Columna de Miguel Angel Barrios
Evitaremos entrar en estas discusiones que nos parecen interesantes, pero que nos pueden conducir a errores geopolíticos.
En verdad EE.UU. es un sistema de partido único que tiene matices en lo interno, pero a no confundir en lo que hace a América Latina y el Caribe: nadie pone ni pondrá en discusión que constituimos el patio trasero de la República Imperial, institucionalizado en la mal llamada Doctrina Monroe, aquella declaración unilateral del entonces presidente Monroe, el 2 de diciembre de 1823, en el Congreso norteamericano, para abortar el unionismo hispanoamericano de Simón Bolívar.
Por supuesto que no podemos desconocer que Donald Trump representa en forma tragicómica la necesidad de no perder el «sueño americano» de la América profunda ante el descenso social de los sectores medios y populares norteamericanos ante las corporaciones financieras del globalismo de Wall Street que representa Hillary Clinton. Pero esto no nos puede llevar a confundirnos con un cambio de política de EEUU en el sistema global.
Además, el presidente de los EEUU es un gerente de una red institucional compuesta por el Congreso, la Corte Suprema de Justicia, el Pentágono, la Reserva Federal y un sinfín de lobbys públicos y secretos, desde la Asociación Nacional del Rifle a las universidades, de la CIA a la DEA y el FBI. Es decir, quedar prisioneros de los discursos y no de los andamiajes de poder del imperio, nos lleva a agudos análisis, pero modificaciones de la Doctrina Monroe no habrá.
Y entonces, ¿qué está ocurriendo en los Estados Unidos de cara a las próximas elecciones mas allá de Hillary Clinton y Donald Trump?
Estados Unidos se encuentra en su más profunda decadencia Geocultural desde su nacimiento como Estado, en un momento de cambio de «orden» mundial, y partiendo de la premisa de que la cultura -entendida como el conjunto de elementos materiales y espirituales de un pueblo que hacen a su identidad- constituye la dimensión mas profunda de la soberanía de los pueblos.
Y para no analizar desde la actualidad misma, lo haremos desde la actualidad histórica como un diálogo retroalimentativo pasado-presente-futuro y futuro-pasado-presente.
El eminente geopolítico norteamericano Zbigniew Brzezinski afirma que los cuatro ámbitos decisivos del poder global lo constituyen: a) militar, b) económico, c) científico-tecnológico y d) cultural. La combinación de los cuatro ámbitos es lo que hace a un actor estatal convertir en superpotencia global (Brzezinski,Zbigniew. El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestrategicos, Editorial Paidós, BsAs., 1998).
Aunque el rostro visible de un imperio mundial se traduce a través del poder duro al decir de John Nye – estratega estadounidense -, identificando de esa manera al segmento económico y militar, sin embargo es el poder blando – el cultural – el que alimenta y sostiene al primero.
A lo largo de la historia, el Imperio de Roma, China, los Mongoles, España e Inglaterra, por citar algunos ejemplos, al ingresar en una fase irreversible de decadencia cultural fueron perdiendo la creatividad y el dinamismo económico militar.
Nada más alejado de la realidad mundial que desconocer que EE.UU. es una superpotencia militar global, por lo que embarcarse en afirmar la inminente decadencia de los EE.UU. es un simplismo peligroso.
Sin embargo, podemos hallar serias grietas dentro del ámbito cultural norteamericano conducente a una crisis que nos lleva, como lo venimos sosteniendo, a un «orden» multipolar en el siglo XXI. El primer síntoma de una crisis de los imperios se inicia en el segmento de la cultura precisamente. Y es lo que estamos observando en la actual campaña presindencial.
Daniel Bell ya advirtió en su momento que EE.UU. ha entrado en la «era del hedonismo» (Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza Editorial, Madrid, 1977, pág. 48). Tanto Samuel Huntington, en su ultima obra antes de fallecer denominada llamativamente ¿Quienes somos? (Huntington, Samuel, ¿Quienes somos? Los desafíos de la identidad nacional estadounidense, Editorial Paidós, Bs.As., 2004) como el citado Brzezinski, entre otros muchos, critican a fondo ese hedonismo que socava la tradición fundante calvinista cristiana y la base de moralidad social, e identifican su amenaza de declive social y hasta imperial.
Ambos encuentran sorprendentes analogías con la decadencia de otros sistemas imperiales, como el historiador de la Universidad de Yale -EEUU-, Paul Kennedy.
Los deslumbrantes logros tecnológicos, económicos y políticos se dan paradójicamente con problemas de decadencia moral, suicidio cultural y de desunión política entre cuyas manifestaciones Huntington señala el aumento de conductas antisociales (crímenes, drogadicción y violencia general), la decadencia familiar (récord de embarazos adolescentes), el descenso vertiginoso de la natalidad y el envejecimiento de la población, el resquebrajamiento de la ética del trabajo, la desocupación a consecuencia de la deslocalizacion de las fábricas, la concentración financiera de la riqueza, los niveles mas bajos de rendimiento escolar con depreciación del estudio y la actividad intelectual, y la erosión del puritanismo fundador de la «Gran Nación».
Francis Fukuyama es aun mas radical en su libro La gran destrucción, donde destaca «los procesos de desintegración, comenzando por la crisis del matrimonio y la familia, bajo el influjo de un individualismo y utilitarismo muy exasperado» (citado en Guzmán Carriquiry, Enrique, Una apuesta por América Latina, Editorial Sudamericana. BsAs. 203).
El credo americano como adelgaza ideológica de democracia, individualismo, igualdad ante la ley, constitucionalismo y propiedad privada, inspirado por una especie de religión civil, ha entrado en una crisis de legitimación desde Vietnam. Se rompió el consenso nacional fundador del Destino Manifiesto, y aquí nos parece que reside el fondo irreversible de la crisis Geocultural de la República Imperial, y nunca mejor reflejada en estas elecciones, por un magnate inmobiliario como «representante» del sueño americano, y por la creadora del terrorismo del Daesh, es decir, del falso «Estado islámico» y representante de Wall Street, Hillary Clinton. Tanto el uno como el otro traducen esta crisis Geocultural , pero no están por modificar la Doctrina Monroe.
Junto con los sentimientos patrióticos, tienden a manifestarse con más vigor la importancia de los derechos de los grupos definidos desde la etnia, sexo y «preferencia sexual», la propia región, la corporación, etc.
Ahora resulta muy difícil definir un consenso nacional ante esa presión multicultural si no es por la re-emergencia coyuntural de una conmoción patriótica. En el fondo, la búsqueda de un enemigo, ya sea el comunismo, los «negros», el terrorismo, Putin, Irán, Chávez o los chinos, es lo que termina dividiendo en dos bloques a la sociedad norteamericana: la Nación Americana o la Confederación Multicultural.
Esto se agudiza por el fuerte crecimiento de las masivas inmigraciones a los EE.UU.. La cuestión de fondo se complica porque ha dejado de ser un Estado continental industrial Atlántico y predominantemente europeo a ser pacifico, asiático y del sur continental, latinoamericano. Ello pone en el tapete un eje central, la naturaleza de la Nación Americana esta en discusión a todos los niveles como no lo estuvo desde la época de la Guerra civil en el siglo XIX.
Huntington plantea en forma muy angustiada la necesidad de fortalecer la identidad nacional. La presencia hispana en los EEUU suscita debates y temores. Huntington afirma «que el más grave e inmediato peligro para la identidad tradicional americana proviene de la inmediata e incesante inmigración de América Latina, sobre todo de México» (Huntington, Samuel, Obra citada, Pág, 129).
Plantea el estratega norteamericano la urgente necesidad de vigorizar en tiempos de globalización no solo por medio de la ideología política tradicional (los principios del «Credo Americano»), sino la revitalización de los elementos básicos de la cultura angloparlante (cristianismo, lengua inglesa, ética del trabajo, moralismo e imperio de la ley).
Este contexto de debilidad del principal segmento -el cultural- de los cuatro que forman parte de un poder global, está causando seria preocupación en los EE.UU. y no solo en los niveles geoestratégicos. Y en ese sentido estas elecciones son un punto de inflexión.
Se publicó hace unos años un Informe preparado por la Academia de Ciencias de ese país titulado «Superando la tormenta que se avecina» (diario La Nacion, Bs.As., Argentina, jueves 27 de octubre de 2005, pág. 59). Este documento expresa:»Este comité está sumamente preocupado por el debilitamiento observado en los componentes científicos y técnicos de nuestro liderazgo económico al punto que otras muchas naciones están aumentando su poderío. Estamos preocupados por el futuro de los EE.UU.».
De las conclusiones se desprende la fuerte alarma por el desequilibrio en aumento entre las demandas tecnológicas y las ofertas educativas, y el documento hace recomendaciones concretas para una transformación del sistema educativo en todos sus niveles sin pérdida de tiempo, en una época histórica en la cual no hay desarrollo sin mejora en la calidad educativa. Agregamos que ya en 1981, el Comité de Ciencias de los EE.UU. en un mismo tipo de informe avisa al Presidente Reagan de esta crisis que va en aumento. El documento se tituló «América en peligro».
Luego de este análisis y yendo de lleno a las elecciones de ested martes, los expertos creen que detrás de fenómenos como el Brexit o el ascenso de Trump hay un profundo malestar de sectores blancos que perdieron en los últimos años preeminencia social.
La mayoría blanca solía mezclar identidad racial con identidad nacional. Para muchos blancos, esa identidad era uno de los pilares fundamentales que sostenía sus vidas y ahora aparecen como «amenazados».
«La cuestión fundamental es quiénes somos», dice Erik Kaufmann, profesor de Ciencias Políticas del Birkbeck College de la Universidad de Londres: «¿Qué significa ser parte de esta Nación? ¿Sigue siendo nuestra Nación entendiendo «nuestra» como mayoría étnica?», diario La Nación, Bs.As, Argentina, jueves 3 de noviembre de 2016, pág. 3).
Son preguntas que nos conllevan al centro de nuestro análisis, el multiculturalismo, los movimientos de los derechos civiles en EE.UU. y de una política de fronteras abiertas, ponen el acento en la identidad. Y este el el dilema de los EEUU en el siglo de las grandes civilizaciones como bloques.
Miguel Ángel Barrios es doctor en Educación y Doctor en Ciencia Política. Autor de más de quince obras de política latinoamericana.
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