La trama de servicios y la mafia detrás del asesinato de Martin Luther King

Por: Alberto López Girondo

El pastor bautista fue baleado en el balcón de un hotel en Memphis hace 50 años. Las dudas sobre quien fue condenado por el crimen. Su lucha por los derechos civiles de los negros.

«Ben, prepárate para tocar ‘Señor, toma mi mano’ esta noche. Que sea de la manera más hermosa”, le dijo el reverendo Martin Luther King al músico Ben Branch. Eran las 18 horas del 4 de abril de 1968 y el líder religioso se estaba asomando al balcón del Lorraine Hotel, de Menphis, Tennesse. Un minuto después caía abatido por un disparo en la garganta. A las 19,05 los médicos certificaron que el ganador del Premio Nobel a la Paz de 1964 por su lucha no violenta en defensa de los derechos de los negros había muerto. La difusión de la mala nueva desató una ola de protestas en todo el país.

El crimen señalaba para muchos afroestadounidenses cuáles eran los límites y los desafíos para el pacifismo en un país con un componente racista tan exacerbado. Con los años se iría abriendo un poco la trama oscura detrás del segundo gran magnicidio de esa década en la principal potencia del mundo capitalista. Primero había sido el presidente John Fitzgerald Kennedy, lo seguiría en junio de ese mismo 1968 el hermano, Robert, que había ganado horas antes la nominación presidencial por los demócratas para la elección de ese año.

King había nacido en 1929 en Atlanta en el hogar de un pastor bautista y de la organista de la iglesia. Comenzó su misión cristiana en Montgomery, donde fue nombrado pastor de la iglesia de la avenida Dexter a los 25 años. No era un lugar ni una época propicios para escabullirse de las luchas raciales. Los asesinatos de tres jóvenes a manos de un grupo supremacista y el boicot a los autobuses de la ciudad luego del arresto el 1 de diciembre de 1955 de Rosa Parks -una mujer negra que se negó a darle asiento a un blanco, como establecían las retrógradas leyes- eran motivos suficientes como para que cualquier negro se planteara la forma de tomar partido. Y King lo hizo para el lado que correspondía.

La medida de fuerza contra la línea de ómnibus duró nada menos que 382 días y en ese lapso el pastor sencillo fue mostrando dotes de liderazgo en una comunidad francamente hastiada de las formas “modernas” de la esclavitud.

Derechos perdidos

Es cierto que la guerra civil (1861-1865) la ganaron los norteños antiesclavistas acaudillados por Abraham Lincoln (quien luego también terminaría asesinado). Para los negros del sur hubo apenas una primavera verdaderamente democrática. Entre 1865 y 1877 los estados secesionistas fueron ocupados militarmente por tropas unionistas que garantizaron los plenos derechos de los negros, al punto que tuvieron amplia participación en las decisiones políticas y el poder legislativo.

Pero como parte de las negociaciones para que en los comicios de 1876 Rutheford Hayes tuviera los votos electorales de los representantes sureños y poder acceder a la presidencia, los soldados federales fueron retirados en abril de 1877.

No tardaron mucho los viejos terratenientes en retomar las riendas del aparato estatal y modificar de tal modo la legislación que en la práctica los negros no tenían voz ni voto ni derechos elementales en una sociedad que se decía democrática. En estos años nació el Ku Klux Klan, la secta racista y secreta autora de no pocos horrores a lo largo de su existencia.

Es en este contexto que comienzan a surgir movimientos en reclamo por el cumplimiento de leyes que habían sido anuladas u olvidadas hacía casi un siglo. No solo el derecho al voto sino por la recuperación de libertades como la de usar los mismos asientos en un colectivo o ir a los mismos colegios.

En 1956 la Corte Suprema de Justicia declaró ilegal el segregacionismo. Y en 1957 King funda un grupo pacifista para continuar con la ampliación de derechos a los afroestadounidenses, la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, SCLC por sus siglas en inglés.

Estuvo entre los más moderados en sus reclamos. Con el tiempo otras agrupaciones más combativas que fueron enfrentadas con recursos legales e legales del estado de la mano del mítico Edgard Hoover, director del FBI. Las menos impetuosas fueron, por sus siglas, SNCC, NAACP Y CORE.

Pero otros grupos recibieron cataratas de diatribas de los medios de comunicación, como Poder Negro o Panteras Negras. Stockely Carmichael fue el líder del primer grupo, Fred Hampton -asesinado en 1969- y Huey Newton –eliminado en 1989- del segundo. Hubo también movimientos de orientación musulmana como Nación del Islam, del que surgiría Malcolm X,  asesinado en febrero de 1965.

En todos los casos, de alguna manera u otra intervinieron agentes de los organismos de vigilancia de Estados Unidos, por más que en algunos hechos la mano ejecutora fuera una persona de la misma agrupación de su víctima, como es el caso de Malcom X.

Hoover había puesto en marcha el llamado Programa de Contrainteligencia (Cointelpro), destinado a perseguir, crear rencillas internas y literalmente eliminar a los más convocantes entre los dirigentes de los distintos grupos pro-derechos civiles.

Dentro de este conglomerado algunos activistas fueron desarrollando concepciones marxistas, panafricanas y terermundistas, y hasta los hubo que se propusieron la creación de un estado separado para los negros de EEUU.

Luther King no fue nada de eso. Su lucha estuvo inspirada en el activismo pacífico y la desobediencia civil inspirados por Mahatma Gandhi. Visto con desconfianza por los más radicalizados, era la persona del diálogo con las autoridades y legó a mantener múltiples reuniones del Lyndon Johnson, el presidente que asumió su cargo tras al asesinato de John Kennedy.

Sería Johnson quien en medio de enfrentamientos en todo el país, sanciona una ley (vuelve a sancionar, realmente) que prohíbe la segregación en las urnas, en 1965, a un siglo de fin de la guerra de Secesión.

El extraño asesino

Dos meses después del homicidio, la policía informó que había sido detenido el autor material, James Earl Ray, un ex convicto por múltiples delitos, pero no habia cargado nunca con una muerte. Lo habían capturado en el aeropuerto londinense de Heathrow cuando estaba por viajar a la ex república de Rhodesia, en la actual Zimbabue, una nación segregacionista. Desde el crimen, había hecho un raid por Portugal, Sudáfrica, Canadá y gastado unos 10 mil dólares de los que no pudo justificar su procedencia.

Ray aceptó inmediatamente ser el autor material del hecho, por consejo de su abogado, que le dijo que así podría evitar la pena de muerte. Fue condenado a 99 años de prisión.

Pero luego se desdijo y señaló que había sido presionado para admitir algo que no había hecho. Fue muy confuso en esta desmentida, porque culpó a dos personas de las que no dio mucha referencia sin dejar de reconocer que algo había tenido que ver con el caso, aunque nunca admitió haber disparado.

Los descendientes de King nunca quedaron conformes con la resolución del caso y siempre vieron la mano del FBI y la CIA detrás del magnicidio. Es que en plena Guerra Fría, a medida que los derechos eran retaceados o devueltos a cuenta gotas, se fueron radicalizando las posiciones de todos los luchadores por los derechos civiles. Con un argumento contundente: cómo era posible que los negros fueran buenos como carne de cañón en el sudeste asiático pero no pudieran ser iguales a los blancos en el sur de EEUU. Así se encolumnaron detrás de las protestas contra la guerra de Vietnam, algo inconcebible para el establishment.

Dexter Kng, uno de los hijos del pastor bautista, se reunió con Ray en 1997 y le manifestó el apoyo de su familia para volver a tener un juicio justo. En 1998 el condenado  murió en la prisión de hepatitis C y un año más tarde la familia del predicador ganó un juicio civil a Loyd Jowers, propietario de un restaurante de Memphis donde se había organizado una conspiración para eliminar al predicador.

En el estrado, el hombre dijo que había recibido 100.000 dólares para organizar el crimen y que en el contubernio había miembros de la mafia y del gobierno. Agregó que no sabía quién era el objetivo, y que se enteró cuando vio la conmoción en la ciudad.

En 2002 el hijo del reverendo Henry Clay Wilson dijo que el asesino había sido su padre, que no toleraba que King se hubiera convertido en comunista.

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