El catedrático de la Universidad de Valencia retoma la cuestión migratoria en este tiempo pospandemia, influenciado por la Guerra en Ucrania: "No se debe abordar si no es con una lógica global de solidaridad y cooperación".
–Un factor que converge en la actual crisis es la guerra en Ucrania. Generó una involución en la batalla a escala global contra el calentamiento global, regresando al uso de combustibles fósiles como el petróleo o el carbón.
–En el caso europeo es ostensible el retroceso hacia la opción del carbón, como uno de los combustibles fósiles más contaminantes. La polémica entre Francia y Alemania es un ejemplo. El gobierno tripartito alemán (socialdemócratas, liberales y los verdes, cuyo emblema histórico fue la lucha contra la energía nuclear y combustibles fósiles) aceptó sin ningún tipo de protesta el giro pragmático hacia el carbón, a pesar de que la canciller es Verde. Por otro lado se rompe con un tabú constitutivo de la República, después de la Segunda Guerra, el incremento presupuestario de las fuerzas de defensa y de la alineación con la estrategia OTAN, incluso dotar de recursos militares a Ucrania. Afecta los Acuerdos de París: las grandes potencias industriales y post industriales ahora aseguran que la energía nuclear es energía verde. Así, la Unión Europea acepta una suerte de maquillaje lingüísitico, como consecuencia de la dependencia energética de Europa y principalmente Alemania desde Merkel. Esta estrategia lleva a un callejón sin salida de Europa.
–Otra realidad que Europa y los países desarrollados no asumen es el efecto del calentamiento global en los periféricos. Como en África: inundaciones en Nigeria, graves sequías en Kenia, prolongadas hambrunas tras de la desertificación en el Cuerno de África….
–La pregunta es clave. Si bien se preveía hace un tiempo el desplazamiento de población y su porcentaje más significativo está constituido por quienes huyen de los hábitats naturales por efectos del cambio climático. Ese riesgo se eleva exponencialmente por la guerra en Ucrania. Pero lo más peligroso de eso son las políticas que Europa, bajo el paraguas de la OTAN, ha conceptualizado la hipótesis como una gravísima amenaza de seguridad. En la Conferencia Estratégica de Madrid, en junio de este año, se incluye la presión de los desplazamientos masivos como hipótesis de riesgo y de amenaza. El lenguaje de la OTAN, peligrosísimo, porque sitúa la figura de las migraciones y el asilo, en un contexto cuasi bélico. La retórica de siempre, que las migraciones eran invasiones, se convierte en una retórica militar. Aunque no en la dimensión de prioridad que querían algunos, en la reunión de la OTAN se definió como epicentro de la defensa, el flanco sur de Europa constituido por los desplazamientos masivos de población. Son verdaderamente demoledoras las imágenes, como la de estos días en el límite de la frontera griega-turca, donde más de 90 refugiados desnudos fueron interceptados por la guardia fronteriza griega. Nos vuelven a la peor retórica de las migraciones: como un problema de seguridad y defensa. Habría que saber qué ocurrió realmente entre las acusaciones cruzadas de los gobiernos y la organización Frontex. Es gravísimo y uno de los peores efectos.
–¿No cree que en Europa existe un contrasentido en la aplicación de estas políticas restrictivas de la UE en materia migratoria, considerando el proceso de creciente envejecimiento poblacional de países como Italia, España o Portugal? La migración sería necesariamente complementaria y serviría para garantizar una suerte de círculo virtuoso de aportes en la seguridad social que garantice viabilidad jubilatoria para poblaciones demográficamente envejecidas.
–Efectivamente el elemento demográfico es un argumento central para desmontar las contradicciones de esa ideología anti-migratoria, en países como España, con un índice de natalidad de los más bajos del planeta. En países como Italia este discurso anti-migratorio se refuerza con afirmaciones como «queremos hijos europeos». Esa era la retórica cultivada por grupos neo-nazis de la extrema derecha alemana o de la primera y segunda etapa del Frente Nacional de Francia, o del premier húngaro Orban, que apuesta a consolidar una potencia demográfica propia. El caso del gobierno derechista de Polonia que ya está superando a España en términos demográficos es un ejemplo: la representación en el Parlamento Europeo es el peso demográfico, y hoy tras Alemania, Francia, e Italia, Polonia superó a España. La España vaciada es una realidad: su Ministro de Inclusión es de los pocos que lo tienen claro: «España necesita inmigrantes que se incorporen a la sociedad española, no ya solo como fuerza de trabajo».
–Qué paradoja: en plena globalización económica y financiera, que tiene como bandera la libre circulación de capitales y mercancías a escala planetaria, crecen las restricciones para la movilidad y el desplazamiento.
–Es la paradoja constitutiva de las políticas de migración. Sería lógico impulsar políticas migratorias en una concepción en la que haya beneficios mutuos. El gran aporte que otros países, como Argentina, llevaron históricamente durante más de varias décadas del siglo XX. Entender que el gran aporte de la migración es la fuerza demográfica de hacer crecer las potencialidades de una sociedad. En términos racionales, se debería implementar eso, garantizando la cohesión social, que debe ser el fruto de un mínimo de igualdad socioeconómica. Si ese aporte demográfico se mantiene como fuerza de esclavitud, como gheto, se convierte en un verdadero desastre. No es solo rellenar nichos laborales: el objetivo es crecer como país.
–¿Qué avizora de no encontrarse una propuesta que sepa articular esta situación?
–Uno tiende ser pesimista desde el punto de vista racional, pero necesariamente estamos forzados a ser optimistas en el terreno de la voluntad. Se debe actuar en favor de propuestas globales o regionales. Avizoramos situaciones cada vez más angustiantes, y nos superan porque seguimos con una lógica que ni siquiera es nacional sino partidista. Estos problemas no se pueden abordar si no es con una lógica global de solidaridad y cooperación multilateral. Pese a que estamos volviendo a la estrategia de la Guerra Fría, no es un problema de Putin o de China; EE UU es el gran beneficiario de todo, en relación al giro armamentista de la UE y su dependencia del gas licuado y del petróleo estadounidense, como consecuencia de la Guerra en Ucrania.
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