¿Qué pasó con la Democracia Cristiana, con el Partido Socialista, con el Partido Comunista Italiano? ¿Dónde quedó el pacto fundacional de la democracia italiana, basado en la constitución de 1947 y en el antifascismo como norma?
El PCI, el partido fundado por Gramsci, cometió suicidio con la caída de la Unión Soviética, cambió varias veces de nombre para ser hoy el Partito Democrático, una variante de la socialdemocracia europea. La Democracia Cristiana, que estructuró la vida política en los decenios de la posguerra, así como el Partido Socialista Italiano, que supo tener horas de gloria, cayeron bajo la cruzada moralizadora del Mani Pulite y del Tangentopoli, esas causas sobre la corrupción que desacreditaron instituciones, partidos y personalidades.
El resultado fue la llegada al poder de Silvio Berlusconi, gran empresario de medios de comunicación (Mediaset), magnate financiero (Fininvest) y dueño de un club de fútbol, el AC Milan. Tres veces primer ministro desde 1994, logró dominar la escena política italiana, pese a las acusaciones de evasión fiscal, delitos varios y otros escándalos. Usó diferentes sellos electorales, y hoy preside Forza Italia. Hay que decir que no llegó solo al poder.
En 1991 surge la Lega Lombarda, que protesta contra el sistema político, la corrupción romana, la vagancia del sur. Luego se llamará Lega Nord, y por último Lega, para desprenderse de su localismo y presentarse en toda Italia. Apoyó a Berlusconi desde 1994. Su actual líder es Matteo Salvini, que ascendió todos los cargos desde concejal de Milán hasta la secretaría general de la Lega.
El fascismo no murió con Mussolini. Heredero del Partido Nacional Fascista, el Movimento Sociale Italiano creado en 1946 llegó a ser el cuarto partido de Italia, para llamarse Alleanza Nazionale a partir de 1994, apoyar a los diversos gobiernos Berlusconi y unirse en 2009 en Il popolo della libertá. Un desprendimiento de esa unión será Fratelli d’Italia, partido creado en 2012 para contener el electorado de extrema derecha dentro de la coalición. Está conducido por Giorgia Meloni, que comenzó su militancia política en la juventud del MSI. A la hora en que el consenso antifascista de Italia está al caer, es inevitable comparar la actual situación con el acceso al poder de Benito Mussolini en 1922.
Esos fasci italiani de combattimento que serán la base del Partito Nazionale Fascista nacieron de tres elementos. El primero fue la frustración generada por la victoria mutilada de 1918, cuando Italia no recibió lo prometido por los aliados. Millones de excombatientes sintieron que el sacrificio fue vano.
En segundo lugar, la crisis económica de la primera posguerra trajo inflación, bajos salarios y desocupación. En 1919 y 1920 los trabajadores del norte tomaron fábricas, establecieron consejos de obreros y hasta formaron guardias rojos. A su vez, los campesinos del sur ocuparon tierras y formaron ligas agrarias. Frente a ese bienio rosso, los grandes industriales, el sector financiero y los latifundistas financiaron las bandas de Mussolini para reprimir obreros y campesinos. Había que mantener los derechos de propiedad.
El tercer elemento fue asegurar la rentabilidad del capital. A tal efecto, los partidos liberales y parte de los católicos prohijaron la llegada de los fascistas al parlamento en las elecciones de 1921. Con sólo 35 diputados sobre 535, el Rey Vittorio Emannuele III encargó a Mussolini la formación del gobierno. Las primeras medidas fueron decisivas: purga de la administración pública, privatizaciones de empresas públicas, ajuste económico ortodoxo, desregulaciones. Represión y asesinatos de opositores sirvieron para establecer el régimen. El resto lo sabe la historia.
De esos tres elementos, no hay hoy en Italia ningún peligro en cuanto a los derechos de propiedad, estamos lejos de una situación pre-revolucionaria. Sí están presentes los dos otros, ya que existe una profunda frustración en la sociedad, producto, entre otras cuestiones, de que los hijos saben que no vivirán mejor que los padres. En momentos de convulsión mundial, que va de la pandemia a la guerra en Europa, el capital debe velar por su rentabilidad.
Berlusconi, Salvini y Meloni están de acuerdo sobre una política anti-inmigración, anti-derechos (como la IVE), anticomunismo y reescritura de la historia. Con políticas económicas ortodoxas. Para peor, Forza Italia, Lega y Fratelli, pueden llegar a los dos tercios en ambas cámaras, con lo que podrán modificar la constitución sin pasar por el plebiscito. Ya dijeron que lo harán. Y entonces sí habrá caído el consenso de posguerra. ¿Existirá el fascismo presentable? «
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