyendo el apartamento de Guarujá y el costeo del almacenamiento de sus bienes personales y de su acervo presidencial entre 2011 y 2016.
El expediente, conocido como el «apartamento de Guarujá», es una de las cinco acusaciones que hasta el momento pesan contra Lula por corrupción pasiva, lavado de dinero, tráfico de influencias y obstrucción a la justicia.
De acuerdo con las leyes brasileñas, Lula no podría postularse a las elecciones de octubre de 2018 si una eventual condena es ratificada en segunda instancia. Este proceso suele demorar un año.
Polarización
Moro, de 44 años, considerado por los medios un ícono de la lucha contra la corrupción, había instado a sus admiradores a permanecer en sus casas para evitar enfrentamientos.
Y aunque la mayoría siguió su consejo, algunos grupos se manifestaron con un muñeco gigante que figuraba al expresidente vestido de presidiario al grito de «Lula, ladrón, tu lugar es la prisión».
«Hoy es un día importantísimo, porque una personalidad de la importancia de un expresidente está aquí como acusado y no como invitado», decía Marli Resende, una profesora jubilada, de 59 años.
El presidente conservador Michel Temer, que sustituyó a Rousseff en 2016 y es acusado de golpista por el PT, llamó el miércoles a superar la polarización del país, en recesión desde hace dos años y con un índice récord de desempleo de 13,7%.
Los brasileños tienen que «eliminar cierta rabia», dijo Temer en Brasilia.
«Necesitamos pacificar el país. Necesitamos tener más tranquilidad. No podemos permanecer en nuestra posición de permanente enfrentamiento entre brasileños», declaró, sin referirse expresamente al juicio de Lula, que durante años fue también su aliado.
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