El 6 de diciembre de 1998 obtuvo el 56,5% de los votos y en febrero de 1999 inició la refundación de Venezuela. Su influencia en el proceso de integración regional, su muerte, en 2013. Un símbolo al que en estos nuevos tiempos quieren destruir.
Desde que asumió su cargo, el 2 de febrero de 1999, Hugo Rafael Chávez Frías lideró un movimiento político que refundó la nación y al mismo tiempo dio impulso a una ola de integración regional. Lo adelantaba desde su primer discurso ante la legislatura. Extenso como todos los que dio a lo largo de su vida.
Coincidió con el fin de una década de neoliberalismo y alumbró una primavera democrática en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Paraguay. Su muerte, el 5 de marzo de 2013, en cierto modo también adelantó el quiebre de ese período. Sin embargo, su Revolución Bolivariana, resiste los embates de la derecha y de Estados Unidos, su principal enemigo, a pesar de las dificultades que atraviesa. Un aprueba de que no había sembrado en el mar, como muchas veces temió.
El país sobre el que escaló Chávez Frías era un páramo cruzado por una pobreza galopante y una no menos extendida corrupción, montado sobre las reservas petroleras más grandes del mundo. Hijo de sencillos maestros de escuela del llano venezolano, Hugo Chávez había nacido en Sabaneta, Barinas, el 28 de julio de 1954, y pronto decidió ingresar al Ejército.
Dicen sus historiadores, que por la poca expectativa que le dejaba la lucha política en un momento en que la dirigencia aceptaba sin discusión el Pacto del Puntofijo, un acuerdo firmado en 1958 para estabilizar al país tras el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez. Era un reparto del poder alternado que no dejaba espacio para la incursión de nuevos actores políticos pero, fundamentalmente, dejaba en la banquina a las grandes mayorías, que veían la fiesta detrás de los ventanales y solo estaban anotados a la hora de pagar los gastos.
La primera señal de que ese pacto estaba condenado a desaparecer se produjo en las trágicas jornadas que van del 27 de febrero al 8 de marzo de 1989, cuando el aumento en el precio del transporte fue la gota que rebasó el vaso a una política de ajuste neoliberal que venía desde hacía varios años y que Pérez incrementó luego de asumir un nuevo mandato, ese 2 de febrero. Fue un levantamiento popular que se dio en llamar Caracazo, que el gobierno decidió clausurar con una tremenda represión que dejó un saldo oficial de 276 muertos, aunque fuentes independientes hacen ascender esa cifra hasta los 3000.
La herida que dejó esta atrocidad quedó en la memoria popular y las consecuencias de la política económica generaron las condiciones para que Chávez fuera desarrollando sus ideas entre las filas militares a través de un grupo al que se llamó Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, que había sido creado en ocasión de los dos siglos del natalicio de Simón Bolívar. El 4 de febrero de 1992 ya había una masa crítica favorable a esas ideas y eso fue suficiente como para intentar una sublevación, que fue abortada a las pocas horas.
Chávez se presentó ante las cámaras de tevé reconociendo la derrota de la asonada, pero planteó que el país debía «enrumbarse» hacia «un destino mejor» bajo los lineamientos del Libertador. Chávez estuvo dos años preso, mientras que el presidente aguantó hasta mayo de 1993, cuando tuvo que renunciar ante el descontento popular por la crisis económica. Rafael Caldera, sucesor de Pérez, indultó a Chávez en marzo de 1994.
Ahí comenzó la carrera pública del líder militar, al que muchos ya venían como un nuevo Perón. En la Habana, ese año dio un discurso ante Fidel Castro en el que ya mostraba qué tenía en la cabeza para su futuro.
Caminó todos los caminos venezolanos y habló con todo el mundo para explicar su plan de acción y se presentó en los comicios de 1998con una alianza integrada por el Movimiento Quinta República, el Movimiento al Socialismo, el Partido Comunista y Patria para Todos. Prometía cambiar las reglas de juego y elaborar una nueva Carta Magna. Al asumir, en un encendido discurso, juró por Dios, la Patria y «esta moribunda Constitución» de 1961. ya en el Palacio de Miraflores, llamó a referéndum , que ganó el 25 de abril de 1999 por 81%.
Desde el poder enfrentó a los grupos económicos más poderosos de su país y recibió la más fuerte oposición del gobierno estadounidense y de España, en ese momento en manos del PP con José María Aznar en el gobierno. En abril de 2002, Aznar y George W. Bush reconocieron de inmediato al golpe que por un par de días desalojó del poder a Chávez. Pero multitudes en las calles demostraron que ya había una base de sustentación para una nueva etapa en la Revolución Bolivariana.
Efectivamente, Chávez profundizó los cambios en PDVSA, la petrolera estatal, foco de resistencia a sus medidas distribucionistas. Y solidificó su apoyo dentro de los cuarteles, lo que consolidó su propuesta de Socialismo del siglo XXI. Pero también encontró nuevos aliados en la región tras la llegada de Néstor Kirchner, Lula de Silva a poder en Argentina y Brasil.
Los tres harían un tándem inédito en esta parte del mundo que permitió y fomentó los triunfos del Frente Amplio en Uruguay, de Evo Morales en Bolivia, Fernando Lugo en Paraguay y Rafael Correa en Ecuador.
A propuesta de Chávez nacieron el ALBA, una organización de países americanos y del Caribe, y la CELAC, una OEA sin Estados Unidos ni Canadá. Creció la UNASUR y a la vez pidió entrar en Mercosur. El NO al ALCA en Mar del Plata fue quizás la coronación simbólica de todo este proceso, en noviembre de 2005.
Chávez fue clave para sentar a negociar a las FARC con el gobierno de Juan Manuel Santos para la firma de un acuerdo de paz que pusiera fin a medio siglo de conflicto armado. Una muestra del carácter pacífico de su revolución, que se plasmó con la declaración de América Latina como zona de paz que hizo la CELAC en mayo de 2015.
Ese fue otro de los legados de Chávez, que había muerto de un cáncer contra el que peleó por dos años.
Fue la única batalla que no pudo superar. Alcanzó a designar como sucesor a Nicolás Maduro.
ero su sucesor, aunque pudo ser reelecto, enfrenta una fenomenal crisis económica, azuzada por la derecha local y los poderes foráneos que ven a Venezuela como un símbolo al que deben destruir para que no vuelva a ser la cabeza de una nueva refundación.
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