La alianza chiita encabezada por Hezbollah y Amal se garantizó 29 bancas, mientras que el Movimiento Futuro, partido del Primer Ministro sunita Saad Hariri, cercano a Arabia Saudita y a occidente, perdió casi un tercio de sus escaños.
De los 128 escaños del Parlamento, la mitad están asignados para drusos y musulmanes (27 para sunitas y 27 para chiitas), y la sección restante, para cristianos maronitas, ortodoxos, católicos y protestantes. De la misma forma, los tres cargos más importantes están asignados a un determinado grupo: el Presidente es cristiano, el Primer Ministro es musulmán sunita, y el Presidente del Parlamento, musulmán chiita. Esta designación significa que, más allá de los resultados, la cúpula del poder libanés muy probablemente no se modificará tras las elecciones. Aún así, Hariri queda en una posición muy dificultosa ya que incluso ha perdido en Beirut, ciudad que solía ser su principal bastión.
Los resultados oficiales recién se dieron a conocer a cuatro días de las elecciones. Hezbollah y Amal se garantizaron 29 bancas, sin contar a otros partidos y a candidatos independientes cercanos al dúo chiita que elevarían el número a 41. Esto representa una victoria para Irán y para el régimen sirio de Bashar al-Ásad, acérrimos aliados de ambas agrupaciones, y que contarán con una mayor influencia en la región en el marco de una interminable guerra en Siria. Desde el comienzo del conflicto, el brazo armado de Hezbollah participó activamente para detener los avances rebeldes y especialmente su ingreso al Líbano.
Mientras tanto, al sur de la frontera, el Ministro de Educación israelí Naftali Bennett se apresuró a anunciar que a partir de ahora su país no haría distinción entre Líbano y Hezbollah. Israel, al igual que otros doce países y organismos supranacionales, identifica a Hezbollah como un grupo terrorista.
Otros ganadores fueron los dos principales partidos cristianos. Por un lado, las Fuerzas Libanesas, hasta ahora aliadas al Movimiento Futuro de Hariri, pasaron de 8 a 15 bancas. Por el otro, el Movimiento Libre Patriótico, aliado a Hezbollah desde 2006, sumó sólo dos escaños pero, con 29, continúa siendo el más fuerte entre los actores cristianos y mantendrá la presidencia del país. Si permanece junto a los chiitas, serán nuevamente gobierno, pero no hay garantías de que esto ocurra. El MLP, amparado por las urnas y por buena parte de la población cristiana, podría constituirse como principal partido opositor, terminando así con años de completa polarización entre los aliados de Hezbollah y los del Movimiento Futuro.
Pese a la derrota y al haber perdido 9 de sus 29 escaños, el partido de Hariri sigue liderando a los sunitas libaneses, por lo que probablemente mantendrá su cargo. El Primer Ministro es hijo de Rafiq Hariri, quien gobernó el país durante buena parte de los noventas y dos mil, encauzando la reconstrucción tras 15 años de guerra civil. Hariri fue asesinado en 2005 en Beirut; un tribunal internacional con el respaldo de las Naciones Unidas concluyó que el magnicidio había sido cometido por miembros de Hezbollah, pero desde la organización islámica acusaron a Israel. Dos años más tarde Saad Hariri fundó el Movimiento Futuro, un partido liberal, de centro derecha, muy cercano a Arabia Saudita y que forma parte de la Internacional Liberal, organización a la que también pertenecía el recientemente disuelto partido de Patricia Bullrich, Unión por la Libertad.
La imagen de Hariri se vio muy afectada cuando en noviembre del año pasado renunció a su cargo desde Arabia Saudita argumentando que temía ser asesinado por Hezbollah o Irán. Luego de varias semanas en tierras saudíes sin difundir mayor información, Hariri volvió a Beirut y suspendió su renuncia negándose a dar detalles de lo sucedido. Asimismo, la merma en el apoyo al Primer Ministro puede explicarse por la deteriorada situación económica, el alto nivel de desempleo y las dificultades para lidiar con el constante conflicto en la vecina Siria y los más de un millón de refugiados sirios actualmente en Líbano.
Como en todo régimen parlamentario, resta esperar a la constitución de alianzas y la consolidación de un nuevo gobierno, pero es muy probable que se trate de un gobierno sumamente heterogéneo y frágil. Si Líbano continua más preocupado por el exterior que por lo que suceda puertas adentro, se mantendrá como un simple peón que deambula entre las influencias de la monarquía saudí y del régimen islámico de Irán. Esta dicotomía constante no puede resultar bien en un país tan complejo que ha atravesado por una extensa guerra civil, pero menos aún puede resultar bien en una zona tan volátil como es Medio Oriente.
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