El Wall of Moms (Muro de las Madres) nació en Portland tras el asesinato de George Floyd y ya se reprodujo en 40 ciudades. Su "pañuelo blanco" son los cascos y las remeras amarillas.
“Policía, afuera. Han llegado las madres”. El grito resuena en el frente de la cerrada columna. Las remeras amarillas pintan el horizonte en la vanguardia. Algunas llevan cascos, todas usan barbijos. Ya son recurrentes las imágenes que llegan de muchas ciudades estadounidenses sobre el Wall of Moms (Muro de las Madres). Empezaron siendo unas pocas, en horas pasaron a contarse de a cincuenta solo en la ciudad de Portland, en Oregón. Pocos días después ocurrió lo mismo en Chicago, luego en Albuquerque, Nueva York, Detroit, Washington, Dallas y Los Ángeles, entre otros. También en Mineápolis, donde el 25 de mayo pasado, en el vecindario de Powderhorn, fue asesinado George Floyd a manos de la policía, lo que desató una ola extraordinaria de protestas, no sólo en muchísimas ciudades de EE UU sino que se trasladó a miles de gritos antiracistas del mundo entero.
Ahora son casi 40 los grupos que suelen convocarse boca a boca o mediante las redes sociales. El presidente Donald Trump las acusó de “fraude” porque, argumenta, no son madres de manifestantes. Eso es lo de menos. Él envió las fuerzas para reprimir las protestas que, en mayor o menor número, siempre con escasa repercusión en los medios, se continúan realizando desde la muerte de Floyd. Puntualmente a Oregón mandó los temibles cuerpos US Marshalls. Y el Muro de Madres no sólo fue igual al frente sino que, según relatan mil historias, evitó arrestos, puso control muchas protestas y fundamentalmente mantuvo viva la lucha. Aunque en algunos casos, como en Chicago, varias de ellas terminaron detenidas: suelen usar sus paraguas como escudos, pero no siempre les es suficiente para repeler las balas de goma.
La reacción fue inmediata. Incluso en sitios como Washington, donde las protestas se habían agotado prácticamente y fue el Wall of Moms lo que las recuperó. “Yo no sabía cómo protestar, pero sabía que había que hacer algo. Ahora, estaremos en la calle hasta que nadie necesite que lo protejan”, asegura Beverley Barnum, conocida como Bev, una de las que claramente se destacó en el liderazgo del grupo original, una morocha diminuta pero vivaz, afrodescendiente, de 35 años, madre de dos adolescentes, quienes desde el principio de esta movida formaron parte de las marchas en Portland.
Por supuesto que el caso del «Muro…», de inmediato hace recordar a las Madres de la Plaza de Mayo. Es imposible no hacer la relación con aquellas que en 1977 se enfrentaron con la dictadura más salvaje de la historia argentina y que, desde entonces, no detuvieron la lucha, la búsqueda y la defensa de sus hijos, pero no sólo de ellos. Cómo no detenerse en esa semilla que germinó en tantas organizaciones en el mundo, así como en la Argentina tiene su correlato en las Madres del Dolor. Inspiraron a grupos similares en África, Serbia, Los Ángeles, México (varios casos: el primero en Ciudad Juárez; el último, en Ayotzinapa); Honduras (a partir de Austra Bertha Flores López, partera y activista social), y tantos otros. Como en India, cuando marcharon para generar conciencia sobre los abusos sexuales. O en Colombia al participar activamente en el proceso de paz. Las madres bosnias de Srebrenica siguen llorando a sus hijos muertos, 25 años después.
La lista sería enorme. El Encuentro Internacional de Madres que Luchan convocó a muchas de ellos a mediados de los ’90. «Women Reshaping Human Rights» (Mujeres que redefinen los DD HH) es un trabajo de Marguerite Bouvard (Universidad Brandeis, 1996), uno de los que detalla las modalidades de diferentes organizaciones femeninas que tuvieron un papel crucial en la pelea por los derechos de los pueblos, por la justicia económica, social y cultural.
Ni siquiera en los EE UU son una auténtica novedad: las madres fueron las verdaderas líderes durante las protestas del «Black Lives Matter» generado, igual que los «Muros…», por la brutalidad policial contra los negros y los afrodescendientes. Surgió en Florida, en 2012 tras la muerte del joven negro Trayvon Martin (17 años) a manos de George Zimmerman, un avigilador de Sanford, al regresar caminando a la casa de la novia de su padre tras comprar golosinas. Cuando el agresor fue absuelto, apareció el hashtag Black Lives Matter. «Las vidas negras importan», escribió Alicia Garza, escritora y conferencista negra de Oakland. Patrisse Khan-Cullors, cofundadora del movimiento, lo tomó y lo convirtió en millones de gritos.
Los carteles con la frase Black Lives Matter se reprodujeron en las últimas marchas en manos de las Madres del Muro.
Ellas, a su manera, como todas, como nuestras Madres de la Plaza, apuestan por la memoria, la verdad y la justicia y se niegan a permitir que sus hijos sean olvidados.
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